56. Por favor, espera.

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La lluvia caía sin cesar y sus ánimos estaban por el piso, literalmente hablando. No cabía duda alguna de que ya no había retroceso en lo que realmente quería para ella misma. Se casaría, le daría lo que tanto querían a esas personas y luego buscaría la manera de poder huir de una vez por todas del fatídico destino que le tocó vivir.

En otras circunstancias, en cuanto Tahir hubiese sido liberado, todo estaría bien, pero los padres de este tenían en custodia a su pareja y no tuvo más opción que quedarse.

El frío y la lluvia en Moscú, era lo que más le gustaba de ese sitio, pero en esos momentos lo detestaba.

Cuando llegó once años atrás con su abuelo William, estos la recibieron como si fuera una hija, la que nunca pudieron tener, ya que Natacha decidió no tener hijos y ella tampoco hizo preguntas acerca de eso realmente.

Negó con la cabeza, estar encerrada a la espera de que alguien la fuera a buscar para las muestras de vestidos solo era el claro ejemplo de lo bueno y lo malo de la vida.

Se corrió el rumor de que ella se casaría con Tahir, que la mafia rusa ya tenía sus días contados y que el heredero que ella supuestamente daría a luz, sería la persona a cargo de todo eso.

— Hola —Tahir entró sin tocar a la habitación, dejando una bandeja de comida en sus piernas—. ¿Cómo estás?

— ¿Cómo crees que estoy? —preguntó de regreso, poniendo los ojos en blanco—. Cada día que pasa me siento más sola.

— Lo lamento, esto es mi culpa —Tahir se sentó a su lado—. Nunca debí meterte en este lío, ahora aquí tenemos las consecuencias.

— Mi abuelo tampoco me dijo que soy su heredera —se encogió de hombros—. Riéndome de la situación que se le estaba presentando en ese momento—. Parece ser un chiste de mal gusto, ya no tiene sentido alguno para mí vivir...

— Tienes que hacerlo, tienes otra razón para hacerlo —mencionó Tahir, y ella se sintió peor—. Tu familia debe estar buscándote...

— Las invitaciones a nuestra boda fueron entregadas —le recordó—. Jedward debe estar odiándome, mi tía me dejó a la intemperie y mi abuelo no ha dado señales de vida.

— Una vez que nos casemos, podrás irte, estar con tu familia.

— El estar casada contigo solo lograría que me siguiera odiando más de lo que ya estoy —lo miró fijamente—. Tus padres buscaron durante décadas la manera de joderme la vida, sin importarle que su propio hijo tuviera gustos diferentes a los que ellos querían.

— Dasha, no hables de ese modo... mis padres...

— ¡Es que ni a ti que eres su hijo quieren! —se levantó de golpe, caminando hasta la ventana—. No tienes idea de lo mucho que he tenido que callar para que otros sean felices, tener que ver cómo el hombre que amo se case con otra...

— ¿Y es mi culpa eso también? —Tahir se puso de pie, enojado—. Fuiste la persona que tomó sus decisiones, la misma que prefirió callar solo para andar complaciendo a los demás, lo siento, pero también eres culpable en toda esta mierda.

— ¡¿Crees que no lo sé! —lanzó al piso la bandeja—. ¡Tal vez es mejor matarme ahora! —levantó los brazos—. ¡Ni siquiera debía nacer!

— Cálmate —Tahir le agarró las manos—. No te alteres, no grites, sabes lo que pasará si lo haces.

— Pues...

— No solo tienes que sobrevivir para ti, hay otra persona que necesita de su madre —puso una mano en su vientre—. Si tu tía te dejó libre, fue por algo, no eches a perder sus planes, mucho menos te des por vencida ahora.

Ámame otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora