(14) Escucha a tu corazón

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La fuerza de atracción es innegable. Mantengo los ojos cerrados esperando que mis labios conecten con los suyos. Sin embargo, ese momento no llega. El teléfono de Daniela empieza a sonar inesperadamente. Ella se percata de la situación y se aparta de mí. Mira su teléfono mientras observo como suspira con resignación.—Lo siento. Debo contestar.—Se excusa y se aleja para hablar.

Yo sigo roja como un tomate, sin asimilar lo que acaba de pasar entre las dos. Mis mejillas me arden. Mi mente está todavía procesando lo que ha pasado. Casi nos besamos. La cercanía e intimidad que hemos compartido, han hecho que tenga una conexión más fuerte hacia ella. Miro a Daniela mientras habla por el teléfono tratando de despistar todos estos pensamientos que van desbordados por mi cabeza. ¿Por qué se ha alejado tan de repente? Y lo más importante ¿Por qué noto un vacío en mi corazón?

Trato de componerme cuando veo que cuelga y se acerca a mí.—Lía siento decirte esto, pero tengo que volver a casa.—Parece afectada.

—Sí, por supuesto.—Digo levantándome.—¿Todo bien?—Pregunto preocupada por su reacción ante la llamada.

Ella parece dudosa para contestar.—Todo está bien.—Responde ella con una sonrisa forzada.—Necesito volver a casa. Me han llamado los de seguridad, al parecer la alarma ha saltado. No saben si ha sido un error o alguien se ha colado en nuestra residencia. No pueden darme más detalles hasta que esté allí porque quieren que vaya y revise las cámaras.

Escucho a Daniela con atención.—Espero que sea una falsa alarma.—Le digo con total sinceridad.—Cualquier cosa, puedes hablarme por WhatsApp.

Ella asiente.—Oye, respecto a lo de antes.—¿Se refiere al casi beso?—Quisiera poder quedar contigo otro día para hablar, si te va bien por supuesto.—Veo como se pone la mano en el cuello evitando mi mirada. Está nerviosa, qué adorable.—Y si quieres claro.

No esperaba nunca ver una Daniela Martínez así de tímida. No puedo evitar sonreír de oreja a oreja.—Por supuesto, me encantaría.—Observo como ella también sonríe al escuchar mi respuesta.

—Si eres tan amable de seguirme.—Dice ella bromeando.—La voy a llevar a su casa, con mi carruaje.—Me río y la sigo hasta el coche.—Usted primero, señorita.—Me abre la puerta de copiloto para que pueda entrar.—Espero que haya disfrutado de la velada.

Antes de entrar, la miro a los ojos.—La verdad es que sí, ha estado muy bien. Gracias Dani.—Ella reacciona al instante cuando oye el apodo salir de mi boca.—Quiero decir, Daniela, perdón.—Trato de arreglarlo al ver su cara de sorpresa.

—Dani está bien.—No aparta la vista de mí.—Me gusta.—Dice sonriendo.

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—Ya puedes pasar a verla.—Me informa la recepcionista de la residencia.—Debo advertirte, no ha pasado muy buena noche. Creo que hoy no va a ser su día.—Me guía hasta su habitación y nos despedimos.

Otra vez aquí. Tengo tantas cosas que contarte. Mi mano se posa sobre el frío picaporte. Respiro hondo antes de abrir la puerta. Allí está, tumbada en su cama. Parece que duerme placidamente, no quiero despertarla tampoco. Sin hacer ruido, voy caminando hasta el sofá de al lado y me siento.—Buenas tardes abu.—Digo en voz baja. Su tenue respiración me demuestra que, efectivamente, está dormida.—Sé que no me vas a escuchar, pero necesito contarte como me siento.

Espero alguna reacción por su parte. Sin embargo, sigue durmiendo. Pobrecita, ha pasado mala noche.—Estoy confundida. Mi cabeza me pide una cosa y mi corazón otra.—Empiezo a contarle.— Cuando empezó el curso, conocí a una chica. Debo admitir que no me cayó muy bien. Demasiado presumida y con una actitud soberbia.—Sonrío recordando el primer día que nos conocimos.— Decidí ignorarla, pero por causas del destino, terminamos coincidiendo más de una vez. Traté por todos mis medios odiarla. Al final resultó que, cuanto más intentaba alejarme de ella, más me atraía. No fui consciente de eso hasta hace unos días.

Flores Bajo la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora