3| La gira eterna

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01 de diciembre, 1992 — Santiago, Chile

Duff agitaba nerviosamente la pierna mientras miraba por la ventana de la van cómo los fans perseguían el vehículo con una rapidez digna de atletas olímpicos. A su lado Axl los insultaba con las muelas apretadas, pues la experiencia en Colombia lo había dejado con los pelos de punta y un recelo terrible hacia Latinoamérica.

Durante el concierto en Bogotá, la banda tuvo que abandonar el escenario después de haber tocado November Rain ya que, como si fuera una ironía de la naturaleza, cayó una lluvia torrencial que inundó el escenario; Axl vio sus pies chapoteando en un agua peligrosa por los cables sueltos, y como no quería que nadie se electrocutara, llamó a todos sus compañeros para que dieran marcha atrás.

El abandono del concierto tuvo como consecuencia un disturbio violento a las afueras del estadio y la policía colombiana, llegados al hotel, les revisaron hasta los calzoncillos en búsqueda de drogas. ¿Por qué? No tenían idea y eso era lo más humillante.

Por esas razones, Axl temblaba de cólera en el asiento, como un perro rabioso, pues ya imaginaba que ese país largo y flaco le traería un dolor de cabeza semejante.

—Malditos indios —masculló. Los fans, en su mayoría mujeres y adolescentes, gritaban cosas en un inglés incomprensible.

Duff, en un intento de pacificarse a sí mismo, sacó su petaca de un bolsillo y bebió un sorbo de vodka para ignorar el mal genio de su compañero. No estaba interesado en calmar a Axl, quien parecía una bomba a punto de estallar, porque sabía que era imposible razonar con él en momentos así. Todos estaban en la misma posición de Duff; ignorando la situación, bebiendo y fumando cigarros.

La van entró a la autopista y los fans quedaron atrás. Enseguida se formó una agradable calma en el vehículo.

Durante el viaje al hotel Duff bebió todo el contenido de su petaca para sacarse de encima el estrés. No recordaba haber estado tan tenso, ni siquiera las discusiones con Mandy Brixx podían dejarlo tan perturbado como lo dejó la visita a Venezuela y Colombia; casi atrapados por un golpe de Estado y obstaculizados para tomar un avión de regreso, respectivamente. Para peor, el temperamento de Axl lo tenía con el estómago apretado porque su mal genio no ayudaba a que las cosas fueran más fáciles. En esos momentos de tensión le pidió al cielo que pronto llegara el descanso de navidad. Ya no quería más.

Cuando llegaron al hotel, Duff se dio cuenta que a las afueras había un grupo numeroso de fans y paparazzis que esperaban la llegada de la banda. Giró la cabeza para mirar a Axl: los orificios de su nariz estaban abiertos y podía jurar que de ahí saldría fuego. Los periodistas con sus cámaras fueron el detonante para el estallido de su furia.

Antes de que el chofer pudiera ayudarles a bajar del vehículo, Axl abrió por sí mismo la puerta de la van y salió disparado del vehículo para abalanzarse sobre la gente que interrumpía su camino. Estaba hastiado de todo y esa gente no estaba respetando la privacidad que tanto necesitaba después de la humillación en Colombia.

El Chico Zeppelin 2 | 𝕯𝖚𝖋𝖋 𝕸𝖈𝖐𝖆𝖌𝖆𝖓 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora