Capítulo 1

285 18 0
                                    

Kazumi tenía media hora de retraso. Un parto que se complicó terminó siendo una cesárea y no había cirujano disponible para atender la emergencia, por lo que ella se ofreció a hacerla, aunque su turno ya había terminado y sabía que llegaría tarde a la cena que la Familia Higuchi ofrecía por el cumpleaños de Yuki, el primogénito y mejor amigo de Naoki, su prometido. Sin embargo, dos vidas estaban en peligro: una mujer que, si moría, dejaba en orfandad a una niña de tres años y a un hombre con el corazón destrozado al convertirse en viudo, y un bebé varón que aún no sabía nada de lo que le deparaba el futuro. Kazumi lo único que hizo fue priorizar entre dos vidas y la diversión, porque eso era lo que para ella significaba la cena por el cumpleaños de Yuki, decidiéndose por salvar a la madre y al bebé, evitando que una familia pierda a dos de sus miembros.

Para intentar llegar no tan retrasada Kazumi solo tomó una rápida ducha, se puso el vestido y se calzó los tacones que ya había preparado para esa ocasión. No tuvo tiempo para peinarse ni maquillarse. Al ser médica cirujana no solía usar esmalte en las uñas de las manos, por lo que estas no lucían tan femeninas y glamurosas con una estilizada manicura. Cuando llegó al restaurante en donde los padres de Yuki habían reservado todo el segundo piso para festejar el vigésimo séptimo cumpleaños de su hijo mayor, Naoki la esperaba en la puerta con un semblante que era una alerta de que nadie se le acerque porque estaba a punto de reventar por la ira que acumulaba al no poder ingresar a celebrar con su mejor amigo ya que debía esperar a su novia que aún no llegaba.

- Perdón por la tardanza, Naoki, pero se presentó una emergencia, una madre presentó complicaciones... -ella quería explicar la situación para que su novio pudiera comprender la importancia de lo que estuvo haciendo y por lo que llegó tarde, pero él la interrumpió bruscamente.

- ¡Cállate, que no me interesa escuchar tus ridículas excusas! –dijo Naoki elevando la voz y haciendo callar a Kazumi-. No existe en este mundo nada que te justifique por haber llegado tarde. Hace dos semanas que te informé sobre la cena sorpresa que los padres de Yuki estaban preparando para celebrarle el cumpleaños número veintisiete, te pedí que organices tu tiempo porque era importante para mí que me acompañes, que todos nos vean juntos y felices ya que en tres meses nos casamos, pero una vez más me demuestras que no te importa absolutamente nada lo que yo siento, lo que yo quiero.

- Naoki, soy médica, cirujana, hubo una emergencia y ningún otro cirujano disponible. Si yo no me ofrecía a hacer la cirugía una madre y su bebé hubieran muerto. Ahora esa familia sonríe feliz porque han podido recibir a un nuevo miembro, y no están llorando porque deban hacer los funerales de dos de ellos –la voz de Kazumi denotaba tristeza. Ella amaba su profesión y sabía lo importante que era por las palabras de agradecimiento que siempre recibía de sus pacientes y los familiares de estos, pero parecía que, para la gente a su alrededor -sus padres, su hermana y novio- no significaba nada el hecho de poder salvar una vida.

- ¿Y? ¿Tu profesión te impide que puedas cumplir con tus obligaciones? –Kazumi no entendió a lo que se refería Naoki-. Eres mi novia por encima de cualquier otra responsabilidad que tengas, y primero estoy yo con mis necesidades, luego todo lo demás –a Kazumi le pareció demasiado egoísta la manera de pensar de su prometido.

- Pero... -ella quería seguir insistiendo con el argumento de que una vida es más importante que cualquier reunión social o relación, intentando que Naoki se diera cuenta que hay cosas más trascendentales que sus necesidades de figuración social, pero él no dejó que hablara al empezar a criticarla.

- Pero nada, Kazumi. Tienes que comprender el sacrificio que estoy haciendo al aceptar casarme contigo –la médica puso cara de duda al no entender por qué sería un sacrificio casarse con ella-. Eres una mujer simple, sin gracia, nunca luces bonita ni arreglada, pareciera que vienes de una familia pobre que debe trabajar más de doce horas diarias para sobrevivir en vez de una pudiente y adinerada. Llevarte de mi brazo no me suma nada provechoso, ya que todo el mundo al verte comenta lo desarreglada que se te ve. Ahora mismo mira cómo has venido. Parece que unos pájaros hubieran hecho un nido sobre tu cabeza y luces demacrada sin nada de maquillaje. Y mejor no digo nada de tus manos, siempre llevas las uñas descuidadas –su lacio cabello oscuro se había alborotado un poco por el viento primaveral al abrir la ventana para que el aire circulara en el interior del vehículo, ya que el aire acondicionado estaba averiado. Su rostro lucía ojeras porque acababa de salir de una guardia de amanecida que duró más de la cuenta por los casos adicionales que tuvo que atender. Y sus uñas, pues, ella no podía tener de esas que son acrílicas, de más de cinco centímetros de largo y con aplicaciones de pedrería-. Mañana, a primera hora hablaré con tu padre para cancelar la boda –soltó Naoki y Kazumi dejó de mirar el suelo de la entrada al restaurante y se enfocó en él.

El amante perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora