☥ ‣ CAPÍTULO 31

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Asesinos de élite

Elaine.

Despierto con la boca seca. La habitación es un desastre y la fragancia impregnada en mi piel me recuerda que los gemelos estuvieron aquí. Una ola de calor me abriga, la piel se me eriza y me es difícil controlar los deseos.

No puedo controlar el llanto, aunque sea por un instante permito desahogarme. La agonía es cruel, estoy pudriéndome por dentro y me es inevitable no pensar en el pasado.

Ruego a la vida porque me devuelva ese aire de libertad. Desearía tanto sentir que soy dueña de mi vida, pero honestamente no estoy a salvo mientras el Dux siga vivo.

Me doy vueltas en la cama hasta que ya no tengo más lágrimas. Empieza a dolerme la cabeza, pero decido levantarme. 

Al salir de la ducha, me visto con la misma ropa de ayer. Amo a mi hermano, pero maldigo que le encante hacer todo a su gana.

Camino hasta la puerta, pero está sellada. Me fijo que tiene un par de golpes, pero no fue mucho el daño. Busco la manera de abrirla.

Pasan varios minutos hasta que finalmente suena un clic... Y sorpresa.

—Buenos días —dice Lorcan.

—Necesito irme —espeto.

Hago el intento de salir, pero intercede en la puerta hasta conseguirlo. Regreso adentro.

—¡¿Es qué no entiendes?! —estallo, mi paciencia se agotó—. ¡Debo irme, de nada sirve que me quede en la central!

—Te irás, pero no sin antes hablar.

Con total calma se ubica al lado del pequeño refrigerador. Busca un trago, pero al ver que he consumido todo, pone mala cara.

—¿Pensaste en mi propuesta? —inquiere.

—Ya te lo dije, Lorcan —insisto—. Nunca seré parte de la STASIS, así que ahórrate el discurso y déjame salir.

—Ayer iban hacerte exámenes, pero huiste —ignora mi comentario sin más.

—Si tu duda es sobre el embarazo, entérate que no es verdad —cruzo mis brazos en el pecho.

—Lo sé, fue una estrategia —se ríe—. Muy astuta por cierto. Sabes bien cómo mover las piezas en tu tablero, me impresionas.

—En la Tríada se necesita más que astucia para sobrevivir.

—Se necesita protección y eso estoy ofreciéndote, pero lo que tienes de astucia también lo tienes de terca —ironiza.

Me acerco hasta quedar cara a cara.

—Déjame salir... —murmuro hastiada.

—Conviértete en mercenaria y luchemos juntos, ¿Cuál es el puto afán de negarse?

—No haré alianzas con Gabriel.

—Bien... —confiesa. Saca un cigarro, lo prende y fuma—. Si Gabriel es tu problema...

—¿Lo haremos a mi manera? —lo interrumpo, provocando que se ría.

—Haremos una treta, hermanita...

Al finalizar la conversación, finalmente mi hermano me deja salir. Me encuentro a mis escoltas en el pasillo, de inmediato ordeno que me sigan hasta abandonar la central.

En la calle, tres jeep aguardan. Subo al primero junto a los escoltas.

—Novedades —pido.

—Sus prisioneras —confiesa Vasek—. Anoche intentaron suicidarse junto a los niños.

APARIENCIAS AVIESAS©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora