65. Final: Ya no seremos cinco.

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Dasha movió la cajita que tenía en las manos, misma cajita que contenía dos anillos de compromiso. Aunque habían pasado un par de años desde que ambos se reencontraron, comenzaron una nueva vida en Londres, aún no habían dado el siguiente paso de querer casarse como querían cuando eran niños.

Jedward no volvió a mencionar más el tema luego de haber salido de la clínica. Solo se dedicaron a sus hijos, a criarlos y de vez en cuando visitar a su familia, pero ya todos ellos se acostumbraron a estar en ese país... menos Jasha. Ella seguía con la idea de que se iba a casar con ese chico, así que, desde ya, se hicieron a la idea de qué no se le iba a quitar nunca.

Su trabajo estaba ligado a la empresa de Jedward, sin embargo, este le propuso que podían estar al mando los dos, a lo que ella le dijo que cuando cumplieran los diez años estipulado de su contrato. Pues aceptaría sin ningún tipo de remordimientos el ser socios y que ambos dirijan la empresa, ya que contaba con un edificio más grande, mejor dicho, era uno de los más grandes y lujosos de todo Londres.

Los contratos para construir, decorar y crear paisajes, edificios o residencias no paraban de llegar, por lo que tuvieron que contratar a más empleados y buscar becarios para que trabajaran con ellos.

Unos pocos se quedaban en la empresa, puesto que no podrían contratarlos a todos, pero ellos les ayudaban en lo que podían, ya sea en busca de otro trabajo en el país o fuera de este. Nunca los dejaban a la deriva y por esa razón, es que muchos universitarios deseaban ir a su empresa a realizar pasantías. Sin embargo, siempre trataban de que los chicos de bajos recursos sean los seleccionados.

— Buenos días —Jedward entró a su oficina con unos planos—. Es hora de irnos...

— Buenos días, para ti también —guardó la cajita en su bolso, y aseguró bien la otra sorpresa que le tenía—. ¿Ya tienes todo listo?

— Sí, vámonos —le ayudó a ponerse de pie—. Tenemos que acabar con todo esto antes de que los niños salgan de la escuela.

— Recuerda que Jadiel ya no es un niño, tiene dieciséis —le dio un golpe en el brazo—. Además, ya tenemos tres hijos.

— Bueno, digamos que tal vez o a lo mejor quiera otro, nunca se sabe —bromeó Jedward, espantando las palabras—. Que sea antes de los cuarenta. Ahí cerramos la fábrica.

Dasha frunció los labios... Ella también quería tener más hijos, sin embargo, estaba corriendo el riesgo por su edad y por otras cosas que a lo mejor esos futuros bebés no iban a nacer del todo bien. No obstante, al tener treinta y cinco años, estaba corriendo el riesgo de que el embarazo no fuera del todo perfecto y más por su pasado clínico.

Durante el día, ellos se dispusieron a revisar todo lo relacionado con la construcción de su propio complejo, porque sí, después de todo, Jedward pudo diseñar la maqueta y terminarla como quería, la misma que por muchos años estuvo ahí en su oficina y que era el único recuerdo que se había llevado de los Estados Unidos.

— El terreno es estupendo —les había dicho uno de los ingenieros—. No sé cómo consiguieron el dinero y los permisos, pero, a decir verdad, en este punto de la propiedad, llamará mucho la atención de todos.

— Gracias, es lo que teníamos planeado —respondió Dasha—. Además, el terreno pasará de estar olvidado a uno de los más transitados de todo el país y más porque está cerca de Londres.

— Sí, tiene razón —asintió el hombre—. Los dejo, tengo que supervisar que todo esté en orden.

Ellos asintieron y decidieron partir luego de dejar todos los diseños con él. Jedward era la persona que estaba conduciendo el auto esa vez, ya que ella no tenía muchos deseos de moverse al asiento del conductor y sus pensamientos fueron directamente hacia Tahir.

Ámame otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora