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—Esta es la primera vez que nos conocemos...

No sabía por qué, pero esperaba que el Director fuera más grande, más alto, más ancho, pero era un hombre flaco con cejas pobladas e incluso cabello más tupido.

Agustín lo siguió a la oficina y se sentó en su escritorio. —Gracias por verme.

—Toda esta operación encubierta, muy poco ortodoxa. Admito que no estaba contento con la idea, preocupado por tu seguridad más que nada, y cuando te apuñalaron, traté de cancelarlo, pero Hamish fue persistente.

—Definitivamente es persistente, —murmuró Agustín.

—Como un perro con un hueso, y él me aseguró que podrías manejarlo, y estoy impresionado de decir que sí. Hamish me ha dicho que has sido de gran ayuda...

—No lo he manejado—. Agustín se rió con tristeza. —Me voy de esta prisión sin saber quién soy.

—Eres un oficial de policía.

—¿Lo soy? Lo único que sé con certeza es que cuando me miro en el espejo, no me gusta lo que veo.

—Siento escuchar eso. Hamish me aseguró que estabas feliz, contento de estar dentro...

—¿Contento? Mi hermana murió y él no me lo dijo.

—¿Qué?

Agustín trató de recordar las palabras de Morris. —Creo que te dijo que estaba identificando un cuerpo.

Los labios del Director se abrieron y cerraron.

—Esa era mi hermana.

—No tenía ni idea. Yo... —se interrumpió, sacudiendo la cabeza. — Lo siento.

—Ya sabes... mentí antes de ir a prisión, y mentí mientras estuve allí, y no quiero mentir más.

El Director frunció el ceño. —¿Qué quieres decir?

—Ya terminé aquí. Marcos está en solitario, pero su liberación, hasta donde yo sé, sigue adelante el viernes.

—Los guardias vieron a Paulo atacar primero, Marcos aún será liberado según lo planeado.

—Quiero hablar con él antes de irme.

El Director suspiró y luego sacudió la cabeza. —Eso no parece una buena idea.

—Fue todo lo que pude pensar cuando nos encerraron, y tan pronto como se nos permitió salir de nuestras celdas, fui a la biblioteca y le escribí una carta a Marcos.

Levantó el papel doblado para que el Director lo viera. —Por favor, déjame dárselo.

—Está en solitario... Iré contigo y abriré la escotilla.

—Gracias.

El Director miró boquiabierto al espacio y luego susurró: —Tu hermana.

Agustín sacudió la cabeza. No podía pensar en ella.

—¿Hay algo más que pueda hacer por ti?

Agustín asintió con la cabeza. —Me gustaría ver a Oscar y al Capitán.

—Puedo hacer eso ahora mismo.

Levantó el teléfono de su escritorio y se conectó de inmediato. —Envíen a Oscar Linton y Benjamín Tracy a mi oficina.

Agustín cerró los ojos y oyó al Director volver a colocar el teléfono en el soporte.

—¿Puedo hablar con ellos a solas?

INFILTRADO ; MARGUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora