|Capítulo 41|

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Abandoné a Carmine con Hans quién no dejaba de contarle sus aventuras extraordinarias y por los infernales lugares por los que tuvo que recorrer antes de llegar a trabajar al palacio. Ella no parecía contenta, pero aprecié que no tuvo de otra cuando vio a Reynold acercarse agrandó su sonrisa pensando que él la salvaría de las aburridas y lindas aventuras de Hans. Pues, no fue así, al oírlo Reynold se puso a escuchar atentamente al amigo de Merlot mientras yo aproveché la situación para irme en busca de ese caballero rojo.

¿Por qué ese idiota tenía que ser misterioso? Aparte de atractivo y egocéntrico, mi corazón latía con desesperación queriendo encontrar a Merlot para obtener respuestas del porqué su comportamiento tan abrupto.

En uno de los pisos más altos del castillo en los corredores recordé como no perderme, gracias a Reynold supe en donde me encontraba y a donde ir. Oí susurros de alguna parte de los corredores, esas voces se me hicieron conocidas, pero no estaba segura si acercarme y asegurarme de que fueran los dueños de las voces que oía.

Me acerqué y encontré a Merlot acorralando a Olga contra la pared, ahorcándola con una de sus manos con mucha fuerza. ¿Por qué la agredía de ese modo?

—¿Olvidaste lo que te dije la última vez?, ¿Quieres que te lo repita, sirvienta? —dijo Merlot queriendo fulminar a Olga con su par de ojos radiantes.

—No, por favor... —pronunció Olga sin aliento.

—Debería de darte un castigo digno de una sirvienta, para que aprendas a respetar a tus superiores —declaró con odio.

—Yo sólo sigo ordenes de Su Majestad... —respondió aterrada tratando de quitar la mano del su agresor que no le permitía tomar aire—, ella me obliga.

—¡Y yo te ordeno que no cumplas con esa orden cuando ella te lo pida! Porque soy Sir Merlot, quién en muchas ocasiones atravesó llamas para arrastrar aquellos que se atrevieron a desafiarme.

—Sir Mer... —dijo siendo interrumpida por una bofetada.

—¡Cállate! ¡Nadie tiene derecho a decir en voz alta mi nombre! —aseguró.

—Me disculpo... —no lograba articular bien sus palabras por la mano que la sofocaba—, prometo que... no lo haré de nuevo.

—Tus palabras no me aseguran nada, después de todo la última vez dijiste eso. ¿Recuerdas? Y Stella sufrió mucho, ahora quieres hacer lo mismo por Alice...

—¡Yo no tuve la culpa! —negó.

—Parece que no has comprendido —sonrió con malicia—. Tendré que castigarte para que aprendas la lección.

Merlot puso la otra mano en su cuello para asfixiarla a pesar de ser una mujer que le doblaba la edad. ¿Por qué me quedaba escondida sin hacer nada? Debía de evitar que cometiera una locura.

A Olga ya no le quedaba muchas fuerzas para poder pelear, ni para respirar.

—¡Detente ahora mismo, Merlot! —salí desesperada de mi escondite ganándome una mirada sulfúrica de parte del hombre que no le importaba arrebatarle la vida a una mujer indefensa.

Él soltó a Olga dejándola caer al suelo acercándose a mí enojado.

—¿Cómo te atreves? —chocando su palma contra mi mejilla.

Volteé mi rostro enfrentándolo con orgullo y valentía.

—Aquí el único atrevido eres tú, agrediendo a una mujer que podría ser tú madre —señalé devolviéndole la bofetada. Al recibir el golpe se giró a enfrentarme con cierto deje de incomprensión.

Cuento Retorcido © [#PGP2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora