14. Empezar a gritar.

554 51 3
                                    

Advertencia: Antes de seguir leyendo tengan en cuenta que este capítulo es un poco frustrante y debido a algunas escenas puede que sea incómodo para alguien, de modo que preferí prevenirles y en el momento en el que vean uno de estos ★ dejen de leer si lo prefieren de este modo y adelantan la lectura hasta que encuentran otra ★, hasta ahí estará sin censura, por así decirlo.

Scarlett.

Siento que si me muevo de donde estoy sentada me va a traquear hasta el alma por culpa de lo tensa que estoy, pero no es mi culpa, la mirada del profesor sobre mí me tiene así. En toda su maldita clase me ha estado mirando.

Cuando suena el timbre y todos empiezan a salir intento empacar todo rápido para correr fuera antes de que los demás se vayan, por esto odio que mi mejor amigo no comparta clases conmigo, él está en otro salón y no estoy segura de que sepa dónde estoy yo.

—Moss, quédese.

Un balde de agua fría es poco con lo que siento al escuchar aquello, intento buscar la mirada de alguno de mis compañeros para que me salven de esto, pero todos están en lo suyo y a nadie le importa dejarme sola con él, a pesar de que están perfectamente consientes de los problemas que he tenido con este mismo profesor. Oprimo uno que otro botón en la pantalla de mi celular antes de darme la vuelta.

—Me enteré de que algunos estudiantes le pagan para que los complazca.

Me hago frente a él para encararlo, a una distancia apropiada, donde siento que puedo respirar un poco mejor, aun cuando me siento más incómoda con cada segundo que pasa. Miro hacia la puerta y me doy cuenta de que el último de mis compañeros la cerró antes de irse.

—¿Ha estado averiguando sobre mi vida privada? Porque realmente no creo que alguno se le haya acercado para contarle lo bien que me pagan por hacer algo que no son capaces de dar en realidad, y eso es placer. Como sabrá, me calientan más las mujeres. A ellas les hago de todo y gratis.

—Yo soy todo un hombre y puedo pagarle lo que quiera.

—Miente, a usted no le alcanzan los cojones ni para serlo.

Se ríe como si le hubiera acabado de contar un chiste y da unos pasos hacia adelante, por inercia me alejo, intentando no mostrar miedo.

—Créame que le podría enseñar lo que se ha estado perdiendo por meterse con estudiantes que les falta experiencia e incluso puede que le quede gustando, dejaría de perder el tiempo con las mujeres y empezar a disfrutar de lo que es bueno.

—Si cree que meterme con mujeres es una perdedera de tiempo ¿Usted por qué hace lo mismo? ¡Oh, me está confesando que es gay!

No me da tiempo de nada cuando me toma del brazo con fuerza y me empuja contra su escritorio. Me da miedo sentirme tan vulnerable, el cuerpo me tiembla y no tengo idea de cómo reaccionar cuando él me toma del mentón para empezar a olerme.

—No me ofenda, le dije que soy todo un hombre —ejerce más presión y siento su asquerosa respiración sobre mi pecho.

—¿Me está diciendo que si a un hombre le gusta otro hombre deja de ser hombre? Eso es homofóbico. Aparte de un maldito pervertido machista, también es homofóbico, que asco.

No puedo respirar bien, mis ojos han empezado a cristalizarse y el temor me paraliza.

Rasguñarlo no serviría de nada, ni siquiera tengo uñas lo suficientemente largas, si lo golpeo me van a expulsar y si salgo a correr para acusarlo me van a culpar a mí, de modo que tendré que volver aquí las clases siguientes para que esto se repita. Sea del modo que sea estoy perdida, ni siquiera gritar me va a ayudar porque alguien puso música en el pasillo de afuera y extrañamente nadie le ha quitado el aparato para callarlo.

NO ES MISERICORDIA LO QUE BUSCO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora