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Hamish miró a Agustín expectante. —¿Bien?

—No he escuchado nada más.

—Ha pasado un mes desde la última visita.

—Lo sé—. Agustín suspiró.

Un mes jugando al ajedrez con Marcos. Un mes de verlo desnudarse para ir a la cama. Un mes de quitarse la ropa bajo su mirada vigilante. Un mes de despertarse con Marcos y tratar de no mirarlo mientras estaba parado en toda su gloria desnuda, con la erección matutina flotando mientras se preparaba para el día.

—Entonces, ¿qué has estado haciendo? —Preguntó Hamish.

—Como, duermo, juego al ajedrez, hago ejercicio en el gimnasio y voy a clases de arte.

Hamish golpeó su puño sobre la mesa. —Esto no es un retiro de vacaciones!

—Has estado aquí ocho semanas, —murmuró Morris.

Caminaba de un lado a otro en la pequeña habitación. —Seguramente tienes algo más para nosotros. Marcos Ginocchio quiere venganza, pero no necesitábamos que nos dijeras eso, estás aquí para descubrir qué forma tomará esta venganza.

—Me he estado acercando a él.

Morris se detuvo y se inclinó hacia adelante mientras ella se reía. —Oh, en serio, ¿te estás acercando?

—No así.

—Claro, —sonrió ella, —no así—. Morris puso los ojos en blanco y desvió la mirada.

—Lo digo en serio, —espetó Agustín, —Sé lo que es, sé lo que ha hecho. No voy a usar mi cuerpo para acercarme a él.

—Entonces, ¿qué querías decir con acercarte? —Preguntó Hamish.

—Más o menos... como amigos, supongo.

—¿Amigos con Marcos Ginocchio?

—Espero que se abra a mí y me diga qué está planeando en el exterior.

—Fue una pérdida de tiempo venir hoy—. Murmuró Morris.

—¿Realmente no tienes ninguna información nueva, nada en absoluto?

Agustín frunció el ceño ante su regazo, luego levantó la cabeza. —Tiene un teléfono.

Morris corrió hacia delante y apoyó las manos sobre la mesa. —Mira, ese es el tipo de cosas que deberías contarnos.

—Sin embargo, no lo he oído usarlo, y no sé dónde lo esconde.

—Necesitamos ese teléfono, —dijo Hamish, —hablaré con el Director y pediré a los guardias que registren la celda.

—¿Y si no lo guarda en la celda? —Preguntó Morris.

—Entonces dependerá de Agustin averiguar dónde está. Tendrá contactos, mensajes. Necesitamos ese teléfono, ¿entiendes?

Agustín asintió con la cabeza. —Sí, yo entiendo.


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Oscar estaba esperando en la puerta. Él sonrió cuando Agustín dio un paso atrás en el ala. —¿Cómo estuvo tu tío?

—Bien.

—Así que el Capitán ya está en el gimnasio.

—¿Ansioso por ponerte en marcha?

Oscar asintió con la cabeza. —Demonios sí. Te gané ayer.

INFILTRADO ; MARGUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora