Extra: Luces Apagadas.

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Continuación del capítulo 41: Luces apagadas.


En cuanto llegó a la empresa, fue inevitable no ver cómo los empleados se encontraban mirando sus dispositivos, era obvio el hecho de que esa mujer estaba en boca de todas.

— ¿Estás bien? —Jedward se levantó de su asiento, en cuanto la vio entrar—. Supe que tuviste un percance con Nathalie...

— Sí, me interceptó saliendo de un restaurante —se puso de puntas para darle un beso—. Estaba comiendo con Tahir...

— Otra vez con ese sujeto —la abrazó y cerró la puerta—. Es una verdadera lástima que en estos momentos no podamos estar solos como deseamos.

— Ya estamos solos, pero sigues maldiciendo a Tahir como si fuera la persona más importante en tu vida —bufó, en broma—. Es un buen amigo, y cuando conozcas las razones por las cuales nos íbamos casamos, de seguro estarás de acuerdo conmigo.

— No puedo estar de acuerdo con algo de eso si tú no me quieres decir —pasó su pulgar por las mejillas sonrojadas de su futura esposa—. Y pensar que cuando éramos niños decía que mataría a toda nuestra familia para casarme contigo.

— Ahora es Jasha la que dice que comprara todo un país para que ese chico se quede con ella.

— No es mi hija, de seguro que te la cambiaron en el hospital o qué sé yo —bufó—. Nadie puede ser de ese modo y menos esa mocosa.

— Es nuestra hija —le quitó algunos botones de la camisa, mordiéndose el labio—. Desde hace un buen tiempo, no hemos tenido sexo... bueno, seis años...

— Ni siquiera recuerdo exactamente lo que pasó esa noche...

— Los niños están con mis padres justo ahora —lo empujó hacia atrás, y apagó las luces—. Podemos...

Ni siquiera tuvo que repetirlo dos veces y los labios de Jedward estaban sobre los suyos.

Jedward llevó sus manos hasta los botones de su blusa, quitándolos de inmediato y luego, al ver que no había más, rompió su prenda antes de dirigir sus labios hasta el cuello de la chica. Todo en ella se tensó, al punto de que cuando sintió la polla dura de su único amor, su centro se humedeció tanto que vio la jodida gloria de inmediato.

— Esta vez podemos decirles a nuestros futuros hijos que tuvimos conscientes cuando tuvimos nuestra primera vez —Jedward quitó con agilidad el sostén—. Eres tan perfecta.

— También eres perfecto —ella paseó las yemas de sus dedos por el pecho de su novio—. Siéntate en la silla —Dasha lo llevó hasta el otro lado del escritorio—. No te muevas de ahí.

— ¿Qué harás? —él estaba expectante—. ¿Quito la maqueta?

— ¿Ibas a seguirla...?

— En mi hora de almuerzo estaba por ver qué tal quedaba —susurró sin despegar la mirada de ella, mientras quitaba todas las cosas del escritorio, menos la maqueta—. Dasha...

— No soy la más experta en esto, pero quiero hacerlo —ella se quitó lo que quedaba de la ropa—. Por mi problema en las cuerdas, no hago esto...

— No tienes que hacer esto, no quiero lastimarte —la detuvo antes de que se arrodillara—. Princesa...

— Déjame hacerlo, por favor.

Dasha se pasó la lengua por los labios, echando su cabello hacia atrás y tomó con calma el pene de Jedward. Sopló un poco la punta, antes de sacar su lengua y pasearla hasta el prepucio, en donde trató de no pegar sus dientes más de lo necesario para no lastimarlo.

Ámame otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora