Capítulo 12

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Las sombras se alargaban en el almacén cuando el hombre salió por la puerta, dejándome allí, atrapada entre la desesperación y la confusión. Las palabras del hombre seguían retumbando en mi mente. "Jake era un traficante, un asesino..." No podía creerlo, no podía aceptar que mi hermano, mi mejor amigo, estuviera involucrado en todo eso.

Mi respiración se aceleraba mientras la angustia me envolvía. Miré a mi alrededor, tratando de encontrar algo que pudiera usar, alguna forma de escapar. Todo estaba oscuro, sin vida. Las cajas apiladas en el rincón parecían desmoronarse por sí solas, como si el lugar estuviera condenado. El aire me cortaba los pulmones y el dolor en mi pierna, producto de las ataduras y los golpes, me hacía sentir aún más vulnerable.

Mis manos aún estaban atadas, pero la cuerda que me rodeaba los pies estaba un poco floja. Quizá si logro aflojarme... Pensé, mientras luchaba por mover las manos. El tiempo pasaba, y la espera me estaba matando.

De repente, escuché unos pasos que se acercaban. ¡No!

Desesperada, empecé a mover las manos con más fuerza, arriesgándome a que me vieran. Pero justo antes de que se abriera la puerta, logré liberarme. Mi pierna me dolió al intentar levantarme, pero no me importó. Corrí hacia la ventana más cercana, que estaba medio rota, y traté de forzarla. El sonido del metal y el cristal rasgándose me hizo detenerme un segundo, pero no tenía opción. No podía quedarme allí. No podía esperar más.

La puerta se abrió de golpe, y uno de los hombres entró. Me miró con sorpresa, pero ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar cuando me lancé hacia la ventana. La ventana crujió, y logré escapar, aunque sentí una punzada de dolor en la pierna cuando me deslicé fuera. La nieve estaba fría, pero el aire fresco me despertó de inmediato.

Corrí, sin mirar atrás, perdiéndome en la oscuridad de la noche, sin rumbo. Mis piernas me dolían, pero la adrenalina me mantenía en movimiento. ¡Tengo que encontrar a Athan!

No sabía qué tan lejos estaba el almacén de la ciudad, pero lo único que me importaba era salir de allí. Las luces de la ciudad se veían a lo lejos, pero la nieve cubría todo a su paso, y mi cuerpo ya no podía seguir el ritmo. Estaba cansada, herida, pero no podía rendirme.

Athan había desaparecido. Después de haber seguido su pista hasta el último rincón, las noticias llegaron con una rapidez alarmante: Athan había sido encontrado en Canadá, secuestrado, al igual que yo. Nadie sabía cómo había llegado allí, pero las señales apuntaban a que alguien estaba detrás de nosotros dos, alguien que no perdonaría hasta vernos en ruinas.

La noticia me dejó paralizada. ¿Por qué Athan? ¿Qué estaba pasando?

Mientras mi mente se inundaba de dudas y preguntas, mi única opción era continuar con mi búsqueda. Necesitaba respuestas, y no iba a dejar que el miedo me detuviera. Aunque el dolor de la herida en mi pierna era insoportable, las imágenes de Jake y de lo que había descubierto me mantenían en pie. ¿Qué había hecho mi hermano para estar tan involucrado en todo esto?

El frío de la ciudad me golpeaba con fuerza mientras corría por la nieve. Había caído en un abismo de incertidumbre, pero la necesidad de entender la verdad me impulsaba. El viento cortante me hacía sentir más viva que nunca, aunque el dolor en mis piernas y la desesperación me hacían querer rendirme.

De repente, vi algo que me hizo detenerme en seco: una huella en la nieve. ¿Athan? Miré más de cerca. Era una huella reciente, y aunque no estaba segura de si pertenecía a él, mi instinto me decía que debía seguirla. Aunque mi pierna sangraba, y el dolor me nublaba la mente, tomé un respiro y continué mi camino.

El sendero me llevó hasta un edificio abandonado. No podía ser una coincidencia. Esto tiene que ser una pista. Entré con cautela, sabiendo que cada paso que daba podría ser el último. Dentro, todo estaba en silencio, pero pude ver que había signos de que alguien había estado allí recientemente. Una caja caída, papeles dispersos, huellas de botas en el polvo.

Al entrar en una habitación, un sonido hizo que me detuviera. Giré sobre mis talones y vi a un hombre encapuchado salir de las sombras. Mi corazón dio un vuelco. ¿Era él? ¿Athan?

Pero antes de que pudiera acercarme, sentí un dolor punzante en mi pierna. La herida que había recibido antes, se abrió de nuevo con la tensión de mi carrera. El dolor me hizo caer al suelo. El hombre se acercó rápidamente, y mi respiración se detuvo al ver que no era Athan. Era otro de los hombres que había estado con él.

Con un grito ahogado, me levanté y corrí hacia la salida, aunque el dolor me hacía tambalear. No podía permitir que me atraparan, no después de todo lo que había descubierto. Athan tenía que estar cerca, y no descansaría hasta encontrarlo.

El aire frío de la ciudad me quemaba los pulmones mientras corría, con las fuerzas agotadas pero sin rendirme. Tenía que encontrarlo.

Rosas y espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora