20| Veterana de guerra

312 33 18
                                    

"Con todas las estaciones cambiantes de mi vida,

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

"Con todas las estaciones cambiantes de mi vida,

quizá lo haga bien la próxima vez".

—Estranged

Los aplausos y alaridos sacudieron los oídos de Foxy, quién había perdido el aliento en su silla tras oír la sentencia que esfumó para siempre sus peores miedos. Tapó su boca semiabierta con sus manos todavía esposadas y pegó un grito de júbilo que quedó atrapado en sus palmas temblorosas. El terror que había formado parte de su organismo durante las últimas horas, abandonó su cuerpo en forma de lágrimas.

El público tras su espalda se había desordenado después de dictada la sentencia. Los periodistas llamaban a Florah para que mirara las cámaras y los hermanos de la iglesia que habían acudido para apoyar a John reclamaban en contra de ella.

Elizabeth situó su mano sobre el hombro de Foxy para extraerla de su ensimismamiento. Agachó un poco la cabeza para que pudiera escucharla entre tanta bulla.

—Florah, tenemos que marcharnos.

Tras escuchar la voz de su abogada, Foxy apareció entre sus palmas. Tenía la cara roja y una expresión de felicidad que bordeaba la locura.

—¿Nos vamos a Los Ángeles? —preguntó.

—No, volveremos mañana temprano. Ahora tenemos que volver a la prisión para que dejes ese horrible overol allá. Después nos quedaremos en un hotel para que descanses, ¿bueno? —dijo Elizabeth y empujó con suavidad su espalda para que se levantara de la silla y comenzara a caminar hacia la salida.

.

.

.

Después de pasar por la prisión, Foxy y Elizabeth se alojaron en un hotel de mediano presupuesto en el centro de Washington para pasar la noche.

Hacía tiempo que no estaba en un lugar silencioso y de buen aroma. Foxy se paseó por las instalaciones de su habitación temporal disfrutando de los pequeños lujos que hacían que ese lugar pareciera un castillo en comparación con su celda. La cama era blanda, tenía una ventana con vista a la ciudad y también había un televisor para ver películas. Después de cuatro meses en la prisión, hasta la luz cálida de las ampolletas resultaba un privilegio de la nobleza.

Lo primero que se le ocurrió hacer para sacarle provecho a esa habitación, fue hundirse en un baño de espuma para sacarse el sebo que se le había acumulado en la piel. Durante su encarcelamiento, odió las duchas de la prisión y había preferido estar mugrienta que desnudarse frente a sus compañeras.

Media hora más tarde, arrancó el tapón y dejó que el agua escurriera por el desagüe. Salió de la bañera sintiéndose mucho más liviana y fresca, como si además de sacarse la mugre, se hubiera desprendido de los miedos, la paranoia y toda perturbación que acarreaba ser fugitiva.

El Chico Zeppelin 2 | 𝕯𝖚𝖋𝖋 𝕸𝖈𝖐𝖆𝖌𝖆𝖓 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora