tres.

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chiara

Miércoles, casi jueves y después viernes, lo que significa que hoy en la pera.

Me saco un par de fotos con Sofi en el baño del colegio haciéndonos las trolas antes de salir y después paso a mear. Sofi se queda sosteniendo la puerta por las dudas.

—¿Qué onda, Chi? ¿Cómo estás? No quería hablarte en frente de los chicos.

Hago una mueca y me limpio con una toallita húmeda, porque me dirán milipili y todo lo que quieran pero no pienso pasarme el papel gris todo áspero que ponen por la cajeta.

—Ah, tranqui. Todo bien —le contesto, esperando que entienda que no quiero hablar del tema—. Me cago en tu ayuda igual.

Murmuro al final. Ya que me contestó recién hoy a la mañana. Pero tampoco quiero ser egoísta, tal vez tenía cosas que hacer. Entiendo que no puede estar al pendiente de mí todo el tiempo como si fuese una nena.

—Perdón que no te haya contestado, amiga. Cuando mandaste el mensaje yo me estaba bañando y después me quedé re dormida mal, ni miré el celu.

—Ya fue So —me acomodo la pollera y salgo del cubículo del baño—. No pasa nada.

Hace una mueca, sé que se siente mal por no haber estado "presente" en ese momento, pero realmente ya fue. Me molestó ayer, pero ahora ya me da igual, ya pasó. Me lavo las manos y le hago un movimiento de cabeza para que salgamos del baño, los chicos nos están esperando afuera.

Salimos y vemos cómo los chicos festejan que por fin hayamos terminado con lo nuestro, exagerados. En la puerta del colegio está Cande, por lo que sonrío y corro a abrazarla. La ví por última vez el sábado pasado, y yo soy de esas personas que necesitan verse con sus amigos lo más seguido posible.

Saluda a todos con un beso en el cachete y se pone roja cuando Manu la saluda. No pasemos por alto que Manuel la agarró de la cintura para darle el beso. No quiero decir nada pero...

Arreglan de ir todos a la casa de Alexis, querían ir a la mía pero los saqué cagando con mi mejor cara de orto. Saben que mi casa para las juntadas no es una opción. En el camino compramos un termidor, una manaos de pomelo y el chetito de Matías se compra un skyy de strawberry con speeds. Más vale que no puse un peso en eso, pero le pienso robar. No se lo va a bajar él solo.

Llegamos y lo primero que hace Cande es prender la tele con total confianza y poner Los Locos Adams en Netflix.

—¿Otra vez esa película de mierda, Candela? —se queja harto Valentín—. La ponés siempre que nos juntamos piba.

—Vos no la ponés nunca, así que callate —acota Sofi, ofendiendo al ojiazul y defendiendo a su amiga.

—¿Ah, no? —amenaza—. Anoche no decías lo mismo...

Sofía le pega un saque en la nuca, acompañado de un "¿qué decís?". Giro los ojos y me siento al lado de Cande, quien está concentradísima en su película, sin darle un poco de bola a los otros dos.

—Te extrañé, amiga —le digo, un poco despacio para que los demás no escuchen. No suelo decir cosas afectivas, no estoy como para andar ventilando lo que siento.

Ella deja de mirar la pantalla del televisor y me mira. Sonríe.

—Yo también, wachina —se acerca más a mí y me habla al oído—. ¿Viste cómo me saludó Manu?

Cuestiona emocionada, transmitiendome parte de su emoción a mí. Me encanta verla contenta, pero no me gusta que se haga ilusiones, es muy poco probablemente que Manuel le de bola. No porque sea fea, al contrario, es hermosa, sino porque él es un pibe que si siente algo te lo demuestra al toque, no va con rodeos. Y a ella nunca le demostró nada directamente.

Sin embargo, le sonrío.

—Sí, ví.

Iba a seguir hablando, pero los chicos aparecen con dos jarras, Alexis deja la de vino en la mesa y Matías se queda con la suya. Compartimos el vino con Cande hasta que nos lo terminan sacando.

Sofía saca un porro armado de su corpiño, lo prende y empieza a pasarlo. Cuando llega a mí me hago la boluda hablando y me lo termino. Estando un poco fumada la película se me hace re flashera, así que me quedo embobada mirándola. Sería épico que haya una mano con vida que te traiga cosas si le pedís, como en la película. Sería más pajera de lo que ya soy.

Me acuesto mejor en sillón para estar más cómoda una vez que Sofi hace un acto de amor y me regala un armado, el cuál no pienso compartir. No me dieron skyy con speed, no les doy porro. Así de fácil.

Sé que no me puedo pasar de porro, porque tengo que estar en mi casa antes de que llegue mi papá. Y tengo que estar consiente para cuando él llegue, pero en este momento mi cerebro hace a un lado esa obligación para seguir con lo que sé que me hace mal, pero a la vez bien. ¿No les pasa? Saben que algo les hace mal a futuro, pero en el momento lo disfrutan, así que lo siguen haciendo. Es como cuando tomamos mucho y al día siguiente tenemos resaca; juramos no volver a tomar nunca más pero lo seguimos haciendo.

Siento la penetrante mirada de Sofía en mí y al instante me arrepiento de haberle contado tantas cosas sobre mí. No le devuelvo la mirada, sé que si lo hago soy capaz de ponerme a llorar acá. A veces desearía ser como ella es conmigo: cerrada. No sé casi nada de su vida, nunca me invitó a su casa, nunca me presentó a sus papás, nunca me contó sobre sus hermanos. Sé donde vive porque la he acompañado un par de veces, pero nunca me invitó a entrar.

Sin embargo, ella sabe muchísimo más de lo que me gustaría que sepa sobre mí. Cuando siento la necesidad de hablar algo me lo guardo intentando ser como ella para no ser pesada con nadie, pero termino explotando con Sofía. Ella no se queja, pero sé que está harta. Intento dejar de buscarla cuando estoy mal, pero es a la única que siento que le puedo contar mis cosas.

Cosas que nadie debería saber. ¿Por qué se lo conté? ¿Por qué siquiera pensé que sería una buena opción hablar con ella sobre eso? Estoy segura que si lo hubiera hablado con alguien a quién realmente le importara, esa persona hubiese tomado acciones al respecto. O hubiese intentado ayudarme. O aunque sea preguntarme si necesito ayuda.

Lo único que ella hizo fue preguntarme cómo estoy. No quiero pedir más, porque tal vez no me lo merezco, pero yo, en su lugar, la hubiese ayudado a buscar una solución al problema. No me arreglaría con un simple "estoy bien".

De repente siento mis cachetes húmedos, y me auto cago a pedos internamente. Por suerte, aparentemente, nadie me está prestando atención. Me limpio la cara a lo brusco con la mano y por inercia miro hacia mi izquierda. Ahí está Valentín, con un cigarrillo en una mano y una jarra en la otra, mirándome fijamente, con un semblante completamente serio. Le hago una mueca con la cara, rogándole por que no diga nada, a lo que él me regala un semblante más relajado, dándome a entender que iba a hacer como si nada hubiera pasado.

Me levanto lentamente cuando me doy cuenta de que ya son las siete de la tarde y saludo a todos para irme a mi casa. Valentín quiso acompañame, pero me negué rotundamente. Quería estar sola.

...

debería estar escribiendo una bitácora para no llevarme literatura, no cómo una adolescente depresiva fuma faso con los amigos

pero bueno cosas q pasan

cry baby ; wosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora