El héroe sin harem
Capítulo 9: El valle de los ninjas
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El cielo era irreal, un rojo que remplazaba al celeste, tenebroso espectáculo, más considerando que combinaba con los rojizos ojos de cuervos y grajos que, burlones, se posaban sobre los espantapájaros de esos campos de trigo mustios y ennegrecidos. La cacofonía de sus negros picos parecía advertir el peligro de adentrarse en esas tierras, pero un viajero sobre un burro hacía caso omiso a esos graznidos ominosos y omnipresentes.
—Qué lugar más extraño. No se ve a nadie por los alrededores, no es tierra baldía, aquí y allá veo signos de civilización, pero ¿dónde están todos? —preguntó Amador que se movía inquieto sobre su montura que iba con mansedumbre.
—Lunar es un condado que goza de un gobierno autónomo por parte del reino, es un lugar muy diferente a lo que puedes encontrar por el continente, de todas formas, los campesinos deberían estar cultivando sus tierras, es raro que eso no suceda —dijo Eros, sin poder dar una acertada respuesta a la interrogante. Sus largos bigotes se extendieron hacia adelante y empezó a otear a la distancia.
—¿Y bien?, ¿descubriste algo? Contéstame que ya me estoy poniendo nervioso en este tétrico camino.
—No huelo a sangre ni a madera quemada, así que no te preocupes, no hay bandidaje por los alrededores.
—Si los bandidos no han ahuyentado a los campesinos, ¿dónde diablos están? Y ¿por qué demonios el cielo es tan rojo? ¿Por qué hay tantos cuervos?, ya cansa el ruido que hacen los malditos pajarracos.
—El cielo se pone así en estas latitudes, es algo originado por las dos lunas cuando están en el cielo en esa posición, hacen que todo se ponga rojo.
—Qué efecto visual más pavoroso, ¿y los campesinos?
—Pronto pasará este color del cielo, solo dura un par de horas, pero se extiende por unos días; en cuanto a los campesinos, pues ni idea de dónde podrán estar.
Amador suspiró resignado y siguió sobre su manso burrito.
Lo que le dijera Eros fue verdad, la escasa arquitectura que veía junto al camino, le recordó a las estructuras de madera del lejano oriente en su mundo natal, extraño, considerando que se hallaba en un continente cuya cultura estilo Europa medioeval era hegemónica de costa a costa.
Las construcciones se hicieron más numerosas y enfrente de lo que parecía ser un castillo japonés, se apretujaban los curiosos que no podían entrar por orden de los daimyo.
—¡Déjenos entrar! ¡Queremos saber qué es lo que pasa! —reclamaron varios campesinos ante el guardia, el único que guardaba la puerta del castillo.
El guardia era de complexión atlética, rostro embozado por una especie de bufanda, contaba con un sombrero de mimbre de ala ancha que cubría sus ojos por lo que no se podía ver sus facciones y adivinar su edad, lo único que se sabía es que era alto, con toda seguridad era mucho más alto que los hombres iracundos de la entrada y el propio Amador.
Ante el silencio del portero adusto, una piedra, arrojada por alguien, impactó en el pecho. Un gemido salió de labios cubiertos por telas oscuras.
«¿Es una mujer?», pensó Amador. Más piedras y otros gemidos femeninos, le hicieron reaccionar.
—¡Alto! No sé qué sucede, pero no deberían apedrear a una mujer —gritó y sin bajarse del burro, fue hacia el guardia que de nuevo se puso firme ante el desconocido.
»¿Estás bien?
—No necesita preocuparse por mí, extranjero. Es mi deber cuidar de la puerta hasta que reciba la orden de mi capitán.
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Isekai: El héroe sin harem (Completa. De Bolivia para el mundo)
Fantasy[Historia Original] ¿Qué sucede cuando el héroe de otro mundo ya no es necesario? Un latinoamericano invocado a un reino de fantasía tendrá la dura misión de buscar su propósito en la vida y de paso encontrar el amor que le fue negado, todo en compa...