|Capítulo 21|

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Después de salir del burdel de los siete enanos, Pinocho me platicaba de cualquier cosa, me recordaba a las cadenas nacionales que oía en la radio de mi abuela cuando quería escuchar música y de repente interrumpían las canciones para hablar de cualquier noticia, aun así, fuera importante, o estúpida. Eso me enojaba, ya que interrumpían mi música para dar anuncio durante una hora; incluso hasta dos para acabar con mi paciencia.

Eso sólo era cuando me prohibían la televisión, el celular o la computadora; ya que me tenían cierto horario estricto para usarlos.

—Le dije a Blancanieves que se calmara, cuando llegó se veía deprimida todo el tiempo porque su príncipe no llegaba, él le juró amor años atrás cuando era una quinceañera, ahora que trascurrieron tres años lo siguió esperando hasta hace un tiempo que le exigían poner dinero en la mesa, sino se iba... —caminaba detrás de mí, hablando sin parar, juraría que me estaba volviendo loca. Lo peor era que no sabía cómo decirle a un preadolescente que se callara—, ¿pero sabes qué hice? Le dije que no lo hiera si tanto amaba a su príncipe, pero algo no me ha dejado pensar con claridad, algo que es muy agobiante, si su príncipe la ama porque no ha...

—¿Sabes que es agobiante? —dijo Espejito con la intención de callarlo.

—¡Pinocho! —exclamé antes de que Espejito dijera algo que lo lastimara—, hay algo que quería preguntarte.

—¿Qué? —preguntó.

—Sobre tu mejor amigo, ese chico que era perseguido por el lobo...

—Oh. ¿Pedro? —afirmé con la cabeza—, murió.

Detuve el paso en seco, escapé un pequeño chillido por dentro impactada. Pinocho caminaba tranquilo, lo veía muy relajado a mi parecer, no parecía que hubiera tenido una buena amistad con Pinocho. Volví a caminar y lo alcancé queriendo leer su expresión corporal. Sólo mostraba una sonrisa con una mirada caída y perdida en el suelo.

—Lamento lo de tú amigo. Perder a un amigo no es fácil.

—Está bien, Lacie ... —mencionó—, cambiando de tema. ¡Háblame de tú ligue con el caballero rojo!

—¡No tenemos un ligue!

—¿Entonces ya son pareja!

—¡Tampoco!

—Pero te gusta, ¿no?

Permanecí callada.

El caballero rojo debía de ser atractivo ya que volvía locas a todas las doncellas. ¿Y a quién no le gustaba un hombre dominante? Era todo un apasionado, un Badboy a cómo le suelen llamar en mi dimensión. Pero había algo que me frustraba su interés, ese deseo suyo de querer el contacto de otras mujeres, chicas que no eran yo, podía llegar a ser.

Se notaba que era un experto en conquistar mujeres.

—Es un mujeriego.

—¿Eso que tiene que ver? Está buenísimo —dijo—. Si yo fuera tú, permitiera que me tirara en una cama...

—¡Pinocho! Eres un niño.

—Ay. Haces escándalo por nada —se irritó. Bufó—. Adultos.

—No soy una adulta, recién cumplí los dieciocho.

—Pues, pareces una chica joven, muy estirada.

—En mi crianza y crecimiento me enseñaron lo que es la prudencia, y la disciplina para ser obediente. Mi familia es algo estricta, sobre todo porque quieren conservar su imagen y reputación.

—Creo que te controlan demasiado. Te doy un consejo —arqueé una ceja—, vive como quieres, conoce realmente lo que es viví r, motívate a viví r. ¡Vive de verdad, Lacie !

—¿Qué clase de consejo es ese? —se burló Espejito. Pinocho frunció el ceño—, bueno, supongo que no se puede esperar mucho de un niño.

—Espejito —mascullé.

Lo único que te faltó decir, fue... "¡Vuela libre cómo mariposa y luego tírate de un barranco!

—Es lo que he aprendido solo —señaló—. Creo que aquellos que no tenemos padres que nos enseñen esos valores y principios que deben inculcarnos... ¡No sabemos de lo que es correcto por más que queramos! Yo apenas conozco lo que está bien o mal...

—Tranquilo, Pinocho —acaricié su espalda mientras caminábamos—. Te dije que yo sería tú guía, tú consciencia. Te enseñaré lo que tienes que saber y pronto podrás reconocer lo que es el bien y el mal.

—Gracias, Lacie. ¡Me encanta tener una nueva amiga como tú!

—A mí también me alegró conocerte —dije siendo interrumpida.

—Sólo te pido, que no seas tan exigente conmigo como tus padres lo fueron contigo. No quiero volverme un niño con baja autoestima.

Abrí mi boca para protestar, pero Espejito se me adelantó a hablar.

—Opino que los padres son exigentes porque quieren colocarle límites a sus hijos para que haya una mejor convivencia con estos, es parecida a una herramienta que ayuda a que los niños sepan diferenciar entre el bien y el mal. No es para controlarlos, es para educarlos —afirmé de acuerdo con Espejito—. Ya que hay consecuencias de tener padres permisivos, tanto como los padres que son exigentes, los padres deben de aprender a ser exigentes, tanto como ser permisivos para no destruir la autoestima de sus hijos, confiar en ellos y darles ciertas libertades.

Llegaron recuerdos de mi padre tras oír las palabras de Espejito, mi papá tenía la misma manera de pensar que Espejito, y yo opinaba igual. De no ser por mi padre que influyó en mi crecimiento para que supiera lo que era correcto y lo que no, no imaginaba el tipo de chica que me hubiera convertido. Y era cierto, los padres eran exigentes para colocarles límites a sus hijos, los educaban, no para ser perfectos, sino para ser mejores que ellos. Sin embargo, creo que hay variedad de padres exigentes. Yo votaba por los estrictos y permisivos, los que confiaban en sus hijos plenamente y que a pesar aún los protegían.

Siempre es bueno ponerles límites a los hijos, darles ciertas libertades y esa confianza que la mayoría anhela de sus padres, el amor y los consejos de los padres; los cuál se necesita para llevar a cabo una mejor educación y crianza.

—Yo digo que te puedes meter tú opinión por el cul... ! —abrí los ojos por la palabrota de Pinocho.

—Bien. Parece que estamos en una etapa de rebeldía en plena preadolescencia.

—¡Tú no sabes nada de mí! No me conoces —Pinocho se detuvo, dispuesto a discutir con Espejito—. Sólo eres un ridículo espíritu atrapado en un tonto espejo.

—¡Escúchame bien niño! ¡Mi tolerancia tiene un límite! ¡No estoy para soportar tú absurda actitud!

—Con más sencilla razón ¡Desaparece de una buena vez! Mejor aún... —arrebató a Espejito de mi mano—, te romperé.

—¡No te atrevas! —gritó enojado. Agarré el brazo de Pinocho para evitarlo—. ¡Lacie ! ¡Ayúdame!

—¡Pinocho! ¡No lo hagas!

—¡Maldito niño de madera, te hace falta una consciencia! —decía Espejito alterado.

—¡Te arrepentirás por haber dicho eso!

Pinocho y yo peleábamos por el espejo mágico. En medio de la nada, sólo se escuchaban los gritos de los tres discutiendo. Hasta que oímos el fuerte relinchado de un caballo que detuvo medía pelea.

Nuestros cuerpos se detuvieron al darnos cuenta de la presencia de un caballo negro que se detuvo a pocos metros de nosotros, un caballo que era dominado por su dueño.

—¿Qué carajos sucede aquí? —dijo el dueño del caballo con una voz firme.

Juraría que las miradas de Pinocho y Espejito se dirigieron hacia mí con atención.

Lo que me faltaba.

Lástima que la tierra no me succionó. 

Cuento Retorcido © [#PGP2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora