☥ ‣ CAPÍTULO 20

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Invictus

Kayden

06:23 a.m. Ciudad del Vaticano

La parroquia de Santa Ana rinde tributo a la santísima trinidad. Todos los obispos se reunieron temprano en la sala de oraciones para el rezo de I Ángelus. Una oración cristológica de la Iglesia para apreciar la Encarnación y honrar a la Virgen. Son breves pausas que hacen a las seis de la mañana, luego al mediodía y a las seis de la tarde.

Entono la voz y canto con los obispos, la composición lírica suena armoniosa y se propaga en ecos. Lorcan está del otro lado, junto a los principales clérigos de Europa mientras permanezco en medio del obispo Soto, ocupante de la iglesia en Madrid.

Me siento imbécil, ni cuando crío cante.

―¿Le sucede algo? ―me pregunta el Obispo Soto cuando me rasco demasiado el cuello.

―No ―miento. El crucijo está quemándome.

El cántico concluye y los obispos se retiran de la sala de oraciones. Van rumbo al comedor, ya que el desayuno en la parroquia es servido a las siete de la mañana. Pierdo de vista a Lorcan debido a la conversación que establezco con Rubén Soto, el obispo de Madrid.

―¿No han encontrado nada aún? ―le pregunto―. ¿Ninguna pista?

―No... ―expresa con angustia―. El Obispo salió de la parroquia anoche y no ha vuelto desde entonces. Está mañana espero noticias, temo que lo hayan secuestrado.

―¿Quiénes harían semejante infamia? ―me persigno, para darle toque a mi actuación.

―Esos mercenarios, hermano mío ―se lleva la mano al pecho―. La STASIS arderá en el Apocalipsis. Dios los castigará.

―Amén ―secundo sin vaciles.

Ladea la cabeza, como afirmación.

Rubén continúa caminando, por lo que sigo sus pasos mientras presto atención a lo que dice y a su lenguaje corporal. Hace días se instalaron diez novicias jóvenes; tres monjas y la madre superiora en la residencia oeste de la parroquia. No está permitido que esas mujeres merodeen por el lado de los obispos, a menos que sean para servir o lavar ropa.

«El patriarcado siempre presente» pienso.

Tomo rumbo al comedor, desayuno un par de tostadas, café y frutas. Las sirvientas recorren los platos al concluir la comida y cada obispo regresa sus funciones. En general, paso todo el día leyendo y reeditando libros eclesiásticos e históricos. Prohibidos para el público común.

Es bien sabido por el mundo, que el Vaticano oculta cruciales manuscritos para la historia humana. Pese a que nunca he tenido la oportunidad, espero conocer su biblioteca.

―Buenos días, hermano ―doy el debido saludo cuando entro a la biblioteca de la parroquia.

Lorcan está estudiando varios documentos sobre el escritorio mientras que los demás obispos dialogan en distintos idiomas. Jalo la silla y me siento al lado de mi buen compañero.

―¿Lo interrumpo? ―le pregunto sarcástico, quién diría que estudia la biblia.

―Estoy por terminar ―dice―. Llegaron unos casos de posibles posesiones demoníacas y...

―¡Déjame verlas!

―No ―aparta los documentos―. Esa información está clasificada.

Blanqueo los ojos, ya se parece a estos viejos amargados en túnica.

APARIENCIAS AVIESAS©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora