Cada Vez Más Cerca.

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El baile real estaba a pocos días de de suceder, Orihime había sido invitada por el príncipe Ulquiorra y Matsumoto había sido invitada por el capitán Gin.

Matsumoto estaba preparándole un vestido ideal a Orihime, mientras ella buscaba empleados para su restaurante, había logrado que muchos en el reino supieran que estaba contratando cocineros y meseros pero aún con esto se le hacía difícil encontrar a alguien que realmente pudiera cumplir bien con alguno de estos trabajos, caminando por las coloridas calles del reino se dio cuenta de que ese día no lograría nada y sería mejor regresar a casa, caminó y caminó con mucha paciencia y observando a las personas pasar algunas muy apresuradas, otras muy sonrientes, otras preocupadas o serias, eran confortables los momentos en los que ella podía pensar y observar con toda libertad, cada cosa que veía para ella tenía un significado y si por alguna razón ella aun no lograba ver ese significado, ella se esforzaba por encontrarlo.

Ya casi había llegado a casa, pero decidió a último momento que quería ir al restaurante, caminó hasta el restaurante y llegando ahí abrió la puerta con cuidado y entró al local, luego medio cerró la puerta tras ella y se dirigió al despacho del restaurante, entró y miró la habitación, era considerablemente grande, se veía algo oscura y aun tenía ese olor a la colonia que usaba su padre, en un perchero vio el sombrero favorito de su padre y su abrigo, vio las lámparas y el escritorio que antes solía ser de su padre, atrás del escritorio estaba una gran ventana, aun recordaba cuando su padre había decidido hacer esa ventana, su madre se negó a que rompiera la pared solo por ese capricho pero al final su padre logró salirse con la suya, había sido muy gracioso ver a su madre y a su padre estar en desacuerdo y luego reconciliarse y bromear al respecto, su padre había hecho esa ventana  porque  le gustaba ver el jardín trasero de su restaurante; tantos recuerdos, tantos momentos con ellos, esos lazos tan fuertes que nunca desaparecerían sin embargo ahora todo era invisible, ya no veía ni a su padre, ni a su madre, ni a su hermano, ya no los escuchaba, ya no los sentía... habían pasado tantas semanas tratando de ignorar el hecho de que le dolía no ver a sus padres y a su hermano y  al entrar a ese despacho y ver tantas cosas de su padre y una pintura en especial, esa pintura de tamaño mediano colgada en la pared, era un retrato de su padre, su madre, Sora y de ella cuando ambos hijos estaban pequeños, en ese retrato se podía ver a él padre de Orihime sosteniéndola tiernamente en sus brazos cuando ella era tan solo una bebé, Sora estaba en medio de su padre y su madre tomado de la mano de su mamá, ella estaba sonriendo muy feliz;  la persona que había hecho ese retrato era un amigo de la familia que había fallecido hace ya casi un año, ella recordaba que su padre había estado muy triste cuando se enteró de eso y ahora ella se sentía aún peor viendo lo extinta que estaba su familia, se acercó a la pared donde se encontraba el cuadro y alzó su mano para tocarlo, unas lagrimas se asomaron a sus ojos, no pudo evitar llorar y quitó su mano del cuadro, se dirigió al escritorio y se sentó en la silla enfrente de este,  era como intentar ver a su padre frente a ella nuevamente, quería verlo y lloraba aun más,  se apoyo en el escritorio y se dejo caer en la tristeza y soledad.

Ya era un poco más tarde ese día y una chica pelinegra corría en dirección del restaurante de Orihime, llegó al frente de la puerta de entrada, estaba muy agitada, respiraba profundo y rápido mientras se agachaba recargaba sus manos en sus rodillas, se veía algo desaliñada por todo lo que había corrido, vestía un vestido azul que estaba algo gastado y largo, un par de señoras que iban pasando por ahí la vieron y comenzaron a hablar entre ellas criticándola.

-Viejas locas. –La chica rodó sus ojos y entró al restaurante igual de apurada. – ¿Hola? –Habló en voz alta esperando encontrar a alguien ahí.

En el despacho del restaurante...

-uh? ¿Alguien llegó? –Se volteó y miró hacia la puerta, luego miró el retrato de su familia y suspiró. –Hago esto por ustedes y nuestros sueños. –Dijo esto mientras se levantaba de la silla y se dirigía al gran comedor. –Hola, buenas tardes. ¿Qué se te ofrece? –Orihime le sonrió a la muchacha y la observó, usaba un vestido azul con un diseño muy lindo, mangas largas y una falta ligera, su cabello era negro y largo y sus ojos eran cafés oscuros, notó que estaba agitada y que parecía algo nerviosa. –

Lazos Encontrados Entre Luz y OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora