Agua y fuego.

Capítulo 5.- La calle de la Seda.

¡AVISO PARA NAVEGANTES!

Este capítulo contiene escena +18, así que todo aquel que no le guste leer toda esta literatura, por favor, que se abstenga de leer este capítulo.

El principio del capítulo no tiene +18 sino que aparecerá como a mitad de este. Pero el contexto en sí no es importante para los siguientes capítulos. Si lo fuera, lo especificaré en el capítulo correspondiente.

Todo aquel que quiera comentar este capítulo, por favor, desde el respeto a otros lectores y a la escritora detrás de la pantalla. Las críticas constructivas son bien recibidas y agradecidas. Repito, no pretendo sexualizar a los actores, ya que todo mi trabajo lo hago desde el respecto más absoluto hacia ellos.

¡Espero que os guste! <3

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Lystral, "la devoradora", se había comportado y Daemon Targaryen seguía de una sola pieza. Pero él aún llevaba la sensación de que la dragona no iba a perdonarle tan fácilmente lo que años atrás le había hecho a su jinete. Ahí se dio cuenta del gran lazo que se había formado entre ambas.

-Tu dragona es rencorosa.

-Sí. Más que yo.

-Viserys dijo que los dragones no se doman. Que la idea de que controlamos a los dragones es una ilusión.

-Tiene razón. No se doman. Ni los controlamos. Pero Lystral es... mi otro lado del espejo. Mi otro yo si hubiera nacido dragona. Nos complementamos.

Ambos avanzaban de vuelta al palacio, cubiertos por sus capas negras que ocultaban sus rasgos más característicos. Aunque habían ido a la cueva donde estaban los dragones, se habían desviado a la ciudad, donde el pueblo aún seguía de celebración por las nupcias de los dos príncipes. Estaban disfrutando de la fiesta más que los propios novios.

-Parecen que están disfrutando de nuestro casamiento más que nosotros mismos.- dijo en voz baja Lyssa Velaryon, poniéndose cerca de su marido, quien se movía despacio en aquella calle donde reían, cantaban y bailaban. La joven miraba a todo el mundo con detenimiento. Los niños corrían de un lado a otro, riendo y jugando. Las mujeres bailaban y sus sombras se proyectaban en las calles con la luz de las antorchas de la ciudad. Los hombres reían y cantaban coplillas obscenas a raíz de la ingesta de alcohol. La joven peliblanca sonrió, viendo que al menos algunos disfrutaban de aquel día.

Daemon iba en completo silencio y eso ponía de los nervios a su esposa. No sabía que pensaba, ni que planes tenía a partir de ahora. Ni siquiera sabía que ocurriría en aquella noche, su supuesta noche de bodas. Todo el mundo esperaría que los cónyuges yacieran en el lecho nupcial. Y ahí estaban ellos, volviendo de la cueva de los dragones y paseando por la ciudad como si no se hubieran casado apenas unas horas antes.

Iba tan ensimismada con sus pensamientos que no se dio cuenta que un grupo de seis hombres, completamente aturdidos por el vino o la cerveza, se acercaban directamente a ellos. Solo cuando chocó con uno de ellos, la bebida calló sobre ella y escuchó un gruñido a su lado, se fijó que había topado con alguien.

Antes de que aquellos energúmenos se lanzaran sobre ellos, Daemon tiró de ella hacia la calle de al lado. Los individuos los seguían de cerca, mientras ellos doblaban cada esquina que veían. Él tiraba de ella y entonces, cansada de dar vueltas por la ciudad, con el fin de despistarlos, Lyssa tiró de su esposo hacia una de las primeras puertas que encontró.

-Parece que han pasado de largo.- dijo ella, descubriendo su cabeza y oyendo cada vez más de lejos los pasos de sus perseguidores.

-No sabía que te gustaban estos sitios, querida esposa.- una sonrisa burlona se instaló en el rostro de él, que avanzó dirección a la semi oscuridad, seguido de cerca por Lyssa que tragó saliva fuertemente mientras apartada una sábana de lino que mantenía oculto aquel mundo en el que ambos se adentraban.