Día tres...
El sentimiento de la agonía no me permitió recibir a Pinocho y Espejito por la noche, tocaron a mi puerta varias veces en las que no pude abrir. El coraje no me permitió ver a nadie, con fortuna la Reina de Corazones percibía un fuerte dolor de estómago durante toda la tarde y noche por lo que tuvo que guardar reposo en cama un día entero.
Eso me otorgó el privilegio de permanecer en mis aposentos en el estado que me encontraba. Mi cabeza daba vueltas de dolor, retorciéndome en la cama de ira y estrés por lo sucedido con el caballero rojo. Ni quise recordarlo, deseaba que desapareciera para nunca verlo.
Si algo debía de golpear con los puños era el rostro de él en vez del pobre colchón que no tenía la culpa de mi situación.
—Disculpe, Lady Alice —dijo Annelisse entrando a mis aposentos, notando el desorden que había—. ¡Cielos! Parece que un huracán pasó por aquí.
—Lamento el desastre. Yo limpiaré.
—¡Por supuesto que no! ¡No la dejaré, menos en el estado que se encuentra!
—No es justo que limpies un desorden que no hiciste tú. ¡Y ya no me digas Lady Alice!
—Es mi trabajo encargarme de la limpieza —concluyó Annelisse.
Ella agarró una de las sábanas con la que me cubría del frio en la noche, incluyendo unas almohadas que también se encontraban en el suelo.
—Gracias, Annelisse.
—No se preocupe, mi Lady —mi rostro formó una mueca incrédula.
—Annelisse.
—De acuerdo, Lacie —sonreí a la mucama desde la cama—. Apropósito, otras dos personas del servicio están preocupados por usted.
—¡Pinocho! ¡Espejito! —exclamé en tono sorpresivo.
—Sí. Me los topé por los corredores, están preocupados por ti.
—Ahora lamento no haberles atendido.
—Por lo visto tiene buenos amigos —dijo con un tono de tristeza—. Es una pena, yo no he tenido muchos amigos.
Annelisse me daba algo de pesar, desde que llegué al palacio ella mostró tener buenas intenciones conmigo. Agradecía sus detalles y atenciones; aquello que nadie tenía con ella.
Dejé a un lado el egoísmo, pensando en alguien más que no fuera yo por un momento y darle atenciones a esas pocas personas que me tendieron la mano cuando lo necesité. Pinocho fue de gran ayuda al inicio de llegar a la aterradora dimensión, y Espejito me guio y acompaño en cada momento.
Que tonta. Pocos mostraron su amabilidad e interés por mí, y yo incapaz no hacía lo mismo por ellos.
—Yo soy tú amiga, Annelisse.
—¿De verdad? —un brillo se cruzó por su mirada, causándome ternura.
—¡Claro!
—¡Qué alegría! ¡Tengo una amiga! —saltó de gusto.
Su alegría transmitió emoción y alivio a mi corazón ante lo que sentía. Sin embargo no me animó completamente, una parte de mi alma se hallaba deprimida.
—¿Annelisse? ¿Me traerías algo para el dolor de cabeza?
—¡Claro que sí! ¡Lo que sea por mi amiga!
—¿Y tendrás algo que alivie el corazón?
—¿Aliviar el corazón? —ladeó la cabeza confundida.
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Cuento Retorcido © [#PGP2024]
General Fiction«El deseo es el primer paso para que suceda la magia» PROHIBIDO SU COPIA O ADAPTACIÓN. DERECHOS RESERVADOS ©