Capítulo 9.- Asuntos claros.

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La brisa del lugar entraba por la ventana, refrescando la habitación donde Lyssa Velaryon aún se mantenía tumbada, reposando tal y como el maestre le había ordenado que hiciera. Toda su tripulación había aparecido para ver cómo se encontraba tras haber despertado y prometieron encontrar al culpable, aunque fuera lo último que hicieran.

Ella pidió que no le dijeran nada a su familia, que llegaron unos minutos más tarde. Achacó la toma de la bebida a una confusión del servicio y, cuando sus hijas se calmaron y su llanto cesó, las dejó junto a sus padres para que las llevaran a un sitio tranquilo, asegurando que estaba bien. Laenor, ya dormido al fin, no había ido, pero ella lo buscaría luego, pues dentro del plan de Rhaenyra, también él entraba en el juego. Y no dejaría que las ambiciones de su prima hicieran desaparecer a su familia.

Esperaba noticias de Harlik cuando unos golpes resonaron en la habitación. Ella se incorporó un poco y, dando paso, su marido entró en la habitación, cauteloso, mirándola desde su posición. No lo había visto desde que se había marchado en busca de todos. Ella lo miró y, apoyándose en el borde de la cama, se levantó despacio, abrigándose con el chal que Eyla le había dejado.

- No deberías levantarte.

- Y tú no deberías planear matarme junto a Laenor.

- Lyssa, eso no es...

- Es lo que escuché. – dijo ella, con el rostro serio, mirándolo desde cerca de la chimenea, cuyo calor la reconfortaba, a pesar de no molestarle el frío de la habitación. – Explícate, Daemon.

El susodicho dio unos pasos hacia ella, revolviéndose el pelo con una mano, mirando hacia otro lado. Ella, impasible y seriamente, lo miraba moverse inquieto. Juraría que nunca había visto así a su marido, pero en aquel momento, solo quería las explicaciones pertinentes.

- Rhaenyra me propuso unirnos...

- Sé lo que te propuso. No quiero volver a oírlo.

- Lo rechacé completamente. Le dije que podía contar conmigo e incluso contigo, pero que no te haría eso y, mucho menos te unirías a ella en matrimonio como nuestro antecesor.

- ¿Y Laenor?

- No sé si Rhaenyra planea algo contra él... Pero solo sé que no podía dejar que te tocara a ti.

Ella se río amargamente. - ¿Pero sí podías estar con Mysaria, mientras estaba sola asimilando la muerte de mi hermana?

Él la miró con la sorpresa en el rostro. – Tengo ojos en todos lados, Daemon.

- A veces, odio a tu tripulación.

El silencio se instaló entre los dos. Lyssa estaba barajando todas las opciones posibles. Por un lado, quería creer en sus palabras. Por otro lado, no sabía si hacerlo. Estaba insegura. A pesar de las palabras que su marido le había dedicado antes de despertar, no creía estar segura de que de verdad sintiera aquello, puesto que, al final siempre corría o parecía correr al lado de su prima y de Misarya.

Se giró para no verlo. No podía. La decisión se tornaba más difícil si lo veía. Toda su vida había estado observándolo, enamorada de él. Pero nunca se lo había dicho. Porque sentía que solo era una sustituta, la de Rhaenyra. Que su ambición era alcanzar el trono y ella solo era un obstáculo en su camino. Al final, tomó la decisión que podría llevarla a su propia perdición, pero quería comprobar si lo que Daemon había confesado, había sido verdad.

- Eres libre, Daemon Targaryen.

- ¿Cómo dices?

- Eres libre. – repitió mirándolo a los ojos sorprendidos de él y abrazándose a sí misma, refugiándose en la estola. – En el momento en el que salgas por esa puerta, serás libre de marcharte con Rhaenyra. Alega ante tu hermano diferencias que nos han separado y que te dé el beneplácito para separarnos y marcharte con mi prima. Yo me marcharé lejos con todos y no volverás a vernos.

Agua y fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora