13. No puedo respirar.

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Sus manos le sudaban por querer pasar tiempo con Dasha y esos dos retoños. Miraba la hora en su reloj en la oficina, deseando que todo marchara bien ese día y que no hubiera problema alguno. El anillo en su dedo estaba muy pesado y Nathalie seguía con esos viajes de sus desfiles de alta importancia. La conoció en uno de sus momentos más débiles, mismos que lo llevaron a acostarse con ella a pesar de que en ese tiempo su mente y corazón seguían deseando a Dasha. Lo que siguió después de eso, solo fue un plus latente que lo orilló a casarse con ella contra todo pronóstico y a ganarse un poco el odio de sus padres en el proceso.

Esa pequeña niña de cinco años podría ser su hija, con todo lo que le dijeron el día anterior, solo pensó en hacerse la prueba tomando los cubiertos, la servilleta y hasta el plato que tocó para que no hubiera dudas de nada.

La puerta se abrió de golpe, dejando ver a una niña de cinco años con el cabello un poco revuelto y con una sonrisa adornando su rostro.

— ¡Llegué! —gritó Jasha, entrando a la oficina, y deteniéndose en seco al ver la enorme maqueta a medio terminar que tenía en el piso—. ¡Mami! —apuntó—. ¡Es como una casa de muñecas!

— Me hiciste correr mucho —jadeó Dasha, soltando la mano de Jadiel—. Buenos días —dejó una bolsa en el piso—. ¿Cómo estás?

— Estoy bien —se levantó de su escritorio—. Cierra la puerta, por favor.

— Sí, claro —Dasha hizo lo pedido—. Lamento que haya entrado de ese modo, diste pase libre y en cuanto le dijeron cuál era tu oficina se volvió loca.

— Es normal en los niños y más ella —espantó las palabras—. Aún no la termino, no sé cómo hacerlo, es por eso que...

— Te falta el paisaje del exterior y por lo que veo, es un complejo que quieres hacer cerca de la playa —Dasha se acercó—. Debes quitar algunos edificios y ponerlos en otro lado.

— Tú...

— Recuerda que estudié arquitectura del paisaje y diseño de interiores —le recordó—. Disculpa, mi vena sale cuando veo este tipo de diseños por ahí.

— Tienes razón, tomaré tu consejo —le sonrió un poco—. Te mostraré tu contrato, puedes leerlo o llevártelo.

— Lo leeré aquí, ya vine preparada para todo esto.

Dasha tomó los documentos que estaban en su escritorio, y él miró a los dos niños que estaban tomando las figuras de su maqueta y las movían como si nada. Se había enojado anteriormente, porque ni siquiera los que limpiaban podían entrar a su oficina y mover sus cosas, pero las observaciones que le hizo su exnovia.

— ¿Cómo que diez años? —Dasha levantó el rostro del contrato—. ¿Es una broma?

— Tómalo por todo lo que me hiciste pasar durante todo este tiempo —se encogió de hombros—. El tío Damon puede decirte que es todo legal y fue él quien hizo el contrato.

— Mi padre es un tramposo —ella siguió leyendo—. Al menos pagaré todo lo que dice aquí —pasó las hojas—. Supongo que es posible esto y muchas cosas más.

— ¿No ves algo más fuera de lugar?

— No, si pusiste algo, mi padre debió quitarlo —Dasha cruzó las piernas—. Veo todo bien hasta el momento, el horario está más que perfecto y me da tiempo de ir con los niños los días que mis padres no puedan.

— También puedo ir por ellos —propuso—. No hay nada del otro mundo en eso, si estás de acuerdo, claro.

— Yo creo que es posible —entrelazó sus dedos sobre el escritorio—. Tu oficina está en este mismo piso. Hay pocas personas que vienen aquí —ella movió un poco la cabeza—. En el elevador hay otro botón en el que se debe poner una clave o una llave. ¿Qué es?

Ámame otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora