Me arrepentía de lo que dije sobre la higiene en ese lugar, mi cabello quedó limpio y brilloso, me sentía aseada y limpia, el baño caliente y delicioso, aunque sea un gran trabajo para las personas que se encargan de preparar el baño.
Antes de darme el baño Pinocho remojó mi cabello en grasa de cabra y zumo de limón, lo peinó durante muchos minutos, y luego lo lavó con agua y suficiente espuma. Después pude darme el baño caliente completamente en la bañera; terminando de deshacerme de la grasa de cabra y el zumo de limón.
Al salir de la bañera me dio algo de pena que Pinocho me ayudara a vestirme, podía considerarlo una buena persona, y un amigo, pero era un niño, un preadolescente y no podía permitir que se prestara para eso. Usé un vestido que presumía mis brazos desnudos y mis hombros, un vestido sin tiras, con copas que hacían relucir mis pechos desarrollados. La parte de arriba hasta mi cintura era de seda color dorado, ajustado estilo corsé, con encaje negro en la parte de arriba de las copas, y la parte de abajo, la falda era de seda color magenta opaco con detalles bordados de negro, y unas zapatillas negras.
Cuando salimos, todos los hombres que se encontraban en el bar suspiraron como idiotas al verme, como si nunca hubieran visto a una mujer, unos silbaron haciéndolo evidente que era por mí, y otros gritaban palabras de elogio, de lo más adentro de sus corazones y hormonas por lo que me sentí poco halagada, apenada por algunas palabras fuertes que me gritaban los hombres un tanto abrumadoras y vergonzosas.
Entre tantos gritos y halagos se oyó "¡Hey, cariño, veo que te arreglaste para pasar a mi cama!" entre otros como "¡Mi amor, antes no creía en los ángeles, pero ahora creo más que nunca!" y también "¡Belleza, ven y hagamos unos cuantos hijos!" horrorizada quise vomitar!
Pinocho me llevó hasta una mesa de madera, la cual era un poco rústica, con un centro de mesa; una vela encendida.
La temperatura de las bancas, frías, e incómodas, necesitaba un cojín en mi trasero para estar más cómoda. Pinocho pidió que me llevaran a la mesa sopa, pollo con un poco de col, zanahorias y remolachas saludables, pan y de beber un vaso de vino. La sopa no era de mi gusto, salvo cuando engripada o me sentía mal del estómago. Pero tenía que comer, y no debía de ser exigente con la comida, todo salió de la cuenta de Pinocho.
Mi amigo de madera, Pinocho, sé quedó estupefacto al verme devorar la comida, intenté tener modales en la mesa.
¿Qué podía decir? Tenía un hambre terrible. Arrimó el vaso de vino a mi plato para que no me atragantara.
—En serio tenías hambre —dijo sin dejar de observarme con una sonrisa sorprendido—. De haber sabido te pedía todo el menú.
—Oh, no. Lo siento... es que... —dije apenada. Tomé del vaso de vino para que bajara la comida por mi garganta—, sí, tenía hambre.
—Sí, nos dimos cuenta —se escuchó la voz de Espejito.
Traté de disimular que no escuché nada al ver a Pinocho buscar a la persona que habló.
¿Escuchaste eso? —Pinocho volteó a todos lados curioso y confundido al haber oído esa voz masculina.
—¡No! No escuché nada —negué terminando de comer, deshaciendo la hogaza de pan con mis manos, llevándome un trozo a la boca—. Gracias por la comida, estaba delicioso.
—Que bueno que te haya gustado. ¡Ahora contarás en dónde has estado porque ya no puedo con la curiosidad!
Suspiré, dejando de lado el pan.
—Pues bien, después de separarnos, me pasaron muchas cosas locas... —le conté acerca de todo, de todo lo que tuve que recorrer, y hacer, mencionando a cada persona con la que me topaba, sin olvidar mencionar a cada personaje de cuento de hada que quería retenerme en su casa, en su camino, los que se me cruzaban, y a los que herí sin ninguna intención. Aunque no parecía sorprendido por todo lo que le contaba, parecía acostumbrado—, no quise que Cenicienta se quitara la vida, no quise que el rey Charmer me besara, no quise que la reina malvada fuera asesinada.
—Lacie, deberías de calmarte, dormir un poco. Creo que te pediré una tarta de manzana.
—¿Qué acaso no escuchaste que casi muero intoxicada por una manzana?
—Las manzanas del bosque son un riesgo, Lacie. A excepción las que crecen en los campos de cultivo, son muy diferentes a las del bosque.
—Eso le dije yo, pero es más terca que una mula... — dijo Espejito, hablando nuevamente preocupando a Pinocho.
—¿Quién habla? —giró la cabeza buscando al dueño la voz.
—N-nadie.
—¡Tu conciencia! —se burló Espejito.
—¿Tengo consciencia? —se levantó.
—¡Pinocho! —hubo gente en el bar que dirigió la mirada a nosotros—, la gente te observa...
—Sí, Pinocho, párale a tú teatrito, pareces un niño, aunque no uno de verdad —rio Espejito.
Esa fue la gota que derramó el vaso.
—¡Sí soy un niño! ¡Uno de verdad! —sus ojos se cristalizaron de enojo.
—¡Basta! —dije. Mostré a Espejito a Pinocho, quién se calmó. Espejito no borró su sonrisa divertida—. Pinocho, él... es Espejito, Espejito, mi amigo Pinocho.
—Es... un... placer... —Pinocho no podía asimilar el hecho de conocer al gran espejo mágico de la reina malvada.
—Diría lo mismo, si fuera amigo de Lacie —rodó los ojos, desviando la cara como si no le hubiera importado lo que dije.
—Lo siento, Espejito, no quise decir lo contrario —aclaré.
Espejito me ignoró.
—¿Tú eres el espejo mágico? —Pinocho ladeó la cabeza, confundido—. Pensé que eras más grande.
—Créeme, a la reina malvada tampoco le gustó que yo no haya cumplido con su expectativa —comentó.
—Yo pienso que tienes un buen tamaño —dije con simpatía.
—¿Disculpa, somos amigos? —volteó a verme con seriedad.
Escuchamos la risa de Blancanieves, al salir de una habitación, colorada, con sus cabellos alborotados, caminando a paso lento y con cansancio hacia nuestra mesa.
—¿Terminaste por hoy? ¿Al fin? —preguntó Pinocho.
—Sí —dijo risueña.
—Vaya. Parece que quedaste satisfecha.
—Mucho.
—¿Con quién está vez? —preguntó curioso.
—No sé si deba decirte, es un secreto —dijo mirando hacia el lugar de donde salió.
Todos comenzamos a ver la puerta del lugar de donde salió Blancanieves, la puerta se abrió, dejándose ver el hombre con el que la princesa de cabellos azabaches complació.
Mi corazón latió tan rápido como un motor, y mi alma se estrujó, no sabría si decir de rabia, ira, resentimiento, tristeza, o dolor, había muchos sentimientos mezclados en lo más profundo de mi ser. Fue ahí cuando no pude evitar chocar la mirada con el hombre con él estuvo Blancanieves en esa habitación.
El caballero rojo.
Él miró mis ojos, yo los suyos a través de su casco de hierro, y sé que en ellos expresaba diversión. Mientras que él notaba que los míos reflejaban más que disgusto; dolor.
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Cuento Retorcido © [#PGP2024]
Fiction générale«El deseo es el primer paso para que suceda la magia» PROHIBIDO SU COPIA O ADAPTACIÓN. DERECHOS RESERVADOS ©