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—Espero que tengas algo para nosotros... —murmuró Morris.

Agustín se mordió el labio. —Lo escuché por teléfono.

—¿Y? —Hamish gruñó.

—No escuché quién estaba al otro lado, pero estaban hablando de la granja de Jameson. Marcos quiere que alguien la compre, o un pedazo de tierra o algo así.

—¿Escuchaste alguna descripción?

—Dijo 250,000, podría haber estado hablando de dinero, podría haber estado hablando de los minutos hasta que salga. No estoy seguro.

Morris negó con la cabeza. —¿La granja de Jameson? ¿Quién demonios es Jameson?

Agustín finalmente apartó su mirada de la mesa y miró a Hamish. Su bigote era irregular, su piel pálida, y cuando se pasó la mano por la cara, Agustín notó que su alianza de boda se había ido.

—Sé quién es Jameson, —murmuró.

Morris se quedó boquiabierta. —¿Quién?

—Él tiene una granja cerca de mi casa, posee los campos detrás de mi jardín—. Hamish apretó los dientes. —Bastardo...

—¿Crees que está comprando la granja? —Preguntó Morris.

—Tal vez.

—¿Por qué demonios haría eso?

—Para atormentarme, para ejecutar sus negocios turbios frente a mí.

Morris miró a Agustín. —Necesitas conseguir ese teléfono.

—No lo guarda en la celda. Los guardias lo han buscado dos veces más desde la última vez que te vi, no está allí.

—Bueno, ¡lo está guardando en alguna parte!

Hamish se mordió el bigote. —¿Dijo algo más, alguna pista de a quién le estaba diciendo que comprara la granja?

Agustín sacudió la cabeza. —No, eso fue todo lo que dijo, y no lo he vuelto a escuchar por teléfono.

—Mierda —siseó Hamish, empujando su silla hacia atrás. Se estrelló contra el suelo y él lo fulminó con la mirada. —Tengo que detener lo que sea que esté planeando.

—Ese es el problema, —murmuró Morris, levantando las manos en el aire. —No sabemos lo que está planeando.

—Tienes que conseguir ese teléfono, —dijo Hamish.

—No sé cómo.

Morris resopló. —Debes estar lo suficientemente cerca ahora, pide usarlo.

—No.

—Ustedes son amigos, ¿verdad? ¿Compañeros con un monstruo?

Agustín ensanchó sus fosas nasales. —No puedo pedir usarlo, él querrá algo a cambio.

—Entonces entrégate a él.

—Morris, —gruñó Hamish, —eso no es gracioso.

—No estaba tratando de ser graciosa.

—Lo intentaré, está bien, —dijo Agustín.

—Haz más que intentar, —espetó Morris. —Consigue ese teléfono.


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Agustín bajó la cabeza mientras lo escoltaban de regreso al ala. Soltó un suspiro lento y esperó a que la puerta golpeara. Había estado allí tres meses, y cada semana que pasaba, se sentía cada vez más como un fraude. Un fraude a Oscar que esperó ansiosamente a que regresara, un fraude al Capitán que trabajó duro para entrenarlo, un fraude a Marcos que lo hizo sonreír y ofreció su protección sin trampa, y un fraude al inspector que lo ayudó en su momento de crisis. Su corazón, su mente y su pija estaban tropezando el uno con el otro, y los estaba traicionando a todos.

INFILTRADO ; MARGUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora