Toda la corte real había marchado a Marca Deriva en cuanto supieron de la muerte de Laena Velaryon. Sir Tyland Lannister, tras una fuerte discusión con la familia de su mujer, había decidido que era mejor opción que ella descansara en el mar. Se encontraba allí, escuchando las palabras dedicadas en honor a su esposa, ausente. No solo la había perdido a ella, sino también al hijo que esperaban.
Rhaenys Velaryon y Corlys Velaryon lloraban silenciosamente a su hija perdida. Baela y Rhaena estaban junto a la tripulación más cercana de Lyssa Velaryon, mirando aquel ataúd que contenía el cuerpo de Laena. Los otros dos hermanos, parecían ausentes. Laenor lloraba desconsoladamente mirando el mar. A su lado, Rhaenyra junto a sus hijos intentaba consolarlo.
Lyssa Velaryon simplemente miraba, sin soltar ni una lágrima, la madera que no le hacía justicia a la belleza de su querida hermana. Dentro de ella, algo se había roto, tan profundamente que incluso su dragona, Lystral, la había llevado cabizbaja. Cuando la había dejado en el foso de dragones de Marca Deriva, Vhagar, el dragón de Laena, la había observado impasible, como si no acabara de perder a su jinete por sus llamas.
La carta de Sir Tyland era clara. Su hermana sabía que iba a morir en el parto así que se acercó a su dragón y le pidió que la incinerara. Este dudó pero finalmente hizo lo que le pedía, aun cuando él trató de impedirlo a toda costa. Así que Lyssa cuando vio a Vhagar, simplemente sonrió tristemente, agradeciéndole el gesto que había tenido con ella.
Y ahora estaba allí despidiendo a su hermana, su amiga, cogiendo de la mano a Laenor para que no cometiera una idiotez y perderlo a él también. Ya tenía bastante con ver como Daemon Targaryen estaba alejado de ella, sin mostrar el apoyo que, por el contrario, demostraba su prima. Los dos Velaryon contemplaron como el ataúd era lanzado al mar y desaparecía en sus profundidades.
Laenor se lanzó entre las rocas, quedándose ahí varado, sin atender a las súplicas de Rhaenyra o sus padres. Lyssa se dispuso a bajar junto a él. Una última despedida para Laena Velaryon. Alguien la cogió del brazo.
-Lyssa...
-Suéltame. No tienes derecho. No ahora mismo.- susurró ella, deshaciéndose del agarre de Daemon.
-Mi señora...- la voz de Eyla, se colocó a su lado, intentando también retenerla allí.
-No. Ahora no. Cuida a las niñas.- continuó ella, notando como su vestido empezaba a mojarse con el agua salada del mar.
Se mantuvo a una distancia de Laenor, que ahora se encontraba de rodillas, empapando todas sus ropas. Lyssa simplemente se quedó de pie, observando aquel inmenso océano que tantas veces la había acompañado. Laena era vida, era esa libertad que ella conseguía entre las olas, era felicidad. Y ahora no estaba.
Un nudo se instaló en su garganta, mientras miles de recuerdos acudían a su mente. Lo último que ambas hermanas se habían dicho era cuánto se querían, cuánto habrían deseado no separarse, aun sabiendo que era su destino. Que algún día, cuando la dejaran, iría montada en Vhagar a Marca Deriva y, junto a Lyssa, surcarían los mares en su barco, dejando que aquella angosta superficie las engullera.
Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, segura de que nadie la veía. Empezó a entonar una canción que había aprendido en un viaje. Una vieja melodía hacia los difuntos que el mar se había llevado. La punzada en su corazón mientras cantaba era tan real como el sentimiento de haber perdido además ese día a su marido. Ocurría algo con su esposo que no la dejaba tranquila. Pero tomaría cartas en el asunto.
-Laenor... Es hora de volver.- susurró Lyssa mientras ponía una mano en el hombro de su hermano y este la miraba con los ojos vacíos.
-Se ha ido. Laena no está.
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Agua y fuego.
FanfictionUn mundo de agua que se unirá al fuego de los Targaryen. ¿Podrá el agua apagar el fuego? ¿Será el fuego el que consumirá el agua? ¿O podrán unirse para formar algo sólido?