El aire en el hospital estaba denso, pesado. La noticia que acabábamos de recibir colisionó con el resto del mundo, creando un hueco en el pecho de todos los que estábamos allí, pero sobre todo en Patrick. Verlo tan devastado, tan perdido, me rompió por dentro. Lo conocía lo suficiente como para saber que la pérdida de su hermana lo estaba destrozando, pero también lo conocía lo suficiente como para saber que en su mente había algo más. No solo el dolor de la muerte de Daphne, sino la culpa que parecía consumirlo por dentro.
Patrick había vuelto a caer en su modo de autopunición, como si él fuera el único responsable de todo lo malo que había sucedido. Vi cómo sus manos temblaban mientras se aferraba al borde de la mesa, cómo su respiración se entrecortaba. Decidí no dejarlo solo. Sabía lo que era sentir que la culpa te devoraba, que cada minuto era un recordatorio de tus errores. No podía dejar que Patrick siguiera ese camino sin intentar ayudarlo.
—Patrick... —dije, suavemente, mientras me acercaba a él—. Tienes que calmarte. No te vas a ayudar a ti mismo con esto.
Él no respondió, su mirada fija en el vacío, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. Vi sus ojos rojos, hinchados por el llanto, y el rostro marcado por el tormento. Se estaba hundiendo, y yo no podía hacer nada para evitarlo.
—No puedes hacer esto solo —continué, con una firmeza que no sabía que tenía. —Vamos a enfrentarlo juntos, ¿sí? Tu hermana... Daphne no querría que te destruyeras. Ella quería que fueras fuerte.
Patrick volvió a mirarme, pero ahora había una chispa de confusión en sus ojos. Su dolor era tan palpable que sentí una punzada en el pecho. Mi propio sufrimiento, el de mi hermano, regresó con fuerza. Sabía que esas heridas nunca se cerrarían por completo, pero aún podía recordar cómo, poco a poco, la vida me dio la oportunidad de seguir adelante.
—Tienes razón —dijo, con una voz quebrada—. Pero no sé cómo salir de esto. No sé qué hacer, Kiara. Lo siento, lo siento tanto.
Pude escuchar la autocompasión en su voz, la manera en que se condenaba a sí mismo. Sentí el impulso de abrazarlo, de hacerle entender que no estaba solo. Así que lo hice, rodeando sus hombros con mis brazos, en un abrazo que intentaba transmitir todo el consuelo que no podía poner en palabras.
—No tienes que cargar con esto solo, Patrick —susurré—. Si te caes, yo te ayudaré a levantarte. Pero tienes que dejar de culparte. Todos cometemos errores. Lo importante ahora es cómo sigues adelante.
No dijo nada, pero su cuerpo se relajó un poco en mi abrazo. Eso fue suficiente para mí, para saber que al menos estaba alcanzando algo dentro de él. Los minutos pasaron como horas, hasta que finalmente decidimos salir del hospital, aunque el vacío en sus ojos seguía allí, inquebrantable. Patrick insistió en ir a buscar respuestas, a descubrir quién había hecho esto, quién había matado a su hermana. Pero no sabía si estaba listo para enfrentarse a la verdad.
Cuando nos subimos al coche, el silencio fue pesado, pero esta vez no era incómodo. Patrick, aunque destrozado, parecía haber encontrado algo en mis palabras que le daba algo de paz, aunque fuera mínima. Durante el trayecto, la música suave de ABBA volvió a llenar el aire, esta vez con un tono melancólico. No dijimos nada durante varios minutos. Yo miraba por la ventana, perdiéndome en mis pensamientos. Patrick, por su parte, no dejaba de frotarse la cara con las manos, como si intentara despejarse de alguna manera.
Finalmente, fue él quien rompió el silencio.
—¿Sabes, Kiara? A veces me siento tan impotente. Como si todo fuera en vano. —Su voz estaba teñida de una amargura que me hizo querer detener el coche y darle el espacio para desahogarse completamente. Pero al mismo tiempo, sabía que este tipo de cosas no se solucionan solo con palabras.
—Lo entiendo —respondí con sinceridad—. Yo también me sentí así cuando perdí a mi hermano. Como si todo lo que hubiera hecho en mi vida no hubiera valido la pena. Pero con el tiempo... te das cuenta de que el dolor no desaparece, pero aprendes a vivir con él.
Patrick me miró, su rostro aún empapado en lágrimas, pero ahora con una pizca de esperanza en sus ojos.
—¿Y cómo lo haces? —preguntó, casi en un susurro.
—Aprendes a caminar a pesar del dolor. A veces te tambaleas, pero sigues adelante. No puedes quedarte estancado en lo que perdiste. La vida sigue, aunque no lo quieras aceptar. —Miré al frente, la carretera borrosa por las lágrimas que amenazaban con salir de nuevo—. Y te juro que, si yo pude seguir adelante, tú también lo harás.
Al final del camino, cuando llegamos a su casa, Patrick se detuvo antes de salir del coche. La oscuridad de la noche caía sobre nosotros, pero dentro de él parecía haber una leve luz.
—Gracias por quedarte conmigo, Kiara —dijo, con una voz más tranquila que antes.
Sonreí levemente, aunque mi corazón seguía pesado.
—No tienes que agradecérmelo. Ya sabes que siempre estaré aquí.
Nos despedimos con una mirada cargada de palabras no dichas, y cuando Patrick entró en su casa, me quedé allí, en el coche, mirando al frente. La culpa y el dolor seguían apoderándose de nosotros, pero algo había cambiado. Tal vez era solo un pequeño paso, pero era un paso. Y eso, en medio de la tragedia, era todo lo que podíamos hacer: seguir adelante.
-
¡Hola a todos! Espero se encuentren bien, he estado actualizando mis historias pendientes, poco a poco, disculpénme por desaparecer, pueden empezar a leer mi nuevo libro llamado Cosecha de Sombras, ya está actualizado el capítulo 2. Los quierooo :)
Con aprecio,
Kristian
ESTÁS LEYENDO
Rosas y espinas
Science FictionUna ciudad tranquila, sin mayor riesgo, involucra actividades ideológicas que convierte el pueblo en caos, ¿pero en qué aspecto? Kiara Blank es una chica alemana que descubre quién asesinó a su hermano, ¿podría Kiara descubrir quién es? Todos pensab...