19| Luchar por la verdad

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10 de diciembre, 1993 — Washington

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10 de diciembre, 1993 — Washington

Había llegado el día del juicio y Foxy se despertó a las siete de la mañana para asearse y maniobrar una trenza en su cabello con tal de mostrar su rostro. No era algo que ella hubiese querido hacer, pero Elizabeth la había obligado a estar peinada de esa manera porque tenía que verse limpia ante el jurado. Desde luego, odiaba verse así, no tener cabello tapando los costados de su cara aumentaba su inseguridad porque significaba mostrarse abiertamente frente a todo el mundo.

A eso de las siete y media, un guardia penitenciario vino por Foxy para sacarla de su celda. Caminó por los pasillos de la prisión hasta salir al exterior, donde una patrulla esperaba por ella y el frío matutino atravesaba su delgado overol naranja.

Durante el silencioso camino al tribunal, Foxy comenzó a flaquear ante su incontrolable ansiedad que le decía que ese día sucedería lo peor. Se esforzó por dominar el pánico que se arremolinaba en su estómago tratando de centrar sus pensamientos en cosas positivas, como le había recomendado Elizabeth, o en respirar profundo, pero el aire encerrado de la patrulla apenas llenaba sus pulmones y no ayudaba a calmarla. Los pensamientos, por lo demás, difícilmente eran bonitos en tales circunstancias.

Quince minutos después, el vehículo rodeó el tribunal. A través de la ventana Foxy notó que en las afueras de sus instalaciones había una decena de periodistas que comenzaron a correr tras la patrulla para reportar su ingreso. Para su suerte, la velocidad con que el vehículo pasó de largo a la presa fue favorable, ya que se libraron de ellos apenas entraron al estacionamiento del tribunal.

Las ruedas se detuvieron, el motor se apagó. La puerta de Foxy se abrió y un policía la cogió del brazo para que saliera. De no ser porque la sujetó con fuerza, ella se habría tropezado con sus pies lánguidos.

Ingresó al tribunal casi a rastras para ser dirigida a los ascensores. Antes de llegar a las puertas, los ojos de Foxy vieron a los mismos periodistas de afuera correr directamente hacia ella, como una turba de cazadores. Inmediatamente los policías que la custodiaban la protegieron formando una barrera humana que medió entre ella y los reporteros.

—¡Florah! ¿Es cierto que eres inocente?

—¿Cómo te sientes para el juicio?

Pero Foxy no respondió, tenía el corazón atrapado en la garganta y con suerte podía exhalar su aliento. Se metió al elevador mientras los flashes y las preguntas iban y venían sobre su abrumado rostro.

Las puertas se cerraron, haciendo el silencio, y el ascensor se convirtió en un refugio. Su aliento agitado chocaba contra el brazo del policía más cercano. Las puertas se abrieron en el piso tres. Su taquicardia se agravó y pudo sentirla martillando contra su garganta. Creyó que vomitaría su corazón en cualquier momento.

Caminó por un pasillo donde algunos abogados conversaban con sus clientes a las afueras de las salas. Elizabeth no estaba entre ellos.

—Espera a que te llamen —ordenó el policía a su costado derecho.

El Chico Zeppelin 2 | 𝕯𝖚𝖋𝖋 𝕸𝖈𝖐𝖆𝖌𝖆𝖓 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora