52. Amenaza.

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Dasha se sintió un poco triste ese día, se quedó esperando la llamada de Jedward para saber cómo tenía planeado hacer la inauguración, pero cuando fue la hora acordada que ambos tenían para hablar y él no le puso ningún mensaje, pues supo que ya no hablarían ese día.

Por su parte, al ser fin de semana, las visitas eran más concurridas que en los días de semana, así que cuando vio a su tía Grace entrar a la sala de visitas, se sorprendió un poco, por el hecho de que ella siempre tenía agenda agitada.

— Tía Grace —la abrazó, con algo de fuerza—. ¿Qué estás haciendo aquí?

— Vine a visitarte, cariño —Grace besó su frente, y le indicó que tomara asiento—. No te preocupes, no vengo a asustarte o a algo parecido, sino a que conversemos un poco.

— Es que créeme que estoy un poco sorprendida con verte aquí y ahora —sacudió la cabeza—. ¿Le pasó algo a mis papás?

— No, es que quería verte —ella le acarició la mejilla con cariño—. Desde hace un buen tiempo que quiero venir hasta aquí para hablar contigo, pero por las cosas en el palacio no he podido.

— Entiendo... deben estar enojados conmigo por esto...

— No, solo que les pareció extraño que nadie me haya pedido ayuda para este tipo de cosas —Grace entrelazó sus dedos sobre la mesa—. En cuanto tuve la oportunidad, me fui de la casa, les mentí a mis padres y también a mi hermana con eso de que queríamos ser modelos y no tener nada que ver con la vida de nuestros padres. Sin embargo, cuando tienes a una madre que creó drogas que en hoy en día se usan para fines poco éticos, eso no perdona.

— La abuela Karla se arrepiente de eso.

— Mi madre sabe que el arrepentimiento que busca ahora no es el que realmente necesita, sino que ya después de tantos años, no es posible que lo tenga —ella le mostró una mirada compasiva—. Lo admito, yo cometí muchos errores, ayudé a mi esposo a que robara la corona, pero no me arrepiento de haberlo hecho. Él consiguió que toda esta nación se volviera la más poderosa, que todos le temieran, y no ves a nadie en las calles pasando hambre.

— Ustedes hicieron un buen trabajo.

— Pero cada trabajo, trajo consecuencias fatales que nos orillaron a muchas cosas de las cuales hoy en día podemos decir que no se quedaron en el pasado —Grace se encogió de hombros—. El pasado pesa, tú lo sabes y estás en esta clínica por algo.

— No quería alejarme de mis hijos de la manera en la cual lo hice, es que yo en verdad quería hacer esto para que ellos me vieran como una buena madre y no como la mujer que huye de los problemas.

— Es lo que hiciste, huiste y los dejaste...

— No sé si leíste mi expediente, pero me volví adicta a los antipsicóticos que me recetaba mi antiguo psicólogo... el cual tuvo que falsificar hasta su nombre en esas recetas.

— ¿Por qué le mentiste a tu familia acerca de eso?

— No quise hacerlo, pero ellos se veían tan felices al saber que estaba yendo a un psicólogo, que nunca me preguntaron si realmente era legal lo que hacía ese sujeto —se rascó la nariz—. Tampoco iba a ir con un psiquiatra para que me recetara esas pastillas.

— ¿Sabes que tuve que borrar eso de tu expediente?

— Hiciste muchas cosas por mí, pero...

— Eres la hija de Damon, el chico que vi llegar un día con mi padre a casa —la cortó, tomando sus manos—. Él es fuerte, aunque no es mi hermano de sangre, también me ayudó con esto que ves ahora... es importante para mí, por el hecho de que él supo luchar por su familia.

Ámame otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora