Epílogo

791 68 34
                                    

Tiempo después, Alfonso entró corriendo en el hospital seguido de Charlotte y Rubén, que habían venido con él al recibir la llamada que llevaba esperando semanas, Anahí estaba a punto de dar a luz a su primera hija.

Se habían enterado que estaba embarazada poco después de su luna de miel, el verano anterior, y ambos habían estado como locos con la noticia. Anahí estaba feliz porque estaba formando la familia que tanto había anhelado y que pensaba que jamás podría tener y Alfonso estaba embobado con cada pequeño cambio en su mujer y, aunque nunca había pensado en tener hijos, no tenía dudas que, con la única mujer con los que tendría mil, sería ella.

Con el tiempo, Anahí había aprendido a perdonar a su padre y, aunque no tenían ninguna relación, ya no le guardaba el rencor que le había guardado al principio. Cada mes, iba también a visitar la tumba de su madre y había sido en su última visita cuando había empezado a sentir contracciones y había pedido a Mauricio, que la acompañaba a todos lados como si fuese su abuelo, que avisara a su marido de que la pequeña Gio estaba a punto de conocerlos a todos.

— Anahí Herrera —anunció al llegar al mostrador.
— ¿Es usted su marido?
— Si.
— Acompáñeme, acaban de meterla a quirófano porque ya ha dilatado lo suficiente, llega justo a tiempo.
— Gracias —respondió, recuperando el aliento.

Cuando entró la vio, con la frente llena de sudor y roja por el esfuerzo, pero más guapa que nunca. Se puso junto a ella corriendo y sujetó su mano dándola ánimos porque, por desgracia, era lo único que podía hacer. Cuando por fin su hija llegó al mundo, Anahí se la puso sobre su pecho y lloró de alegría mientras la niña también lo hacía.

Horas después, cuando Charlotte y Rubén se fueron y se quedaron solos por fin, Alfonso arrulló a su hija entre sus brazos y se inclinó en la cama de su mujer, para quedar a su lado.

— Es preciosa, mi amor. Como tú —Anahí se ruborizó, Alfonso la llevaba llamando preciosa desde el día que se conocieron prácticamente y ahora, su pequeña también parecía haberse ganado el apodo.
— Si que lo es, es perfecta. Sus manitas, sus ojitos, su nariz... Es guapísima y va a ser guapísima de mayor...
— Pero, lo más importante, preciosa —acarició su nariz—. Esta niña se casará con quién quiera, siempre que sea la persona que ama, que la haga feliz y no le haga daño —sentenció Alfonso, dejando un beso en la cabecita de su hija y después uno en los labios a su mujer.
— Te amo tanto, Poncho... —suspiró, dando gracias por haber encontrado un marido tan increíble como Alfonso, de la manera más simple posible.
— Y yo a ti, preciosa. Con todo mi corazón.

FIN

Espero que hayáis disfrutado de la historia tanto como yo de escribirla. Es cortita y he tardado en subirla porque entre el trabajo y que he estado mala... Se me ha complicado la cosa pero aquí está, al completo. Hacía tiempo que no me sentía tan motivada para escribir. Espero seguir así, la verdad.

Ya me pongo con la próxima, ¡nos vemos pronto!

Futuro pactadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora