IX

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Un mes completo había transcurrido y el de azul mirada se negaba a dirigir la palabra a quien le había ofendido, incluso se negaba a permanecer demasiado tiempo en el mismo lugar que él. No importaba cuantas veces el albino intentara disculparse, siempre era ignorado. En más de una ocasión tuvo que soportar el que le cerraran la puerta de la habitación real en la cara, de ser echado de la biblioteca, de ni siquiera ser mirado cuando obligadamente compartían la cena en el gran comedor.


Realmente le molestaba esa actitud en el beta, si, sabía que se había pasado un poco al burlarse de él, pero creyó que habían quedado a mano cuando había sido derribado.


— ¿No puedes ordenarle que me hable de nuevo?


— No, intenté hablar con él, pero parece que es más terco y orgulloso de lo que pude imaginar.


— Era mejor cuando obedecía sin rechistar. – Masculló molesto.


— Prefiero que sea así. Al fin puedo ver diferentes expresiones en su rostro, me siento incluso un poco más cercano a él. Escucharle quejarse de ti es muy divertido.


— No lo es para mí. – Su amargura pudo notarse en el tono de su voz y es que el saber que el ser apartado había logrado que ellos se acercaran hacía crecer en él un malestar al que no podría ponerle nombre.

— Si realmente quieres que te perdone, entonces discúlpate.


— Lo he intentado, pero no me escucha.


— Discúlpate de verdad, no solo con palabras. Demuestra que estás arrepentido, si no quiere hablar contigo logra que te escuche.


Bokuto meditó durante horas la manera en la que podría disculparse con el beta, quizá dándole algo que le guste o una loca idea como secuestrarlo y llevarlo lejos para obligarlo a que hablara, pero estaba seguro que, aunque lo amenazara con abandonarlo en medio del bosque su orgullo sería más grande que hablarle. Suspiró frustrado mientras giraba en su cama una y otra vez sin poder conciliar el sueño, lo que necesitaba era ir a cazar para despejar su mente.


Había momentos en que Akaashi notaba una sutil tristeza en el de mirada dorada cuando se negaba a hablarle que lograba doblegar por un instante su orgullo, en más de una ocasión tuvo que alejarse para no verle o terminaría respondiendo, peor aún, perdonándole, pero no debía, siempre se le había enseñado que su orgullo era lo más importante y si este era ofendido no había manera de arreglarlo. Lo sabía y aun así se encontraba sentado en la cama junto a su esposo sin poder dormir. Recordando con pesar las expresiones del de cabello gris, sintiéndose culpable de azotarle la puerta tantas veces en su rostro, una parte suya quería perdonarlo, ya lo había hecho, pero temía que si se lo dejaba tan fácil volvería a ofenderle.


— ¿No puedes dormir? – Aquella pregunta interrumpió sus pensamientos y miró a quien se sentaba también.


— Estoy bien, lamento haberte despertado.


— No es molestia. – Talló uno de sus ojos intentando alejar el sueño que le suplicaba volver a dormir. Le preocupaba cuanto aquella pelea comenzaba a afectarle a ambos, no quería que las personas que más le importaba se odiaran entre sí. Akaashi le sonrió suavemente antes de recostarse esperando que el otro hiciera lo mismo para pegarse un poco a él. — ¿Nunca lo perdonarás?

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