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Agustín no pudo apartar la mirada de la mesa. Hamish estiró el cuello hacia adelante, exigiendo la atención de Agustín, pero no pudo mirar hacia arriba.

—¿Debes saber algo sobre Marcos?

Agustín conocía el sonido de sus gruñidos y gemidos cuando estaba a punto de llegar. Sabía su sabor y el olor de él, y que le encantaba sumergirse profundamente en la boca de Agustín y agarrarse del pelo cuando finalmente se descargó.

—No lo he vuelto a escuchar por teléfono...

—¿Lo has visto?

La mente de Agustín fue hacia la pija de Marcos, y él se estremeció. La ha visto, la tocó, la chupó.

—¡Agustín!

—¿Qué?

—¿El teléfono? —Morris espetó. Ella golpeó su puño sobre la mesa, y él levantó la vista. Tanto ella como Hamish se inclinaban hacia adelante, tratando de concentrarse.

—Lo he visto y estaba limpio, sin nada.

—Maldición, —dijo volviéndose.

—¿Qué pasa con esta pandilla dentro? —Preguntó Hamish.

—Se está haciendo más grande, pero Marcos dijo que no me preocupe, todo es hablar y no actuar.

—¿Preocuparse? —Preguntó Morris. —¿Por qué te preocupas?

—Le dije que no quiero que se lastime.

Hamish sacudió la cabeza. —Buen movimiento, actúa como si te importara, y él se abrirá a ti.

Otro escalofrío recorrió la columna de Agustín. A Marcos le encantaba abrirlo y meter los dedos dentro. Nunca lo suficientemente profundo, nunca el ángulo correcto, pero la provocación siempre lo hacía terminar en la mano o boca de Marcos. Quería que Marcos lo follara, y Marcos lo sabía.

Agustín sacudió la cabeza para arrojar los pensamientos lejos. —¿Qué está pasando afuera?

—Estoy tratando de bloquear la compra de la granja y Watson está bajo vigilancia. Se le ha visto tomando entregas de barriles.

—¿Barriles de qué?

—Todavía no estamos listos para movernos aún, primero tenemos que poder vincularlo con Marcos. Sus amigos han estado en mi casa.

—¿Haciendo qué?

—Merodeando, mirando fijamente, asegurándose de que sepa que están allí.

—Es intimidación, —murmuró Morris. —Llana y simple.

Hamish se hizo un gesto para sí mismo y las bolsas bajo sus ojos. —Bueno, está funcionando. No me siento seguro en mi propia casa. No puedo dormir, salto con cualquier ruido. Cuanto antes obtengamos algo concreto, más rápido podremos derribarlos.

Morris le apretó el hombro. —Y cuanto más rápido podamos seguir adelante.

Agustín miró hacia otro lado y puso los ojos en blanco, pero Morris se dio cuenta. —Todo depende de que hagas tu trabajo. Acércate a Marcos.

Marcos había estado dentro de su boca, pero no en su trasero. Esa era la única forma en que se acercarían, si Marcos finalmente dejara de burlarse y lo tuviera adecuadamente.

Agustín forzó una tos. —Lo haré lo mejor que pueda.

—Asegúrate de hacerlo, —siseó Morris.


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Marcos estaba esperando en la puerta, con los brazos cruzados, una sonrisa petulante extendiendo sus labios, y toallas arrojadas sobre su hombro. —Pensé que podríamos ir al gimnasio.

INFILTRADO ; MARGUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora