Daemon y Lyssa apartaron a sus hijos de sus primos. Cuando llegaron a los aposentos, Lyssa se apartó con Rhaena y Baela, para hablar con ellas sobre los acontecimientos que vendrían. Serían prometidas de Lucerys y Jacaerys, para garantizar no solo su seguridad, sino también el futuro de Marcaderiva y el trono.
Aegar y Baeserys estaban junto a su padre, que se encontraba sentado observándolos jugar con los dragones de madera que tenían y mirando a sus hijas y a su esposa hablar en el pequeño balcón. El leve viento movía el pelo peliblanco de su mujer y su semblante era serio al hablar. También observaba a las muchachas, para ver su reacción. Tanto Rhaena como Baela estaban pendiente a su madre y se miraban la una a la otra.
Cuando quiso darse cuenta, las dos niñas abrazaron a su madre y la susodicha pareció soltar todo el aire que contenía sus pulmones. Las dos jóvenes volvieron a la habitación junto a sus hermanos y él se levantó, acariciando las mejillas de sus hijas, mientras se dirigía hacia su mujer.
- ¿Cómo se lo han tomado?
- Saben que estar casadas con Jacaerys y Lucerys podía ser un destino probable, así que no se lo han tomado mal.
- ¿Cómo sabían eso?
- Al parecer, han tenido unas pequeñas charlas con Nysah y Eyla sobre... diversos temas. – esa afirmación hizo que se le erizara la piel a Daemon, sabiendo por donde iban los tiros.
- No quiero saberlo, Lys. Por favor. – dijo con una sonrisa el peliblanco.
- Tranquilo. Yo pensaba tener una charla con ellas, pero al parecer Nysah y Eyla pensaron que estaba ocupada con los embarazos y tenía que evitar el estrés.
- Por eso sé que están bien protegidos, tu tripulación haría lo que fuera por ellos.
- Sí, lo harían. – ella se asomó al pequeño balcón, pensativa ante los acontecimientos del día. Daemon la observó y colocó una mano tranquilizadora en su espalda.
- ¿Qué piensas?
- En el juicio, Daemon. Mi tío no parará hasta conseguir Marcaderiva. Tu hermano... ya has visto su estado, no podrá defendernos. Y aunque proclamemos los matrimonios de nuestros hijos, nadie nos garantiza que eso servirá para mantener a raya a Alicent.- Lyssa se abrazó a sí misma y apoyó la cabeza en el hombro de su esposo.
- Rhaenyra va a hablar con mi hermano.
- Ya has visto su estado... Viserys apenas puede moverse.
- Pero él haría lo que fuera por ella.
El silencio se hizo entre la pareja y observaron el horizonte de Desembarco del Rey. Entonces Lyssa lo miró.
- ¿Has visto a los hijos de Rhaenyra y Laenor? Sigo sin ser capaz de ver como lo han conseguido.
- Yo tampoco...
- Ya hablaré con ella. – sentenció Lyssa, girando para mirar a los niños. – Prométeme algo, Daemon. – la peliblanca miró a su marido seriamente. – Tengo un mal presentimiento con este juicio. Así que prométeme que mantendrás a los niños a salvo.
- Eso siempre lo haré. No tienes que preocuparte. – dijo él atrayéndola hacia su cuerpo.
Por un momento, Daemon olvidó lo que se les venía encima con Lyssa en sus brazos. Pero sabía que todo aquello era como un tsunami que podía destruirlos.
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A la mañana siguiente, el salón del trono se llenó de personas para presenciar el juicio. Rhaenyra, Laenor y sus hijos mayores estaban a la derecha del mismo, mirando hacia el trono de hierro. A la izquierda, los hijos de Alicent miraban a la otra parte de su familia. Otto, Alicent y Criston Cole estaban al pie del trono.
El guardia presentó a Lyssa y a Daemon, junto a Baela y Rhaena. Los cuatro bajaron las escaleras y cruzaron el pasillo. Baela y Rhaena se colocaron al lado de Jacaerys y Lucerys. Daemon se colocó cerca de Rhaenyra y Laenor, que lo recibieron con un asentimiento de cabeza y una sonrisa.
Lyssa se paró durante unos segundos frente a la reina y la mano dl rey, sonriéndoles con sarcasmo y haciendo una leve reverencia. Luego, miró a su tío, quien hizo una mueca de asco.
- ¿Puedo cortarle la cabeza? ¿O sacarle los ojos? – murmuró Daemon en el oído de la peliblanca.
- Aún no. Más tarde. Tienes mi permiso. – le susurró Lyssa a Daemon, mirándolo con una sonrisa. Tanto ellos como sus hijas iban armados hasta las cejas.
El juicio comenzó con la voz de Sir Otto Hightower presentando la causa y las demandas de aquellos implicados. El rey seguía sin aparecer. Lyssa escuchaba todo aquello pensando en silencio, calculando los siguientes movimientos. Si le daban Marca Deriva a su tío, nunca dejaría que Lucerys Velaryon o cualquier otro vástago de Rhaenyra o incluso de ella misma se hiciera con aquellas tierras. Además, los marcaría como lo que todos sospechaban. Bastardos. Y si le concedían lo que querían a los negros y a ellos, esto llevaría quizás a una guerra interna. Se irguió y miró a sus hijos.
Ahora era el turno de Rhaenyra para defender su causa, alegando en primer lugar la unión de la casa Targaryen-Velaryon con el casamiento de Jacaerys y Lucerys con Baela y Rhaena. Pero las puertas del Gran Salón se abrieron de par en par, dejando ver a Viserys entrar, con aquel mal andar que la enfermedad le estaba ocasionando. Todo el mundo guardaba silencio mientras veían al rey andar hacia el trono.
Al subir las escaleras que le conducían al trono, tropezó. Pero Daemon lo ayudó a sentarse, mientras volvía luego a su posición. El juicio continuó como si no hubiera pasado nada, con el testimonio de Rhaenyra y, luego, con el de Lord Vaemond. Este cometió un error.
-Sus hijos... ¡son bastardos! Y ella... es una zorra.
En el gran salón se oyó un estupor general. Lyssa gruñó por lo bajo y habló. – Basta tío. Es suficiente.
Vaemond se giró hacia ella con una sonrisa cruel. - ¡Y tú! – la señaló con el dedo índice. – Eres una traidora y otra zorra como ella, sobrina... Casándote con...- el rey interrumpió el discurso de Vaemond, levantándose brevemente de su asiento con una daga en la mano. - Os cortaré la lengua por eso.
Sin embargo, la cabeza fue cercenada delante de todos. Lyssa observó el cuerpo de su tío caer. Observó como Aemond miraba con con cierta curiosidad y admiración a Daemon Targaryen, quien había sido el ejecutor.
-Puede quedarse su lengua.
- ¡Desarmarlo!
-No hará falta. - se giró entregando su espada a los guardias y colocándose de nuevo al lado de su mujer. – Gracias por darme ese beneficio. – ella sonrió ante las palabras de Daemon y se colocó a su lado.
La atención volvió a recaer sobre el rey, que respiraba con dificultad. Todos parecieron moverse al unísono. Alicent se acercó al trono, cogiendo al peso a Viserys, mientras Rhaenyra lo veía a los pies del mismo. La voz del rey era demasiado débil, pero colocó una mano en el hombro de su mujer y se irguió con las últimas fuerzas que le quedaban. - Este juicio ha terminado. Lucerys Velaryon es el heredero de Marca Deriva, si lord Corlys ha fallecido. Es mi palabra. – Lyssa relajó los hombros mientras abrazaba a Rhaenyra y luego a Laenor.
Baela y Rhaena se abrazaron a ella y Daemon también se unión al abrazo, sin apartar la vista de su hermano, que era sacado del salón del trono por los guardias. Lyssa le acarició el brazo, dándole apoyo.
- Aún nos queda una cena...
- Lo sé.
Lo que no sabían es que aquella cena desencadenaría el intento de volver a cumplir una venganza antaño sucedida. Y quizás, de algo peor.
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Agua y fuego.
Fiksi PenggemarUn mundo de agua que se unirá al fuego de los Targaryen. ¿Podrá el agua apagar el fuego? ¿Será el fuego el que consumirá el agua? ¿O podrán unirse para formar algo sólido?