XXII

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—Ya les dije que estoy bien, solo es una herida.

—¡Tenías clavado un cristal de doce centímetros en el estómago!

—Tienes suerte de que no perforara ningún órgano. Ni siquiera sé cómo estás despierta ya, creí que te ibas a quedar dormida unas veinte horas —dijo Tej después del drama de Roman. Lena se encogió de hombros, pasando su mirada a la mesa llena de vidrios rotos antes de señalar la caja de galletas aún en su lugar.

—Oye, rubio, ¿me podrías pasar esa caja? Tengo hambre.

Todos necesitaron atención médica en el lugar después de lo que había sucedido, esas bombas los habían dejado desorientados y con dolor en el cráneo, por lo que aprovecharon que Lena se estaba muriendo para recibir atención. No tuvieron que llevarla al hospital; lograron sacarle ese cristal del estómago en minutos, no fue nada grave, aunque sí tenía una herida que cuidar.

—No puedes comer este tipo de galletas después de...

—Rubio, perdona, pero no te pregunté, solo pásame las galletas, por favor... —la chica pidió, viendo cómo Hobbs tomaba la caja, dándosela antes de pasar de largo y sentarse al lado de Letty.

—¿Saben? Brian sabría qué hacer.

—No —dijeron Lena y Letty de repente. Lena se paró de repente, aún con la caja de galletas en su mano—. Sin Brian ni Mia, el trato fue no involucrarlos de nuevo.

—Tampoco a ti.

—Bien, rubio, escucha, yo no tengo un hijo, ni un esposo, entonces, no pierdo nada, pero no voy a dejar que ellos pierdan a su familia por esto —Lena señaló al rubio, quien levantó las manos en modo de rendición—. Podemos hacer esto, lo hemos hecho antes, lo haremos ahora... Así que, rubio, quiero que busques a ver si esa rusa dejó pistas; cualquier indicio que me diga dónde está me sirve.

El rubio vio a Don Nadie, quien asintió e hizo que el chico corriera a buscar alguna información. Lena suspiró, sentándose lentamente en la silla; su herida recién cerrada estaba sensible. El mayor vio a la chica comer las galletas, sonriendo al ver que sí era cierto que le gustaban.

...Tenía razón de nuevo, como cada vez que se trataba de Lena...

—Maldición, lo borró todo, se llevó el ojo de Dios. Lo único que nos servía para encontrarlos... —Lena dio vuelta en la silla, viendo cómo el rubio se paraba, frustrado. Lena lo observó; se veía gracioso, era como enojarse pero en pequeño, mucho más cuando se paraba cerca de Hobbs.

—¿Y tú, princesa? ¿Qué tienes? —Hobbs preguntó, viendo a Shaw, quien estaba tecleando algunas cosas también, quizá buscando algo.

—Busco a Toretto.

—Oye, princesa... ¿No te duele la garganta? —Lena preguntó a Shaw, mirándolo con una sonrisa—. Es que ese "busco a Toretto" se escuchó como si te estuvieran aplastando el estómago —Lena se rió después de imitar la voz de este.

—Cuidado, no se te vayan a salir esas galletas por el hoyo que tienes en el estómago, bonita —Lena abrió la boca, ofendida ante su respuesta, antes de mirarlo de arriba a abajo y sonreír.

—Ah, maldito... —la chica murmuró, dándose vuelta para volver a estar frente a Roman, quien se veía desanimado con toda la situación.

—Oye, reglas...

—En primer lugar, ese no es mi nombre.

—Pequeño Don Nadie... —dijeron Lena y Roman a la vez, mirándose con una sonrisa. Estos chocaron los cinco, Lena arrepintiéndose de inmediato al inclinarse, sintiendo el dolor punzante.

𝐌𝐈𝐑𝐈𝐊𝐈𝐓𝐄𝐊𝐈 || Han LueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora