doce.

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chiara

El castigo de mi papá fue no dejarme salir por meses. También quiere que mi hermano me lleve y me busque del colegio todos los días como si me fuese a ratear o algo. Obviamente no me negué, eso sería mucho peor. Pero, honestamente, sé que mi hermano lo va a hacer como mucho dos días y se va a hartar, y mi papá se va a olvidar del castigo. Por lo que mucho no me preocupa.

Por lo menos no voy a tener que caminar con Sofía y Valentín a la vuelta por un par de días.

Un domingo sin ver la luz del sol es bastante deprimente, a decir verdad, pero no puedo salir ni a la plaza de la esquina. Hace un rato intenté hacer un brownie para combatir el aburrimiento pero me colgué en Instagram y se me quemó. No sirvo para la cocina.

No tengo nada que hacer más que sentarme junto a la ventana de mi habitación con un cigarrillo que le robé a mi papá, ya que los míos se acabaron. Verme a mí misma en esta situación no hace más que empeorar cómo me siento. Siento que cada día me deterioro un poco más y no sé por qué, ni cómo detenerlo.

La música en mis auriculares se apaga y empieza a sonar el básico tono de llamada. Desconecto los auriculares porque odio hablar con el manos libres, me hace sentir incómoda, y atiendo. Es Manu.

—Holis.

—¿Qué onda, Chi? ¿Estás para hacer algo?

Apago el cigarrillo en el borde de la ventana y lo dejo ahí, después lo limpio.

—No me dejan salir —suelto una risa fingida—. ¿Pasó algo?

Es bastante raro recibir una llamada de Manu, generalmente se comunica mediante mensajes. Y mucho más raro es que quiera juntarse un domingo a la tarde-noche en vez de quedarse durmiendo la siesta o viendo alguna novela turca de esas que mira él.

—No, no. O sea, sí. Pero no es nada urgente. Solo que como mi mejor amiga te quería contar... Pero si no podés no pasa nada, mañana en el colegio te cuento.

—No eu, coso —como odio decir "coso" siempre que quiero proponer algo—. No puedo salir pero si querés podés venir a casa, si no te molesta.

Se queda en silencio unos segundos. Nunca lo invité a mi casa, siempre preferí que nos juntemos o en la suya o en algún otro lugar, pero nunca mi casa. Pero esta vez sentí la necesidad de hacerlo, es muy probable que si hubiera decidido que me cuente mañana en el colegio, se habría enojado. Y la verdad que no quiero perder una amistad más.

Comienzo a asustarme cuando sigue sin responder, y mi ansiedad crece, haciendo que empiece a hablar pavadas.

—Si no querés igual me podés contar por acá, o hacemos videollamada. Solo que realmente no puedo salir, mi papá me castigó por haber...

—Tranqui, Chi —me corta—. Pasame tu dirección.

Finalizo la llamada y le envío un mensaje con mi dirección. Me dice que está cerca por lo que en cinco minutos, como mucho, llegaría.

Me apuro a ordenar un poco antes de que llegue para que su primera visita a mi casa no sea tan desagradable. Al rato me percato de que no tengo absolutamente nada para ofrecerle para merendar más que agua, y ni siquiera fría porque me olvidé de llenar la botella de la heladera. Estoy a punto de mandarle un mensaje pidiéndole que compre algo y después le daba la plata, pero en ese momento un "llegué" apareció en la pantalla. 

Nerviosa como si estuviera por ver a alguien por primera vez camino hacia la puerta y le abro. Tiene una bolsita de las del chino en la mano por lo que asumo que compró algo.

Le sonrío.

—Hola, Manu.

—Hola, Chi —le doy un beso en el cachete y lo hago pasar—. ¿Todo bien?

—Sí, ¿vos? —cierro la puerta y lo guío hasta mi habitación—. Perdón si está todo enquilombado, no estoy acostumbrada a recibir visitas.

Me río, nerviosa. Dios, ¿qué me pasa? Es mi mejor amigo hace años. También se ríe.

—Tranqui, Chi, mi pieza está peor.

Nos reímos y lo invito a sentarse en la cama. Quedamos enfrentados en posición de indio y saca de la bolsita un baggio de multifruta y unas oreos. Le ofrezco darle la plata que haya gastado pero se niega rotundamente, haciéndome poner nerviosa. Detesto que me paguen cosas, me siento una inútil.

—Bueno, ¿todo bien? —pregunto—. ¿Qué me querías contar?

Asiente con la cabeza y le da un trago largo al baggio después de mandarse dos galletitas juntas a la boca.

—Sí, sí. Bueno, en sí no pasó nada, solo que yo estoy sintiendo algo y pensé que vos serías la que mejor me entendería... —empieza a titubear, por lo que le pongo una mano en la pierna.

—Tranqui, boludo. Contame, sabés que yo no te voy a juzgar ni aunque hayas matado a alguien.

Se ríe.

—No es tan grave igual.

—Mejor —suspiro y me río también.

—No nada, ¿viste Cande? —asiento con la cabeza, ya sé por dónde viene la cosa—. Bueno, en la joda pasó algo.

Lo miro expectante, seguramente me diga que cogieron, o algo de eso. Juega nervioso con el paquete casi vacío de galletitas hasta que me vuelve a mirar y habla.

—Estuvimos —yo sabía—, y me gustó... Pero no sé si quiero una relación ahora, con ella.

Frunzo el ceño.

—Pero, ¿te dijo de salir?

—No, no —niega con la cabeza—. Medio que lo insinuó.

—Entiendo. Si a vos te gusta mandale Manu, es una experiencia linda —lo miro—, ¿te gusta Cande?

—Sí boluda, es linda. Pero tiene cosas que no me cierran...

Lo miro extrañada, soy amiga de Cande y la conozco muy bien, nunca tuvo alguna actitud que me haga creer que es una mala persona ni nada por el estilo. Al contrario, siempre fue súper atenta y buena, tanto conmigo como con los demás.

—¿Qué cosas? —le pregunto cuando me doy cuenta de que no va a seguir hablando por su cuenta.

Me mira a los ojos con una expresión que le ví una sola vez, cuando falleció mi mamá, lo cuál me hace confundir. Suspira y habla.

—Después de la joda hizo un grupo con todos, menos con vos. Pensé que por ahí sería alguna sorpresa para tu cumpliendo o algo pero empezaron a hablar normal...

—¿Y?

—Quiere que nos alejemos todos de vos.

...

chan

tanto tiempo m digné

cry baby ; wosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora