|Capítulo 20|

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Después de ver al caballero rojo salir de aquella habitación, obviamente fue más que claro que estuvo con Blancanieves. Mi corazón estrujado dolía, y las mariposas dentro de mi estómago volaban con debilidad. Hubo rato que Pinocho hablaba con Blancanieves, y yo comía una deliciosa tarta de melaza, una bajaba por mi garganta a mi estómago con un poco de vino; que me comenzaba a encender un poco.

Sobraba en la mesa junto con Pinocho y Blancanieves. Deseaba irme, y dejarlos conversar tranquilos sin importar nada.

—¿Y cómo estuvo? —preguntó Pinocho con una sonrisa curiosa—. ¿Si es cómo las otras lo han pintado?

—¡Mejor! —soltó un suspiro de gloria. Odiaba oír esa platica, era más bien como una intrusa, un estorbo en medio de Blancanieves y Pinocho. Mastiqué un trozo de tarta con disgusto, miré a Espejito en mis piernas, y me hizo una mueca, compadeciéndose de mí al estar interesada en un casanova—. Uff, no sé por qué, pero quiero que se repita.

—Quieres porque tus hormonas andan alborotadas —dije en voz baja mordiendo el tenedor.

Pinocho y Blancanieves intercambiaron miradas.

—Ehh. ¿Y te dijo algo? —Pinocho ignoró mi comentario, interesado en lo que sucedió entre el caballero rojo y Blancanieves.

—Aparte de cuánto me deseaba... —abrí los ojos molesta, apretando el tenedor contra mi mano—, que tenía que seguir trabajando. De no ser por eso continuaba pagando por pasar más tiempo conmigo.

Blancanieves rio feliz como si lo que hizo fue una gran hazaña, al igual Pinocho que reía con ella.

—¿Pagando? ¿Te paga por tener sexo con él? —pregunté para nada impactada,

—Dios mío! Que palabrota —dijo Blancanieves escandalizada por la palabra que salió de mi boca—. Querida, esa palabra es muy vulgar, hay una gran cantidad de palabras que puedes sustituir en vez de esa.

Espejito río a carcajadas, sabiendo todo lo que tuve que pasar. ¿Era yo la grosera? ¿Era yo la vulgar? ¿Acaso había matado a alguien con mis propias manos como todos los demás en aquel horrible lugar? Los cuales obviamente no tenían nada de cordura. ¿O era una zorra como ella?

¡Por supuesto que no!

—No he dicho ninguna palabra grosera por la que te tengas que escandalizarte como una anciana —hablé, enfrentándola.

—Mira quién lo dice, no entiendo tú mal genio —se burló Espejito—. Si desde que llegaste aquí has estado escandalizada con todo lo que has conocido.

—Esa voz se me es familiar —dijo Blancanieves buscando de dónde provenía la voz masculina. Tomé a Espejito que se encontraba en mi regazo y se lo mostré con fastidio—. ¡Pero si eres tú! Espejo mágico.

Hice una mueca incrédula por la forma en la que Blancanieves llamó a Espejito.

—¡Blanquita! —se trataban con mucho cariño, como si ya hubieran forjado una amistad antes. Espejito sonreía—, ¿qué tal todo?

—¡Todo fantástico! —respondió dulce y alegre, cómo deseaba golpear su adorable carita de ángel—. ¿Y tú? Ni se para que pregunto, supe que mi madrastra murió.

Sude frio al escucharlo.

¿Pero por qué me preocupaba? Yo no la había matado.

—Así es.

—¿Podrías mostrarme quién lo hizo?

—Oh. ¿Qué tal si te digo que no es necesario? Ya que una de las personas responsables de asesinarla está más cerca de lo que crees... —mencionó Espejito.

Reí nerviosa, agarrando a Espejito, colocándolo en mi regazo impidiendo que hablara más.

—Bueno, hay que dejar de lado el tema del homicidio, ¿no creen? —hablé.

—Pero si apenas se habló de ello... —dijo Pinocho.

—¡Si! Pero... ¿A quién le importa?

Blancanieves suspiró.

—En fin, yo ya me resigné —comentó pensativa—. No me importa nada de lo que he hecho. Porque tal parece... que mi príncipe no va a venir por mí, jamás.

—Ojalá —balbuceé en voz baja llamando la atención de todos en la mesa.

Ella no lo merecía, no conocía a su príncipe. Pero si era un buen hombre que la buscaba con desesperación, esa cualquiera no lo merecía.

—¿Disculpa? —Blancanieves contestó confundida, parpadeando sus largas pestañas con ingenuidad.

—¡Qué es una pena lo de tú príncipe! —dije cambiando lo anterior—. Es que se ve que lo extrañas mucho...

Juro que le deseaba el mal a Blancanieves, de pequeña me enseñaron a no desearle el mal a nadie, que debía perdonar y no tener rencores. A pesar, quería darle una bofetada a Blancanieves cínica, y tonta.

No porque estuviera celosa de que se haya acostado con el caballero rojo, sino porque decía "amar" a su príncipe. Si amaba tanto a su príncipe, no tenía necesidad de acostarse con otra persona si verdaderamente lo amara.

—Sí, lo extraño mucho —confesó entristecida—. ¿Quieres saber cómo lo conocí?

—No —bebí de mi copa.

—Yo sí, amo escuchar esa historia —Pinocho colocó su mano en forma de puño en su mejilla, afincando el codo de su brazo en la mesa.

Rodé los ojos.

—No es por ser grosera, pero tengo que volver a mi casa —dije levantándome de la mesa de golpe—. Gracias por la comida.

Agarré a Espejito y di pasos hacia afuera del lugar. Apurando el paso al notar que Pinocho iba tras de mí confundido, queriendo saber lo que me ocurría.

—¡Oye! Tranquila —dijo tomándome del brazo—, ¿qué te sucede?

—¿Qué me sucede? Quiero volver a mi casa, eso es lo que sucede, no tengo tiempo para escuchar historias o de como la tonta de Blancanieves se acostó con el maldito caballero rojo —dije enfadada.

Pinocho parpadeó un poco perplejo.

—Espera, esto es por... —sonrió sospechando la razón—, conoces al caballero rojo.

—¿Por qué creerías que lo conozco? —tragué saliva.

—Porque eres muy obvia, te enfadaste en la mesa porque hablamos de él, y porque cuando te topaste conmigo mencionaste a un caballero y unas que otras cosas más que no logré descifrar. ¡Pero todo encaja! —quedé un poco estática ante su argumento.

—Yo diría que acertaste. La relación que tiene Lacie con el caballero rojo es demasiado notoria que cualquiera se daría cuenta —opinó Espejito.

—¡No es cierto! —negué avergonzada, mi sangre corría hasta mis mejillas.

—Sí lo es, te pusiste ruborizada —dijo—. Y no es para menos, después de que casi tienen sexo allá atrás antes de que él fuera tras Blancanieves.

—¿Iban a tener sexo allá atrás? —los ojos de Pinocho brillaron por la emoción—, ¡que fascinante!

—¡No íbamos a tener sexo! —exclamé tan alto que todos en el lugar callaron y voltearon a verme en silencio.

Todos arquearon las cejas con sumo interés, mis piernas temblaron, y mi corazón latió a gran velocidad que casi me desmayo de la pena.

Pinocho agarró una cartera que tenía pinta de estar un poco descuidada, una cartera que se hallaba guindada en un perchero.

Se puso encima su cartera.

—Te acompañaré en tú viaje para regresar a casa, será una aventura, divertida y entretenida. Además, si yo me perdiera quisiera que alguien me ayudara a volver —borró su sonrisa. Agarró mi brazo con sentimiento sacándome del lugar—. Aunque... yo quiero que te quedes, sería divertido vivir contigo. 

Cuento Retorcido © [#PGP2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora