21. Gotas de dolor.

316 39 5
                                    

Scarlett.

Estoy frente a una puerta desde hace más de media hora y no he sido capaz de tocarla, parezco idiota y tal vez por eso es lo más romántico que he hecho.

Sí, mejor opto por enviarle un mensaje para que salga.

"Estoy afuera de tu casa, sal por favor, necesitamos hablar"

Me demoré más yo en poner el mensaje que ella en salir, lo cual agradezco, pero ahora que la tengo en frente tengo cobardía y ni siquiera estoy segura del por qué vine. Tal vez solo quería verla. Por cierto, se ve muy triste, parece que cinco tractomulas hubieran pasado sobre ella.

—¿Cómo te sientes?

—Como si cinco tractomulas hubieran pasado sobre mí.

La miro a los ojos y no puedo evitar sonreír, aunque ella haga mala cara porque no comprende lo que pasa por mi cabeza.

—Lo siento mucho, por todo.

—Yo también —se cruza de brazos— ¿Me vas a decir algo o hablo yo primero?

Lo admito, me siento incluso más nerviosa que cuando nos besamos por primera vez.

—Tú, por favor.

Suspira y nuestras miradas se conectan, pero en cuanto parece ser consciente de ello hace todo para evitar que vuelva a suceder. Ser consciente de ello me duele.

Se ve pálida, parece que no pasó buena noche, su cara me indica que ha llorado estas últimas horas como si no hubiera un mañana. Verla así me lastima, quisiera hacer algo para evitar que se sienta del modo en que lo hace, porque sé que han sido demasiadas cosas para ella. Para todos.

—Mañana me voy para el convento.

Me ahogo con mi propia respiración y dejo de detallarla para mirarla directamente a los ojos.

—No, tú no quieres eso ¿Por qué lo vas a hacer?

—Porque es lo mejor.

—Cuando me respondas mírame a los ojos —me acerco a ella, sin poder evitar que mis ojos se cristalicen del mismo modo que los de ella—. ¿Es lo mejor? ¿Para quién?

El oxígeno me incomoda, mi respiración se corta, la ira me ata y su mirada me acaba.

—Es lo mejor para mí y para ti, no quiero que terminemos como mi tío y si tú quieres continuar condenándote; hazlo, pero no conmigo.

—No lo hagas —cierro los ojos convenciéndome de que ella no fue la que dijo lo que acabo de escuchar—. Si quieres me alejo de ti, con tal de que no te obligues a encerrarte en un lugar donde no perteneces.

—Ese es el único lugar donde pertenezco realmente y no hay vuelta atrás.

Me desespera encontrarme con esta mascara, la farsa a la que nos está sometiendo es agobiante. No puedo creer que después de todo lo que hemos vivido juntas se haya dejado lavar la cabeza otra vez. La chica que tengo en frente no es mi Abigail, no es mi poste con alas.

—¡Maldita sea, deja de mentirte! Ayer me dijiste que me amabas, esos sentimientos no cambian de la noche a la mañana.

—Tal vez el hecho de que te vea como la culpable de la muerte de mi tío ayude con algo, porque yo pude haber hecho algo para ayudarlo si tú no te hubieras metido. Sin contar que mi vida es un completo drama desde que te conozco ¿O es que acaso no te das cuenta de que lo único que hiciste fue traerme problemas y perturbación?

—¿Sabes qué? Haz que lo quieras, cagate la vida si es que se te da la gana, pero no voy a escuchar más aquellas palabras que lo único que hacen es recordarme a aquella mentira de puritana que conocí en la iglesia —respiro e intento calmarme, el problema es que una vez que empiezo ya no hay quien me calle—. Porque créeme, toda tu puta existencia ha sido una mentira hasta que me conociste, y así va a seguir siendo hasta que te aceptes a ti misma.

NO ES MISERICORDIA LO QUE BUSCO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora