11- J U S T I N , el vomitón (pt 1)

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Justin, el vomitón (pt 1)

No cayó uno.

Cayeron los dos.

Aquel domingo, el día después de la "no boda" de la hermana de Justin, tuve que levantarme muy temprano para ir a cuidar de Andy

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Aquel domingo, el día después de la "no boda" de la hermana de Justin, tuve que levantarme muy temprano para ir a cuidar de Andy. El señor Taylor me había llamado al amanecer desde la clínica, al parecer su turno se alargaría por otras doce horas. Y la señora Taylor... para variar no estaría disponible para cuidar de su hijo.

Subí las escaleras bostezando. Había dormido menos de cuatro horas. Mi esperanza era encontrar a Andy todavía durmiendo... para aprovechar de recostarme en el sofá y dormir un poco más.

Al llegar al piso y avanzar por el pasillo, me acordé de Justin, ¿cómo no? Con nuestra conversación telefónica fresquita en mis recuerdos, levanté la mano para tocar su puerta.

Para saludarlo.

Y entonces dudé.

Si estuvo despierto hasta pasadas las cuatro de la mañana... lo más probable era que ahora estaba más que dormido, como el angelito que no era.

Así que me alejé y toqué la puerta de los Taylor. La señora Taylor abrió unos dos minutos después, con una cara que revelaba a mil leguas que acababa de despertarse.

Frunció el ceño en cuanto me vio.

—¿Qué haces aquí?

—Buen día, señora Taylor —sonreí simplemente para molestarla—. Vine a cuidar de Andy. El señor Taylor me avisó que usted debía salir.

—¿Y qué hora es?

—Ocho y treinta.

—¡Mierda!

Sin dedicarme una segunda mirada, se dio la vuelta y se fue corriendo por el pasillo hasta su habitación. Yo, sin dedicarle otro pensamiento, entré, cerré la puerta y luego de dejar mis cosas en el sofá, me fui a la habitación de Andy. El bebito dormía plácidamente en su cuna. Me incliné para besar sus rulos negrísimos y después me recosté en el sofá frente a la ventana.

Lo último que recuerdo es a la señora Taylor gritando ¡Me voy! Seguido de su portazo característico... y después todo se apagó.

Tuve la sensación de que había pasado una eternidad.

Pero no.

A juzgar por la hora en mi teléfono, sólo fueron quince minutos.

¿Qué me despertó?

Andy, que gimoteaba en su cuna intentando llamar mi atención.

Me levanté de inmediato y le sonreí.

Miradas de acero © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora