Extra: Jasha

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Jasha firmó unos cuantos documentos que requerían su firma antes de irse del país. Había logrado lo que tanto quería, su propia empresa, la cual fue regalada por su abuelo y otra por su padre. A sus cortos veinticinco años, era una de las mujeres más hermosas, inteligentes y ambiciosas del mundo arquitectónico.

Hace poco había terminado su segunda y última carrera: la de su madre. Por lo que esperaba que su enseñanza durante esos años, lejos de todos, diera sus frutos, porque solo se dedicó a estudiar, diseñar, construir y a rejuvenecer todo. Sin embargo, de vez en cuando miraba las fotos de su primer amor.

Sí, ella seguía muy enamorada de ese sujeto, al punto de qué aceptó que él fuera la persona que se hiciera cargo de su empresa en lo que ella terminaba sus estudios. Él era arquitecto paisajista, por lo que ella se haría cargo de la empresa familiar personalmente.

— Hermana mayor —levantó la mirada y vio a su hermano Zeus entrar a su oficina—. Ya te largas —abrió los brazos—, pero qué bendición... más dinero para mí y solo me quedan los otros dos mocosos molestos.

— Al menos, podrás trabajar...

— Ya, tampoco te pases —Zeus dejó su bolso de medicina en una de las sillas—. Y pensar que papá y tú tienen esto en común.

— ¿En común?

— Pues que son hostigadores con las personas que quieren —respondió su hermano como si nada—. Me sorprende que ese chico que te gusta sea la persona que administra la empresa que heredaste.

— Solo nos hemos visto un par de veces desde que me mudé a Londres con nuestros padres —le apuntó con el lápiz—. Siempre me verá como la niña molesta que quiso comprarlo.

— Al menos se lo tomó como una broma y no insistió más sobre el asunto —Zeus cruzó los brazos en su pecho—. Todavía me quedan dos años de estudio, así que no podré ir a visitarte.

— Ni que me interesara tu presencia oportunista —farfulló mirando los documentos—. Espero que te mueras antes de que llegues a los Estados Unidos.

— Sí, eso no pasará —Zeus le sacó la lengua—. Me llevas cinco años, pero eres una persona malvada.

— Nah, a lo mejor logro que mamá me dé esas dos islas y la fortuna mensual que le regala el tío Kiral, ustedes pueden quedarse con los hoteles.

— Ni a papá le dio tanto y eso que es la persona que lleva su sangre —cerró sus apuntes—. Tengo que irme a casa, recoger mis cosas y despedirme de nuestros padres.

— Vamos, traje mi auto, engendro del mal —le guiñó un ojo.

Jasha recogió lo poco que le quedaba en esa empresa, le indicó al personal que le llevara todo a la casa de sus padres. Hacer dos carreras desde cero la dejó agotada, y más aún cuando su coeficiente intelectual estaba por encima de todas las personas de su entorno.

Zeus estaba estudiando medicina, y también esa parte de su padre Jedward en saber las cosas con anterioridad, por lo que avanzaba rápido en su carrera de medicina, solo que iba a realizar su residencia en los Estados Unidos.

— Mi pequeña niña se larga —dijo Jedward, abrazándola—. Es una bendición divina, ya voy a descansar de ti.

—Ni en tus últimos días podrás descansar de mí —Jasha lo abrazó—. Soy tu peor pesadilla, te perseguiré siempre.

— Ojalá, que el avión tenga un fallo y termines perdida en el triángulo —se separó de ella—. Ya eres toda una mujer.

— Una muy molesta, papá —dijo su hermano Ian, llegando—. Me tiró a la piscina cuando tenía cinco años.

— Era para que aprendieran a nadar —ella espantó las palabras—. ¿Y mamá?

— Estoy aquí —Dasha bajó las escaleras en compañía de su otro hermano—. ¿Ya te irás?

— Sí, tengo que estar allá lo antes posible para hacerme cargo de la empresa —se acercó a su madre—. Los voy a extrañar mucho —la abrazó—. Por favor, cambia tu testamento, déjame las islas, la cadena de hoteles y la mensualidad que te da el tío Kiral.

— No, eso no pasará —la separó su hermano Zeus—. Ya vete, el aire se siente contaminado.

— Quítate —echó a un lado a su hermano—. Los extrañaré a todos...

— Pasaste toda tu vida viviendo con nosotros, no seas molesta —bufó Jedward, tomándola del brazo, para sacarla de la casa—. La casa debe estar limpia, es toda tuya y está a tu nombre.

— Gracias, por todo, papá —lo volvió a abrazar—. En verdad extrañaré todos los dias desearte la muerte cara a cara; para que me dejes tu herencia.

— Ni Jadiel es tan molesto como tú —Jedward le dio un beso en la frente—. Estoy poniendo toda mi confianza en ti, no me hagas gastar dinero innecesario.

Ella rio un poco, y luego se despidió de todos con un enorme abrazo. Su hermano Jadiel se encontraba en Rusia, haciendo cosas de mafiosos o lo que sea, puesto que mientras menos supiera de la vida de su hermano menor era. No obstante, tenía cierta curiosidad por saber un poco de él, ya que desde que se graduó, se marchó para hacerse cargo de la mafia Rusa, como el abuelo se lo había dejado estipulado, y este no se negó en lo absoluto.

— ¿Ya sabes lo que harás allá? —Jedward le ayudó con las maletas—. Debes tener una meta.

— Claro, papá —se puso los lentes de sol—. Iré a comprarme un esposo.

Ámame otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora