Noviembre de 2005 — Napa, California
Era una tibia tarde de otoño y Foxy estaba bañando a Lita, su hija de cuatro años, a quién encontró chapoteando como un cachorro en el barro que se había formado con la lluvia.
—Mira hacia arriba —pidió y los ojos castaños de Lita apuntaron hacia el techo. Foxy procedió a echarle agua en la cabeza y acarició su cabellera para que el shampoo no se arrastrara hacia sus ojos.
Su teléfono celular vibró sobre la tapa del inodoro. Supuso que Duff estaba llamando porque siempre se le olvidaba algo por comprar en el supermercado. Secó sus manos con una toalla y lo cogió. Cuando lo abrió se sorprendió al leer el nombre de Elizabeth en la pantalla.
—Lizz, qué sorpresa. ¿Cómo estás? —dijo y se echó hacia atrás para sentarse sobre sus pies. Lita aprovechó que su mamá dejó de asearla para jugar con la Barbie que tenía sumergida en el agua.
—Yo estoy muy bien, ¿y tú? ¿Qué tal tu familia?
—Estamos bien —contestó—. Andrew está aprendiendo a tocar guitarra, Lita jugando como siempre y Duff, trabajando en el negocio.
—Qué bueno, me alegro mucho. ¿Y el pequeño Ethan?
—Creciendo —contestó acariciando su abdomen de seis meses—. ¿Pasa algo? Siempre que llamas es porque pasó algo.
—Ya me conoces. —Elizabeth suspiró y comenzó a contarle a Foxy la razón de su llamado.
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En la tarde de aquel día, cuando en el cielo aparecieron los colores crepúsculos del atardecer, Duff cruzó el portón de entrada con la camioneta cargada de mercadería. Se estacionó a un costado de la casa con el pick up apuntando hacia la entrada para que fuera fácil trasladar las bolsas. Apagó la radio y bajó del vehículo. Desde su posición vislumbró a Foxy sentada en el porche, con un aire taciturno y la mirada perdida en el horizonte. Caminó hacia ella.
—Hola, hermosa —saludó y se acercó para darle un beso—. ¿Por qué tienes esa cara?
—Lizz llamó y dijo que mi padre falleció en la mañana —contestó sin rodeos.
Duff abrió los labios, pero guardó silencio al notar que no sabía exactamente qué decir. Desde luego la muerte de John era un motivo de celebración, pero al parecer Foxy no lo veía de la misma manera; no se veía contenta. Bueno, la muerte para ella jamás había sido motivo de alegría.
—Como sea —continuó Foxy—, Lizz dijo que heredé la casa de Seattle y sus ahorros.
—Eso es bueno —comentó. Enseguida se sentó junto a ella para acariciar su espalda—. ¿Cómo te sientes?
—No sé —dijo—. No sé si siento alivio o pena. Creo que ninguna de las dos. —Enderezó la espalda para desentumecer su columna y acarició de manera involuntaria su abultado abdomen—. Esta semana tendré que viajar a Seattle para ver el estado de la casa y reunirme con Lizz. Quiero venderla, si es posible. ¿Me acompañas? Podemos visitar a tus padres de paso.
—Vamos —aceptó.
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—¡Chao, mamá! —gritó Andrew desde la puerta de la casa, luciendo un corte mohicano que destacaba unas orejas sobresalientes como dos antenas parabólicas.
A su lado estaba Cindy sosteniendo en brazos a una Lita llorosa y gritona que sufría por ver marcharse a sus papás. Las veces que Duff y Foxy debían viajar, o cuando necesitaban estar un fin de semana a solas, Cindy venía a cuidar a los niños y Lita siempre hacía un escándalo que los dejaba con el corazón en la mano.
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El Chico Zeppelin 2 | 𝕯𝖚𝖋𝖋 𝕸𝖈𝖐𝖆𝖌𝖆𝖓 ©
FanfictionLos Ángeles, 1993. La decisión de Florah permitió que Duff por fin cumpliera sus sueños: reventar escenarios en una ambiciosa banda de rock. La gira, los excesos y la apoteósica banda sirvieron de consuelo durante los primeros años de su ausencia, p...