24. Valentía.

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Los días pasaron como si nada y el rumor de que Jedward Richter iba a tener un hijo con la supermodelo del momento Nathalie corrió como pólvora, lo peor de todo eso es que él no negaba esos rumores. Debía ir a la construcción para ver cómo estaban quedando los árboles y las decoraciones de las habitaciones de lujo, pero no tenía muchos deseos. Por unos cortos segundos; se imaginó que todo estaba bien y que no se casaría con Tahir, sino con Jedward. Ni siquiera revisaba su celular como antes, era cómo regresar a esos días en los que todos en la escuela hablaban de ella a sus espaldas...

— Pero sí es la princesa del universo más hermosa del mundo mundial —su hermano Liam entró a la habitación, mostrándole una sonrisa—. Mira qué grande estás.

— No puedo decir lo mismo de ti —sonrió hacia su hermano, y lo abrazó—. Te quedaste siendo un enano.

— Me ofendes, pero no impronta —Liam la abrazó y besó sus mejillas, antes de tomar su rostro con las manos—. ¿Qué te sucede? ¿Qué te tiene tan triste?

— Supongo que sabes todas las respuestas a eso —subió ambas cejas—. Jedward me dijo que no tendrá ese hijo con esa tal Nathalie, pero tampoco ha salido a negarlo...

— Por tu cara veo que te dio como una patada en el culo —su hermano la soltó—. Deben hablar, no pueden seguir estando más para allá que acá. Me contaron que la tensión entre ustedes sigue tan vigente que es penoso verlos de ese modo.

— ¿Tensión?

— Tahir me comentó que tuvo un altercado con Jedward hace unos días... que estaba celoso —rio—. Te sigue amando con locura ese sujeto, no puedo creer que después de tantos años separados estén tan así...

— Y yo me pregunto todos los días cómo es que Asya te perdonó —su hermano se quedó en silencio—. Ella no te ha perdonado... maldita sea, te sigue castigando.

— Fue un error que cometí hace diez años —Liam se aclaró la garganta—. Somos una linda familia, es lo que cuenta —se encogió de hombros—. No estaré mucho tiempo en el país, pero tú no te ves bien. Estás cargando otra vez con esas cosas del pasado.

— Debo ir con algún psicólogo —confesó sentándose en la cama—. Mientras estuve en Moscú, no quise ir a ninguno por miedo a que pasaran cosas y ahora debo tomar pastillas todas las noches.

— Dasha...

— Hace cinco años me llamaron incestuosa... ¿Por qué la mujer no puede ser mayor que el hombre? —miró a su hermano con tristeza—. Solo son unos meses, no más de diez años y todos me echan la culpa.

— Son personas que no tienen una vida —él se puso de cuclillas—. ¿Te han molestado otra vez con eso?

— Cuando Jasha tuvo la recaída... Nathalie me insultó y no pude hablar —arrugó la nariz—. Papá entró a defenderme... quería gritarle...

— Sabes que no puedes estar gritando enojada, porque tus cuerdas vocales no funcionan como se deben —negó con la cabeza—. Además, olvídate de que seguirás estando sola. Eres mi hermanita, ¿Estamos?

— Siempre estás para defenderme de todos —bromeó—. Espero que nos podamos ver más seguido.

— Si mi hija y la tuya están juntas en el mismo sitio, temblaría la tierra —negó divertido—. Siempre estaré para ti, puedes llamarme y mataré a cualquier persona que quiera ponerte por debajo.

— ¿Así como en la escuela?

— Ahora será mucho peor —Liam levantó el puño—. Ya soy todo un boxeador profesional.

— Con razón, Jasha siempre te pone en primer lugar, diciendo que tiene un tío que matará a golpe a cualquiera que se meta —apretó un poco las manos de su hermano—. Siento que cada vez que Jed y yo intentamos hablar hay algo que nos detiene...

Ámame otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora