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Con casi veintidós años, Anahí era toda una mujer. Estaba a punto de graduarse como profesora, su educación en protocolo era exquisita y no solo sabía hablar inglés, sino que también dominaba a la perfección francés, italiano, alemán y árabe. Estas dos ultimas gracias a unas amigas que había conocido hacia varios años, en el internado para señoritas fondo había acabado sus estudios antes de comenzar la universidad. Se podía decir que llevaba una vida perfecta, por lo menos desde fuera, porque la verdad es que ella tenía marcada la fecha de caducidad en la frente.

La fecha de su veintidós cumpleaños debería ser algo feliz y emocionante. En cambio, para ella, significaba que llegaba el momento de entregar su vida y su virtud a un asqueroso hombre que le doblaba la edad, Matthew Collins. Su futuro marido, su futuro dueño.

No había sido consciente de lo que pasaba la tarde que lo conoció pero sí que lo fue después, cuando a los quince años, su madre le habló de su historia de amor con su padre.

— Al principio no lo quería —había empezado a hablar— ¿Dónde iba una chica como yo con un hombre como tu padre? Yo tenía veintitrés cuando me casé con tu padre, que tenía cuarenta y dos, como los tendrá tu marido cuando te cases con él —aunque ahí su madre había hecho mal las cuentas, porque Matthew tendría cincuenta y tres cuando se casase con él.
— ¡Pero yo no conozco al señor Collins!
— Lo conocerás, yo tampoco conocía a tu padre cuando caminé hacia el altar y resultó ser un hombre amable y cariñoso, ¿no ha sido buen padre contigo?
— Eso no tiene nada que ver, ¿y qué pasa si no quiero casarme?
— Anahí, es tu deber. Tu padre hizo un trato muy importante con el señor Collins hace años, no puedes rechazarlo.
— Un trato nada justo, si me dejas opinar.
— No necesitas opinar nada, es una orden. No seas insolente —su madre la había abofeteado en ese momento, entre gritos, haciéndola retroceder un par de pasos y agachar la cabeza avergonzada.
— Lo siento, madre.

Desde entonces la relación con sus padres había sido escasa y distante, aunque Anahí siempre había sentido la necesidad buscar su aprobación. En los estudios, en la compañía, en los modales, en la ropa que usaba...

Guardó su portátil en el bolso y tras rellenar el termo con café caliente, salió a la calle como cada mañana para dirigirse a la universidad. Le gustaba caminar por aquella ciudad, sentía que nadie la conocía y podía disfrutar del paseo sin pensar constantemente en sus obligaciones. Su padre le había dicho que se casaría cuando terminase sus estudios pero... ¿Y si no los terminaba nunca? Sonrió de lado. Quería terminar la carrera ya, pero siempre quedaba la posibilidad de hacer algún máster, algún curso o cualquier especialidad. Dio un sorbo a su café después de soplar un poco y asintió. Buscaría algo para seguir estudiando, ganaría uno o dos años más de libertad y, con suerte, el estúpido señor Collins sufriría un infarto y no tendría que casarse con él.

Como si pensando en sus planes para el futuro les hubiese invocado, el teléfono comenzó a sonar con fuerza, avisándola de que su padre la llamaba. Le había puesto el tono de llamada de Psicosis así que no podría ser otra persona.

— ¿Si, padre?
— ¿Esa es manera de contestar? Además, ¿qué le pasa a tu voz?
— Estoy caminando hacia la universidad —contestó, omitiendo la otra pregunta—. Mi voz suena acelerada porque voy rápido, ¿pasa algo?
— Vendrás en las vacaciones de primavera, ¿verdad?

Anahí rodó los ojos. Sabía porque quería que fuese, Matthew Collins esperaba tener una visión de su actual aspecto, para hacerse una idea de con lo que se iba a casar e iba a disfrutar, pero ella no tenía el menor interés en que eso sucediese, así que contestó:

— Lo siento pero me va a ser imposible. Nos han puesto muchos trabajos grupales y necesitamos vernos durante todas las vacaciones. No puedo estar yendo y viniendo y me juego el terminar la carrera a tiempo, padre.

Futuro pactadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora