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Anahí volvió a casa después de pasar tres días increíbles junto a Alfonso. No se habían acostado, pero habían hecho el amor de mil maneras distintas. Él le había dado placer a ella y ella a él. Alfonso le había enseñado lo que le gustaba, como le gustaba que le tocasen, incluso le había enseñado cómo le podía gustar a ella misma cuando estuviese sola. Y para terminar todo aquel entrenamiento, durante su última comida juntos, ella había sido el postre.

— Jamás pensé que me pudiese sentir así —le había dicho después de correrse, prácticamente, en su cara, y probar su propio sabor después con un beso.
— Te dije que existían mil maneras de pasarlo bien, sin necesidad de acostarse.
— Y que lo digas.

Ahora la había llevado a casa y se había despedido de ella con un beso abrumador y un colgante de oro rosa con su inicial.

— Para los demás puede ser la A de Anahí, pero los dos sabemos que es la A de Alfonso, ¿verdad, preciosa?

La A de amor, había estado a punto de decir Anahí cuando él se lo había puesto alrededor del cuello. En cambio había suspirado y había envuelto sus brazos alrededor de su cuello para volver a besarlo y despedirse de él.

— Nos vemos en las vacaciones.
— Aún queda mucho —se quejó.
— Lo sé, preciosa. Estas dos semanas se me van a hacer eternas sin ti entre mis brazos.
— Pero después pasaremos dos semanas uno pegado al otro.
Mmm —se acercó a ella tanto como pudo—, pero vestidos o desnudos. Yo preferiría desnudos.

Anahí se rió, golpeando su brazo y después se separó de él para entrar en casa antes de que Charlotte bajase a buscarla.

Alfonso se alejó a regañadientes de la casa de Anahí y puso rumbo de nuevo a la última charla que tendría en la universidad. Después de eso tenía que ir al aeropuerto sin perder un minuto porque tenía que volver a Nueva York lo antes posible. Rubén le había llamado unas horas antes y le había informado que había un problema en una de sus oficinas y que requerían de su presencia lo antes posible. La charla no la podía suspender, era la última y como las vacaciones estaban cerca los estudiantes después estarían hasta arriba con los exámenes y no querrían perder el tiempo escuchándole a él. Pero sabía que si no dejaba a Anahí en su casa antes de la charla, se entretendría todo lo posible para no apartar sus manos de ella, ni su boca de la suya. Así que ahí estaba, conduciendo hasta la sala en la que debía dar la charla oliendo todavía el perfume tan característico de Anahí que ya se había impregnado, no solo en su coche, sino también en su interior.

— ¿Y bien? —sonrió Charlotte, sentándose de piernas cruzadas frente Anahí en su cama— ¿cómo ha ido todo?
— ¿Tienes ganas de conocer a su guardaespaldas? —le soltó en respuesta.
— ¿Está bueno?
— No tanto como Poncho, claro. Pero si, está bien.
— ¿Bien?
— Es tu tipo, totalmente. Musculado, rubio, alto, bronceado...
— ¡Me apunto!¿A qué debo este placer?
— A que a Poncho le han gustado tanto las cosas que me has enseñado que dice que te debe un favor.

Charlotte se levantó en la cama para empezar a bailar y saltar a lo loco mientras Anahí se reía tan alto como podía. Era feliz. Por primera vez en mucho tiempo, era feliz. Estaba feliz con lo que estudiaba. Estaba feliz con la amistad de Charlotte. Estaba feliz con Alfonso. Es más, quería a Alfonso. Lo amaba. Lo amaba con toda su alma. Lo amaba y ni siquiera tenía la oportunidad de vivirlo. Lo amaba y estaba condenada porque su futuro estaba atado a Matthew Collins.

— ¿Estás bien, Annie? —preguntó Charlotte al ver el repentino cambio de su amiga.

Anahí se llevó la mano al cuello, acariciando la preciosa A que colgaba en el para tranquilizarse, y se mordió el labio inferior antes de hablar.

Futuro pactadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora