* HISTORIA COMPLETA *
Alex no se queja. Está bien. Sabe que podría estar mejor, pero también peor. Así que se "conforma" con lo que tiene mientras lucha día a día para alcanzar sus sueños. Se divide en tres trabajos, y aun así se las arregla para de...
Si quieres conocer los secretos de una persona... revisa su clóset.
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Dos noches después, estaba saliendo del baño con nada más que una toalla rodeándome el cuerpo, cuando recibí un mensaje de Justin.
Gorila:¿Estás despierta? ¿Puedo llamarte?
Y con doble signo de interrogación. Siempre tan formal.
Me senté en su cama -porque sí, estaba durmiendo en su habitación, no en el sofá- y respondí:
Yo:obvio microbio...
Yo:pero sólo aceptaré una llamada de voz, no estoy presentable para videollamadas:$
Dejé el teléfono a un lado y comencé a ponerme las pantaletas. Pero él llamó de inmediato.
—¿Por qué estás despierto a esta hora? —pregunté en lugar de saludar.
—Hola a tí también. ¿Cómo estás?
Solté una risita.
—Hola. Bien. Llegué hace poco, me di un baño y ahora me preparo para dormir un rato. Debo cuidar de Andy temprano. ¿Y tú? ¿Y Helena? ¿Ha estado mañosa o se ha adaptado bien al departamento?
—Estoy acostado, adelantando un poco de trabajo en la laptop. Mañana tengo dos reuniones importantes y debo ir preparado.
Me lo imaginé como todo un ejecutivo de alta importancia, caminando con traje, abrigo y maletín por las ajetreadas calles de Nueva York, con su cabello castaño revolviéndose con el viento del otoño y su expresión seria abriéndose paso por todas partes.
—Y sobre Helena, está bien. Durmiendo como la princesa que es —sonreí al escucharlo—. ¿Por qué dijiste que no estás presentable para videollamadas? —preguntó, devolviéndome a la realidad.
—Acabo de darme un baño y estoy como vine al mundo.
Juraría que lo escuché tragar saliva.
—¿En serio? —preguntó, en voz muy baja.
—Sí.
—¿Y dónde estás?
Fui sincera:
—En tu cama.
—Por dios —pareció gruñir.
—¿Estás molesto?
—Claro que no, Comeletras. Puedes hacer lo que quieras —sonreí—. Lo que sí me enoja es no poder estar más cerca en este momento.
—Ay, no empieces.
Esta vez fue su turno de reír, pero lo hizo de una forma suave.
—¿Por qué hablas tan bajo? —pregunté—. ¿Acaso hay alguien más durmiendo a tu lado?
