☥ ‣ CAPÍTULO 14

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Alianza con el enemigo.

11:34 a.m. Abu Dai, EAU.

Elaine

Ha pasado una semana desde que deambulé en el desierto por tres días. Creí que moriría, me había rendido. Pero la vida no le bastó con mi dolor, fue entonces que la muerte me soltó para dejarme a la voluntad de la Bestia.

El agua de la regadera fluye sobre mi cabeza mientras me mantengo inmóvil. Las heridas fueron curadas, pero aún duelen. Cierro el grifo y me coloco la bata al salir de la ducha. Mi vista viaja hacia el espejo empañado. He derramado miles de lágrimas ante el simple hecho de verme el reflejo, ya no soporto hacerlo.

Nunca sabes que estás tan jodida hasta que por más que llores frente al espejo, pidiéndome que sea fuerte y pueda superar esto, no pueda devolverme esas fortalezas.

—¿Se encuentra decente? —pregunta Nathan desde afuera—. Necesito que salga.

—No me suicidaré —contesto a la defensiva.

—Señorita, lo mismo contesto la otra noche —vuelve a insistir—. Cúbrase, que voy a entrar.

Nathan entra con los ojos cerrados, me cubro los hombros y paso por su lado.

—¿Qué le pasa? —pregunta con un ojo abierto—. ¿Está triste?

—¡Obvio que no! —exclamo con sorna y volteo hacia él—. Mi vida es maravillosa. ¡Estoy de puta madre! ¿Que no ves?

—¿Eso fue sarcasmo? —frunce el ceño.

Una patada en la ingle no sería sarcasmo, pero mi intención se desvía cuando Vasek aparece en la puerta de la habitación. Mi nueva jaula, una moderna y acaudalada prisión ubicada en lo alto de las torres en Abu Dai.

—¿Aún no está lista? —nos reprende—. Te pedí que la apurarás, Nathan.

El escolta abre los ojos, mirándome para que diga algo en su defensa.

—Saldré en un momento —contesto—. Fuera los dos, quiero vestirme.

Salen sin refutes, ambos esperan en el pasillo mientras me cambio. Vasek fue el encargado de traerme ropa, pero sus gustos femeninos son algo refutables, en su mayoría eligió vestidos elegantes. Uso uno color marfil verde menta.

Al parecer, Aleksanteri pretende llenarme de comodidades y comprarme las mejores sedas de los Emiratos Árabes. No hay que ser titulada en psicología, ni tampoco poseer los mejores magísteres en el funcionamiento humano.

El Dux desea comprarme con todos estos lujos, una parte de mí está consiente que espera que desarrolle síndrome de Estocolmo.

No le daré el gusto, para mí siempre será mi raptor. Mi verdugo. La bestia sanguinaria que condenó mi vida al inframundo. 

Paso las manos por mi cuerpo. El vestido me hace sentir horrible, no me gusta el estilo y la nueva Elaine que veo reflejada día tras día. Esa mujer frente al espejo me suplica que continúe mis estrategias. Pero para eso necesito destruir al Dux, lo que significa también, mantener cercanías prohibidas e insanas.

Suelto mi cabello, ahora lo tengo por debajo de los hombros. Otro peso que no me agrada. Le doy el último vistazo al atuendo y voy por los tacones bajos. Una vez lista, salgo al pasillo.

—Le queda precioso —sonríe Nathan—. ¿Le gustaría maquillarse o...?

—No.

—Señorita... —intenta aconsejarme, pero lo fulmino con la mirada.

APARIENCIAS AVIESAS©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora