Capítulo 2

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Kyungsoo…

El suave tono de la voz de JongIn le hizo estremecerse. Desear que un hombre lo tocara era algo tan nuevo para el… No podía evitar sentir miedo.

JongIn lo miró fijamente.

–Tienes que saber lo bonito que eres. Por supuesto que me he fijado en ti. También me he dado cuenta de que no sales de fiesta como el resto de los donceles de tu edad. No eres de los que tienen aventuras de una noche.

–He dicho un beso, no que me gustaría acostarme contigo.

El desdén con el que el pronunció aquella frase le hizo gracia a JongIn.

–Así es. Ya ves que soy un seductor, porque no se me había ocurrido que no estuvieras ofreciéndote a pasar la noche conmigo.

JongIn encogió los hombros. Parecía tan cansado y con tanta necesidad de consuelo… Kyungsoo sintió que el conflicto se apoderaba de el. Quería que él lo viera como disponible, pero también deseaba protegerse. Resultaba muy frustrante.

–¿Cuáles crees que son los donceles de mi edad? Tengo veinticinco años –le desafió el irguiéndose tanto como él–. ¿Cuántos tienes tú? 

¿Treinta?

–¿De verdad? Pareces más joven –contestó él mirándolo como si estuviera valorándolo de nuevo, algo que incitó más sentimientos contradictorios en el.

«Vete», se dijo. «Es más seguro».

–Tener una profesión es muy importante para mí –añadió el–. 

Kim Resort me la ha dado y no he hecho nada para poner en peligro mi trabajo aquí. Supongo que no te sorprenderá que te diga que envío dinero a mis padres. No me puedo permitir perder un turno porque tengo resaca.

–Eso no me sorprende en absoluto. Siempre me has parecido muy leal y cariñoso. Incluso virginal.

Kyungsoo sintió que los ojos le escocían y los bajó para mirarse las manos.

–No lo soy –admitió con una vocecilla. No quería que aquellos recuerdos se entrometieran cuando se sentía tan a salvo con él.

–¿Y se te ha juzgado por eso? Los hombres tienen doble rasero. Odio mi sexo. Mírame a mí. Me acuesto con mujeres y donceles y no vuelvo a hablar con ellos. Eso es lo que hago, Kyungsoo. De verdad –confesó, como si se despreciara a sí mismo.

Kyungsoo notó la advertencia que había en aquel extraño intento por tranquilizarlo. El agradeció el esfuerzo, aunque se había equivocado. Sí, lo habían juzgado, pero por el delito de un hombre contra el, no algo que el hubiera hecho.

–Yo también odio los hombres –admitió. «Pero no a ti», se dijo en silencio.

–Ah, un canalla te rompió el corazón. A mí se me da muy bien ser el hombre con el que las mujeres y donceles acaban de rebote.

–¿Por eso ligas con las turistas? –le preguntó el, sin poder evitarlo, divertido–. ¿Les estás ofreciendo primeros auxilios?

–Soy el hombro sobre el que lloran. ¿Te engañó? –dijo como si estuviera hablando con uno de las turistas a los que se habían referido–. Es un idiota.

–¿De verdad eres tan superficial? –le preguntó Kyungsoo. No se lo creía. 

Cuando se marchaban aquellas mujeres y donceles  estaban relajados y eufóricos, no  tristes. Siempre había sentido envidia. Curiosidad.

–Muy profundo no soy, pero no les miento. Saben muy bien lo que van a sacar de mí.

–Una noche –aclaró él.

Una noche inolvidable (Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora