El Origen De Necromancer

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-¡Ahh, Maldición! -Me quejé mientras me sacaba la flecha qué Kai me había lanzado-

Después de recuperarme me doy cuenta que Socram se ha levantado, pero mi visión se está poniendo borrosa y tampoco puedo escuchar bien, poco a poco voy escuchando los latidos de mi corazón retumbar en mis oídos.

De un momento a otro logré reconocer el inconfundible sonido de una espada siendo desenfundada detrás de mí.

Sin darme cuenta mis piernas empezaron a moverse por puro instinto de supervivencia, pero sabía que era mi final, moriría a manos del mismo hombre que mató a mi padre.

Los latidos se escuchan cada vez más fuerte hasta que de repente empiezo a volar, estoy en los aires, mi alma ya ha abandonado mi cuerpo.

Aunque todavía me duele todo, la luna se ve muy bonita y por alguna razón se mueve muy rápido.

Ya no siento mi cuerpo, las cosas ahora se mueven lento.

Mis ojos se empiezan a cerrar poco a poco hasta que pierdo la consciencia.

Sin embargo un dolor en mi abdomen me despierta y abro los ojos nuevamente.

—Deja de llorar, niño. -Escucho como dice una voz a la distancia-

Siento otro golpe en mi abdomen y me doy cuenta que es alguien dándome un codazo.

Mi aire se me escapa de los pulmones después de recibir el codazo y empiezo a toser.

Definitivamente no estoy muerto.

—Ya, levántate, te he sacado el veneno -Dice la misma voz- Ah, aún tienes los efectos secundarios, bueno te pondrás bien, que es lo importante.

Con todas mis fuerzas logro voltear en dirección a la voz y puedo verlo, es el hechicero malvado qué se robó el cristal blanco.

Tiene la túnica café con rojo y esos ojos blancos rodeados en la oscuridad, debe ser él.

Abro mis ojos de par en par e intento levantarme rápidamente pero caigo al suelo por lo debilitado qué estoy.

Aún escucho los latidos de mi corazón pero cada vez menos.

Estando en el suelo y con los ojos medio cerrados me pongo en guardia.

—Tu... Eres... -Intento articular, pero mi boca no responde correctamente-

—¿Así es como me agradeces salvarte la vida, niño? -Dice el Hechicero fastidiado- No lo fuerces, parece ser que ese veneno qué te arrojó era muy fuerte, tal vez esta generación no se haya debilitado como las demás.

El sonido de los latidos se está desvaneciendo poco a poco.

—¿De que... Hablas? ¿Acaso estoy... muerto?

Miro alrededor y me doy cuenta que estamos en una especie de cueva, forrada con cristales verdes y morados.

Encima de mi hay un agujero en la pared qué parece ser una especie ventana.

—Tengo tanto que explicarte. -Dice el hechicero mientras se da la vuelta- Tal vez ese cristal blanco haga muchas cosas pero no hace ni café ni té, ¿quieres algo de tomar?

Con un ademán de sus manos rodea el cristal blanco en una especie de obscuridad y lo acomoda contra la pared, arrojandolo.

Puedo notar como el cristal en realidad no es blanco, si no que tiene un tono un poco rosado, casi imperceptible.

Ya no escucho los latidos de mi corazón y me puedo poner de pie sin que el hechicero se de cuenta y respondo.

—Té, por favor -Por alguna razón siento ganas de matar a este hechicero-

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