—¿Estás segura? —preguntó Duff después de haber escuchado la idea de Foxy; su rostro estaba sonrojado por la impresión que causó sus palabras, sobre todo cuando mencionó formar una familia con él.
Ella asintió enfáticamente y acomodó su cabello detrás de las orejas.
—Sí —dijo y abandonó el vaso de agua en la mesa del centro para poder coger las manos de Duff—. Tú querías acompañarme, ¿no?
—Por supuesto que sí —respondió de inmediato—. Es que quedé sorprendido, no me esperaba que pidieras esto ahora. ¿Cuándo quieres que viajemos?
—No lo sé... ¿Hoy en la noche?
Duff inclinó el torso hacia atrás.
—Eso es muy pronto —manifestó—. Necesitamos unos días para planificar este viaje. Tenemos que pensar en la ruta de escape, sacar efectivo del banco y echarle gasolina al auto.
La boca de Foxy emitió un suspiro exasperado. Por debajo agitaba la pierna como si no soportara estar ahí sentada mientras el tiempo avanzaba a una velocidad que parecía ser desfavorable.
—Tienes razón —concedió—, pero unos días es mucho tiempo. Deberíamos estar saliendo de acá a más tardar mañana en la noche.
—No, mi amor —Duff protestó otra vez y situó la mano sobre la rodilla inquieta de Foxy para que dejara de sacudirla—. Sé que tienes prisa porque estás asustada, pero necesito dejar todo en orden, como vender la casa y cerrar mis cuentas bancarias. No puedo dejar todo botado.
—Duff —replicó—, tenemos que abandonar todo de la manera más discreta posible. No puedes vender la casa o cerrar tus cuentas bancarias. Vas a levantar sospechas.
En un instante, el aire se volvió denso para los dos. Foxy miraba a Duff como si de pronto se hubiera convertido en un tonto y él creía que ella estaba siendo innecesariamente paranoica.
—Florah, nadie pensará que voy a escapar —rebatió.
—Pues sí, eso van a pensar. Cuando una persona empieza a sacar todo su dinero del banco como si fuera el fin del mundo, enciende las alarmas de inmediato —explicó con un tono de obviedad—. Para peor, si vendes la casa estás diciéndole a toda la ciudad que te vas, y no estamos yéndonos del país como la gente normal, Duff, sino como fugitivos. No podemos llamar la atención.
La lógica de Foxy hizo que Duff cayera en cuenta del tremendo peso que significaba huir de la policía, algo que no había previsto ni siquiera cuando se ofreció acompañarla a México hace unos meses atrás. Él estaba viendo la situación con los ojos de quien está próximo a migrar; Foxy, en cambio, sabía por experiencia cómo actuar y por eso razonaba con urgencia y cautela.
—Si realmente te sientes capaz de acompañarme —continuó, disminuyendo el volumen de su voz—, debes abandonar todo lo que tienes en Los Ángeles: tu casa, fama, amigos, dinero. En México comenzaremos de cero.
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El Chico Zeppelin 2 | 𝕯𝖚𝖋𝖋 𝕸𝖈𝖐𝖆𝖌𝖆𝖓 ©
Fiksi PenggemarLos Ángeles, 1993. La decisión de Florah permitió que Duff por fin cumpliera sus sueños: reventar escenarios en una ambiciosa banda de rock. La gira, los excesos y la apoteósica banda sirvieron de consuelo durante los primeros años de su ausencia, p...