☥ ‣ CAPÍTULO 22

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Ilusiones letales.

Kayden

―¡La STASIS! ―gritan, causando el caos colectivo―. ¡Protejan al Dux!

Aparece una decena de escoltas y suelto la mano de la mujer que tengo frente a mí. La vista borrosa me engaña... No puede ser ella. «¡No puede ser Elaine!». Retrocedo con el pecho ardiéndome. La ira predomina en mis emociones y esclaviza una vez más mis actos.

El grito de Lorcan hace que recupere la razón.

El Dux le apuñaló la pierna y ahora se levanta del suelo. Zaid y yo cubrimos a Elaine, pero detrás del sádico, la decena de escoltas se mantienen listos para obedecer sus órdenes.

―Entrégamela... ―aprieta el pugio romano bajo su mano ensangrentada.

Elaine llora en el suelo y el Dux la mira, hace el ademán de acercarse a ella. Sin embargo, Zaid intercede apenas da el primer paso.

―La tocas y te mato ―lo amenaza Zaid.

―Llegaste demasiado tarde ―el Dux curva una sonrisa.

Alza el pugio y de inmediato freno el arma con la palma de mi mano. Me interpongo entre el Dux, mi hermano y ella. El ardor por el metal perforarme la piel se extiende por mi brazo, pero no duele más que esta amarga verdad.

¿En dónde estaba mi mente cuando la creí muerta? Una crisis de ira se avecina y el poco autocontrol comienza a disiparse.

―Sácala de aquí ―le grito a Zaid―. ¡Llévatela!

Miro al hombre que se proclama Dux mientras sostiene el pugio, este hiere la palma de mi mano y la sangre chorrea. Zaid se agacha y recoge a Elaine que llora descontrolada, ella se desmaya en sus brazos y Lorcan se mantiene herido en el suelo. A duras penas se levanta y respalda a mi hermano cuando huye del jardín.

Ningún escolta se mueve o ataca, todos ellos están con la cabeza agacha y sé que esperan la orden de este sádico bastardo frente a mí.

―¿Quién carajos eres? ―lo increpo―. ¡¿Qué mierda le hiciste?!

Una cuchilla de tristeza envuelta en impotencia apuñala mi pecho. La mente me juega en contra cuando imagino las atrocidades que vivió Elaine bajo el dominio de este imbécil.

―Tú a mí no me conoces, pero yo si sé quién eres... ―expresa impasible―. El hijo adicto del congresista y mercenario Manson. No lamenté haberle despellejado la cara a tu padre.

―¿Por qué a ella? ―la parte sensible y humana de mí, considera las dudas como interrogantes exigidas. Tengo que saberlo, no puedo quedarme en la incertidumbre otra vez.

―Porque desde que la vi... La quise para mí.

―¡Nunca será tuya, hijo de la gran puta! —le grito y entonces la ira estalla.

Desvío el pugio hacia el costado, doblo su mano y el objeto cae. Azoto mi cabeza contra sus narices y el impacto lo derriba. Desato la ira del Dux. Se me arroja encima, caigo sobre el césped y comienzo a recibir golpes en la cara. 

Por dos años creí que Elaine estaba muerta, me resigné a ver su tumba. Su partida no dejo un hueco, sino que se llevó toda mi vida. Al borde del abismo, no lo pienso mucho y dejo consumirme en el vigor de las crisis. Mi pecho sube y baja, la respiración es un desastre y la saliva se mezcla con la sangre. Pateo el torso del Dux, me levanto y lo encuello. Podría matarlo de una asfixia o despellejarle la cara como lo hizo con Charlie, pero no es suficiente.

―¡Haré que me ruegues matarte! ―azoto los nudillos una y otra vez contra su cara.

―Quiero ver que lo intentes ―muestra una sonrisa manchada de sangre.

APARIENCIAS AVIESAS©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora