•PARTE 11•

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Dominick se adentró a la oficina de Once y miró aquella maqueta que mostraba los muros que iban a instalar alrededor de la ciudad.
Entonces se le ocurrió una idea, algo precipitada, pero podría funcionar.

Nick fue sacado de sus pensamientos cuando el sonido de la puerta abriéndose abruptamente y una voz familiar irrumpiendo en el lugar.
—¡Nick! —exclamó aquella voz, era Once. —Nick... ¿Podemos hablar?
—Once... —dijo Nick, llamando a Once-Ler.
—Mira, sé que lo arruiné y que no me merezco tu perdón pero...
—Once...
—Ya sé, ya sé, pero escúchame, yo...
—¡Once-Ler! —el mencionado se quedó callado y miró a Nick. —¿Tienes el dinero para pagar esto? —cuestionó Dominick, señalando la maqueta.
—Eh... Sí, ¿Por qué?
—Tendremos que construirlo.
—¿Qué? ¿Estás loco? ¡La gente se volvió loca después de que informé que lo haría! Ahora que estoy en la ruina, ¿Sabes lo que pasará?
—Puedo llegar a una clase de acuerdo... Es lo mejor, Once-Ler. El aire de aquí está infectando al de la ciudad. Necesitamos aislarlos, ellos podrán avanzar, la tierra allá aún es fértil. Pueden seguir plantando.
Puedo convencer a los jueces de que nos dejen conservar una parte de la tierra para poder vivir; después de todo, mañana es el juicio.
—Eso sería una increíble idea... Si lo fuera a financiar.
—¿Disculpa?
—La gente está vuelta loca, ¿Crees que van a aceptar esto?
—¿Quieres pensar con la cabeza por primera vez en tu vida?
—¡La gente me odia ya de por sí!
—¡A nadie le importas! Deja de una vez tus malditos traumas que sólo Dios sabe de dónde sacaste. Esto es un maldito problema real: la gente está muriendo.
—¿Y eso es mi culpa?
—Sí, Once-Ler, sí. ¿No has aprendido nada aún? ¡Ya madura! Tienes veintinueve, no dieciocho, ¡Veintinueve!
—Dominick, yo...
—Cállate, Once-Ler. Mañana por la mañana voy a salir, nos veremos en la tarde para llegar al juicio. Esperemos sea el último. —dicho esto, Dominick abandonó la habitación.

Once se quedó en la oficina.
Se sentó en su asiento; comenzó a repetie de forma constante en su mente la discusión del día anterior.
¿Cómo pudo haberle dicho todas esas atrocidades a su hermano? Ni una sola era verdad.
La verdad era que, aún después de todo, lo amaba. Amaba a Nick con todo su corazón y tenía miedo, miedo de nunca ser nadie en la vida; miedo de que no pudiera mirar a su hermano a los ojos nunca más; miedo de él mismo.
Al final, se hundió en aquellos pensamientos y comenzó a llorar desconsoladamente hasta que calló dormido.

Mientras tanto, Dominick empezó a darle vueltas al asunto.
Comenzó a buscar soluciones al problema que estaban enfrentando. Al final sólo decidió despejarse y dormir.

Al día siguiente, Nick se despertó muy temprano para dirigirse a la ciudad.
Antes de salir de fábrica, fue detenido por su hermano.
—¿Adónde vas? —preguntó Once.
—No te incumbe.
—Dominick...
—¡Voy a ver a Norma! ¿Feliz?
—¿Norma? ¿La chica de lentes?
—Sí, ella. Se puso muy linda y, además, acaba de terminar con novio.
—No vayas a...
—De los dos, yo no soy el que finje ser alguien que no es, Ler. Si me disculpas, se me hace tarde, adiós.

Dominick salió de aquella fábrica y se dirigió a la ciudad para pasar un tiempo con su amiga Norma.
Hablaron sobre lo que había pasado durante los últimos meses que no se habían visto, principalmente las noticias más recientes como la fábrica o la construcción de los muros.
Norma y Nick compartían ideas, la verdad, era una forma de olvidar todo después de tantas noticias de golpe.

Se llegó la tarde, Nick tuvo que volver a la fábrica, donde se encontró a Once hablando por teléfono.
Al entrar a la oficina, Once colgó y miró a Nick.
—¿Cómo...? ¿Cómo te fue?
—No me besé con ella, si eso es lo que quieres que te diga. —respondió Nick con frialdad.
Eso, en cierto modo, hizo que Once sintiera alivio, pero aún no toleraba el tono tan cortante de Nick. —Tenemos que irnos, el juicio empieza en una hora. —dijo Dominick tomando algunos documentos y guardándolos en una carpeta.

Pasaron las horas, la audiencia terminó y se dirigieron de vuelta a la fábrica.
—Llega un punto en el que esto se vuelve aburrido.
—¿En algún momento te llegó a parecer divertido pasar días en juicio? —cuestionó Dominick mientras él y Once entraban en la oficina y archivaban algunos papeles.
—Puede ser. —respondió Once, bromista.

La habitación se inundó de un silencio. No había forma de expresar aquél sentimiento de incomodidad mezclada con melancolía.
Hacía mucho no bromeaban entre ellos. —Nick... —lo llamó Once.
El mencionado volteó a ver a su hermano, quien estaba a unos metros detrás de él.
—¿Qué pasa? —Nick lo miró a los ojos.
Once aún no podía aguantarle la mirada a su hermano, así que la desvío.
—No, nada... —Once suspiró. —Sé que estás molesto conmigo... Pero no me gusta que estemos así.
—Está bien.
—Es enserio.
—Pues está bien. —respondió Nick, encogiéndose de hombros.
—¡Vamos, Nick!
—Está bien, Once, tampoco me gusta estar así. —dijo con frivolidad.
—¿Vas a seguir así? —no obtuvo respuesta. —¿Quieres que te diga que soy un idiota? Soy un idiota. ¿Quieres que te diga que todo esto es mi culpa? Todo esto es mi culpa. ¿Quieres golpearme? Hazlo. Me dolería menos que saber que me odias. —Dominick se acercó a Once.
—Nunca podría odiarte, Once. Esa es mi maldición. —por primera vez en años, Nick volvió a sentir su estómago revolotear y su corazón salir de su pecho.
Ahora lo que lo detenía de dar un paso más era su orgullo.
Dió un suspiro pesado y dió la media vuelta para irse.
—¿Por qué no entiendes que te amo, Nick?
—Aveces me gustaría creerte, Oncie. —al final salió de la oficina.

Nick llegó a su cuarto y se recostó en un cama.
Se le destrozó el corazón.
Amaba al idiota de Once-Ler y odiaba amarlo.
Estaba hecho pedazos.
Se preguntaba, ¿Cómo sería todo si nada de eso hubiera sucedido? ¿Cómo sería si pudiera estar con Once? Tal vez nunca lo sabría.

~Are you satisfied?~ (Onceler/Una vez)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora