XXI

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— La verdad, no esperaba una casa tan lujosa como esta, Lena, superaste mis expectativas.

Lena suspiró, bajando el arma una vez vio el rostro familiar del hombre en su sala de estar. — ¿A qué se debe el honor de tenerlo en mi casa, Don Nadie? Creí que había muerto...

— Vaya pregunta, creí que lo primero que me cuestionarías serían las palabras que le pedí a tu hermano que te dijera. — Lena detuvo su paso hacia el sillón cuando escuchó eso, viendo al hombre sentado en el gran sillón con una expresión de confusión en su rostro. — Vaya, es bastante olvidadizo también.

— ¿Qué palabras?

— Unas palabras sin importancia. Ahora, seré directo, creo que sabes qué hago aquí...

Lena suspiró, aún con la duda en su cabeza, pero cansada también, se dejó caer en el sillón. — Creo que dejé en claro que no iba a volver a hacer este tipo de cosas. Sea lo que sea, no me interesa. — Dijo, recostándose en el sillón.

No habían pasado más que unos meses en los que su vida había estado tranquila. De alguna manera, no se había metido en problemas ni en nada caótico; no había tenido riesgos de morir, a excepción de esa vez que decidió emborracharse con Roman y enseñarle a hacer drift al moreno.

El alcohol, un vehículo y unas curvas cerradas nunca serán una buena idea.

Pero estaba viviendo bien, tranquila, manejando el taller que tenía en la ciudad. Incluso había aprendido a cocinar, había viajado a Los Ángeles para ver a Jack, Mia y a su nueva sobrina, la pequeña Olivia, una castaña de ojos azules que había robado el corazón de Lena desde que la sostuvo por primera vez en sus brazos.

Aunque Brian se quejaba de que ella siempre les llevara pequeños autos de colores verdes a los menores, sabía que él apreciaba el simple hecho de que ella estuviera allí.

Era la tía favorita de ambos, y eso, según el pequeño Jack, no es como si ella se hubiera puesto ese título por sí sola.

— Creo que después de lo que te diga, vas a querer formar parte de esto.

— Sí, bueno, que sea rápido, tengo algo de hambre y el último restaurante de comida japonesa aquí lo cierran en veinte minutos. — Lena dijo, mirando la hora en su celular.

— Es sobre Dom. — Lena levantó la vista al escuchar eso, mirando la seriedad en el rostro de la chica. — Hace poco alguien le pidió ayuda a Hobbs para que tomara una súper arma que estaba bajo posible ataque. Él aceptó y buscó al equipo como siempre. Lo hicieron, tomaron el arma, pero cuando ya todo parecía arreglado, Dom decidió tomar el arma y huir.

Lena escuchó eso, queriendo reír ante las palabras del hombre. Dom traicionando al equipo, eso sonaba totalmente absurdo. — Señor Don Nadie... Pase buenas noches, ya conoce la salida. — Dijo con un toque de burla, levantándose del sillón y caminando de nuevo hacia las escaleras del lugar.

— Sé lo que le prometiste a Han. — Lena se detuvo en su camino al escuchar ese nombre. — Sé que le prometiste vivir tranquila y no voy a obligarte a que vayas, pero tanto tú como yo sabemos que Dom no sería capaz de hacer eso, no a su equipo... — Lena escuchó cómo el hombre se paraba de su asiento suspirando un poco. — Piénsalo, Lena.

Con eso, el hombre se retiró. Lena bajó la mirada antes de apretar la mandíbula, volviendo su vista hacia la mesa de la sala. Logró ver un sobre color naranja en ella, caminando hacia él, lo tomó en sus manos, lo abrió, y encontró un pasaje de avión a Los Ángeles y, con él, una dirección.

Su cuerpo cayó en el sillón detrás de ella, sosteniendo el sobre en sus manos. Sacando el boleto de avión, pensó en las palabras de Don Nadie: ¿Dom dándole la espalda a su equipo? Eso no tenía sentido.

𝐌𝐈𝐑𝐈𝐊𝐈𝐓𝐄𝐊𝐈 || Han LueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora